Este año tuvimos la visita de
Rafael Dumett con quien conversamos sobre su notable novela El espía del Inca. En
su libro y en la conversación que tuvimos por su obra se fue pelando una serie
de mitos y creencias que se han ido construyendo en nuestra sociedad oficial
que dista mucho de la real, un discurso que ha alejado una verdad cruda y
engañosa, esa que se está agitando violentamente por estos días para sorpresa e
incomodidad de muchos. El discurso que hemos aprendido en escuelas y medios de
comunicación, aferrándose a estos y defenestrando a aquellos que lo rechazaban
imputándoseles automáticamente la categoría inexorable de “terruco”, se ha
resquebrajado violentamente y se han soltado muchos demonios contenidos histórico,
cultural y políticamente hablando; como una suerte de Caja de Pandora. Después de que PCT iniciara una aventura golpista, las secuelas de
esta acción se hubieran podido cortar rápidamente de no haberse cometido los
gruesos errores por parte de la presidente reemplazante, así como el del
nefasto Congreso, el espacio que concentra a las sordas fuerzas políticas de
nuestro país.
En una entrevista radial comentaba del peligro que significaba el estado de emergencia en nuestro territorio; antes de que entrara en vigor, hice los comentarios de las posibles graves consecuencias de la implementación de este sin tener la capacidad de haber leído el malestar social y de no haber actuado con serenidad; todo lo contrario, reaccionaron con un triunfalismo que ha exacerbado e indignado a muchos sectores de la sociedad. Carente de una buena de respuesta, se permitió que PCT realice diversos comentarios proselitistas y demagogos contando con el apoyo de algunos gobiernos latinoamericanos; y que la presidente haya confirmado inicialmente su permanencia en el poder hasta el 2026 con la venia y aplausos congresales, lo que provocó que mucha gente se haya volcado a las calles indignada por la percepción de burla por parte del poder político. Nula capacidad de lectura social. Mientras muchos aplauden la paz de los cementerios, al momento de escribir este artículo hay 18 muertos (¿terrucos?), un gabinete que se tambalea, el juego sucio de adelantar elecciones sin cambios en la estructura de los principales culpables del panorama desastroso: los partidos políticos. El bucle degradado de nuestra política recae en ellos, en esas congregaciones civiles cuestionadas que se rehúsan a aceptar el válido rechazo ciudadano. Salvo excepciones, estos partidos congregan personajes nada cívicos, carentes de empatía y un denigrante egoísmo. ¿Podrán proponerse a hacer los cambios políticos para enderezar las cosas? ¿podrán los otorongos dejar de serlo en esta ocasión antes de que nos derrumbemos como sociedad? ¿Estarán a la altura estos personajes? Desesperados, muchos añoran tener alguien con botas en el poder, dudando del desempeño civil: un eterno estado de sitio. ¿Eso queremos para nosotros?