Varias noticias internacionales y nacionales han desbordado límites con acciones bastantes peligrosas, pues atentan contra el respeto de la integridad personal y social. Sólo basta ver lo que estamos viviendo en estos momentos en el mundo y en el Perú para ver cuántos límites ya han sido rebalsados, trasgredidos. El reciente caso de la violenta irrupción en la embajada de México en Quito por parte del gobierno ecuatoriano es tan grave que ha vuelto a este país en una suerte de paria en el mundo jurídico internacional. Quienes hayan visto la reunión especial en la OEA (https://www.youtube.com/watch?v=R3FApQtcMl8), la censura ha sido casi unánime (sólo Ecuador a favor y la abstención de El Salvador), pues la toma de la sede diplomática ha sido una verdadera demostración de la fuerza por encima de la razón y el derecho, conceptos tan venidos a menos en nuestras sociedades. Ha surgido una serie de especulaciones sobre las causas, siendo una de las más polémicas la de la intención del presidente ecuatoriano de querer levantar su popularidad entre sus connacionales usando mecanismos violentos para demostrar “quién manda aquí”; pero los hechos están ahí, bastante documentados y cientos de testigos en el momento. Las consecuencias a este hecho van a tener repercusiones negativas para el Estado ecuatoriano; una de estas es que la sanción debe ser drástica para sentar precedentes con el fin de evitar que esta violenta modalidad sea aplicada por otros estados del mundo. Ha habido casos varios en que sedes diplomáticas han sido vulneradas, pero la gravedad de este caso es que el Estado ha sido el promotor del mismo. Aún recuerdo que en 1980 hubo el caso de nuestra embajada en La Habana que perdió el resguardo policial lo que permitió que muchas personas ingresasen a territorio peruano buscando asilo, lo que devino después en una gran oleada de refugiados. Pero el gobierno cubano no ingresó ni ocupó la embajada. El uso de la fuerza como un medio expeditivo es la tentación de muchas personas que, sea por intereses o por desconocimiento, buscan en esta la solución a todo. En nuestro país, debido al incremento de la violencia delincuencial, se ve en la fuerza la única solución; sin embargo, las entidades encargadas en promover las seguridad y bienestar social son afectadas por el cáncer de la corrupción que viene desde la misma cabeza del Estado, debilitando todo el tejido social. El escándalo de los Rolex es sólo la punta de un corrupto iceberg que no quiere ser cuestionado por diversos personajes políticos que están haciendo ingobernable nuestro país. En su fagocitosis zafia, estos políticos cuasi delincuentes se están llevando de encuentro a toda la sociedad en su conjunto amparándose en la “ingobernabilidad”. O sea, que sigan robando a vista y paciencia de todos. Parafraseando a Brecht, qué tiempos estamos viviendo en los que tenemos que defender y argumentar lo que es evidente y escandaloso. De locos.