El maquillaje sirve encubrir la verdadera naturaleza de algo. Según la RAE, “maquillar” es “modificar la apariencia de algo para disimular su verdadera naturaleza”. Como sinónimos nombra las siguientes palabras: “disimular, disfrazar, esconder, falsear, deformar”. Palabras contundentes cuando las aplicamos en espacios como el manejo de la información y la comunicación en una sociedad con tantas anomias como la nuestra. La acción de maquillar cifras, datos y hechos es bastante frecuente entre estadistas y personas ligadas al poder. Todavía queda en la memoria las campañas informativas norteamericanas sobre Vietnam para el público estadounidense, sobre todo durante el periodo de Richard Nixon, hechos que fueron parodiados por lo escandaloso y burdo de su manejo. Inflar datos también es conveniente con el fin de dar una imagen positiva y alentadora cuando todo se está derrumbando en torno a uno. Lo que llamamos “mentiras piadosas” de manera eufemística. Pero lo que estamos viendo en el manejo informativo por parte del grupo de ministros que conforman el Poder político nacional es lamentable, oneroso y hasta risible; aunque en momentos críticos como los que vivimos, no son motivo de risa. Y esa acción de maquillar se está viendo en todos los planos de la política nuestra, desde la nacional hasta la local. Desde las desopilantes declaraciones de Dina Boluarte en torno al Rolexgate hasta los infelices comentarios del hasta hace poco desconocido ministro de Desarrollo Agrario y Riego, Ángel Manero Campos, nuestros políticos han infestado comentarios y afirmaciones que tuercen la verdad a su antojo. Manero hizo gala de un cinismo inmejorable al interpretar un informe de la FAO sobre la inseguridad alimentaria en nuestro país. Francamente desafortunadas; y peor fue su intención de querer acomodar sus primeras declaraciones al ponerse él como un vivo ejemplo de las cifras dadas en dicho informe Y para terminar su inefable participación se largó a la clausura de los JJOO de París. El tosco manejo de la información por parte de este gobierno en su conjunto, ejecutivo y legislativo, se ha visto en casos tan graves como el tratamiento de los crímenes de lesa humanidad o el ocultamiento intencional del duro informe del INEI en mayo de este año. Cada semana, nuestros políticos hacen todo lo posible por emitir enunciados que agravan la credibilidad de nuestros líderes: son escasos los personajes que pululan en dichas esferas que tengan una pizca de fiabilidad por parte de la opinión pública, salvo de sus adláteres y ayayeros; las reacciones adversas que algunos personajes han experimentado en las últimas semanas en un claro síntoma de ello. Sus acciones alimentan la flaqueza de la alicaída democracia peruana. Las cifras maquilladoras han mostrado un país ilusorio, ese que se muestra a través de sus ruinosas y destruidas calles a los invitados de la APEC en nuestra ciudad, la tercera del país de las maravillas.