Hay muertes que nos golpean duro. Te causan una herida difícil de restañar. Esas que llegan a ti de la manera sigilosa y que calan duro en tu memoria.
Clara Claros fue una buena
trabajadora en su área y, sobre todo, una buena amiga. Recuerdo vagamente
cuando ella comenzó a trabajar en el Departamento que dirigía en una
universidad local. Mi Departamento, el de Humanidades, convocaba un buen número
de profesionales de todas las especialidades: había ingenieros, abogados,
psicólogos, literatos, docentes de diversas especialidades, filósofos,
artistas, estadísticos y, por supuesto, periodistas. Las reuniones eran amenas
y matizadas por conversaciones de toda índole, y una de esas personas dinámicas
fue Clara Claros. Discreta ella, me iba sugiriendo detalles que iban haciendo
de nuestras reuniones un buen espacio de intercambio de ideas y buen trabajo en
equipo. Responsable con sus clases, nunca tuve queja alguna de su puntualidad
con los procesos requeridos y sí comentarios de alumnos que habían pasado por
sus aulas y habían recibido observaciones puntuales con anécdotas graciosas
que ella hacía. Muchos de estos eran comentados por los colegas, pues quitaba
ese rigor excesivo con el que muchas veces se ve a un docente universitario.
Les dio mucha calidez humana.
La Clara Claros amiga se fue
mostrando paulatinamente. Con su incondicional amigo Luis Quintanilla, como Don
Quijote y Sancho Panza, buscaban seguir trabajando en el bichito que tenían
incorporado: el periodismo. Un día, ambos me invitaron a compartir su locura:
un programa radial. Así, poco a poco comenzamos a trabajar en eso; hasta hubo
días que me quedaba en la conducción de las entrevistas radiales siempre con el
apoyo silencioso de Clara. Cada idea que se me ocurría encontraba escepticismo
de algunos, pero de ella no. Alentaba a todos en sus proyectos y meditaba los
suyos hasta poder negociarlos. Uno de estos proyectos que sé que le causaron
mucha alegría personal fue la creación de la revista digital Letras, que
alcanzó más de un centenar de números. Fue un espacio que permitió que todos
escribiésemos y nos aguzó el gusto por la redacción: después me comentaron que
eso solía hacer con los jóvenes periodistas que ingresaban a la redacción de un
periódico local. Maestra. Sé cuánto le dolió cuando órdenes centralistas
unilaterales fueron cancelando diversos proyectos de mi Departamento, como el
de su revista digital. Comentábamos con preocupación y nostalgia el avance de
modalidad virtual, esta que terminó invadiendo nuestras vidas a causa de esta
pandemia. Se mortificaba al no saber quiénes eran sus alumnos, muchos de los
cuales jamás llegó a conocerlos, jamás tuvieron la oportunidad de disfrutar su
buen humor y disposición para el trabajo. Sin embargo, algunos medios virtuales
sí nos permitieron tener una comunicación, en cierta forma, regular. Habíamos
intercambiado opiniones del ambiente político no hacía una semana. Buen viaje,
Clara.