Sábado, 31 de marzo. Cumpleaños de María. Último día para
sacarle el jugo a la camioneta, pues el domingo, que solo íbamos a estar hasta
un poco más allá del mediodía en Cajamarca de retorno a Trujillo. Fue un día
con viajes cortos, pero no por ello menos interesantes. Ese día el periplo no
iba a ser muy lejos de la ciudad. Habíamos decidido visitar una laguna de San
Nicolás, gracias a las recomendaciones de César Alva. Así pues, con el fin de
no llegar exhaustos por la noche para ir a una buena cena, decidimos hacer este
corto periplo. Partimos por la misma ruta que habíamos tomado el día anterior
para Celendín. A cierta altura de la carretera, mucho antes de llegar a Polloc,
ingresamos a un desvío que nos tomó un largo trecho para llegar a la laguna. En
realidad, fue errada la vía que habíamos tomado, pues la ruta indicada era la
que llevaba a Llacanora y Namora. Felizmente, las distancias y el paisaje que
íbamos viendo recompensaba nuestro extravío. Llegamos a San Nicolás, una laguna
simpática con regular cantidad de junco y varios patos serranos que han hecho
su hábitat regular. Los patos han aprendido a convivir con los humanos, pues
este lugar es empleado como un lugar de esparcimientos por los cajamarquinos y
los visitantes como nosotros. En realidad, el sitio se ha convertido en un
parque recreacional lleno de juegos de adrenalina, como el que experimentamos
en Iquitos. María y yo decidimos hacer una visita por la laguna con un kayak.
Portando nuestras cámaras, nos subimos a uno y nos fuimos a tomar fotos a los
patos y algunas atracciones acuáticas (raros insectos de largas patas que
flotan y se desplazan por las aguas). Decidimos almorzar en la zona, había un
simpático restaurante en el cual ordenamos trucha. Esperamos un rato
aprovechando refrescarnos con una cerveza. La trucha frita estuvo buena. Una
vez culminado nuestro almuerzo nos enrumbamos a Llacanora para ver las
cataratas del lugar. La carretera está en buen estado; nos fuimos despacio para
no extraviar el camino, pero esta vez las indicaciones eran correctas, fuera de
que en la carretera hallamos la orientación adecuada. Un problema muy
generalizado en nuestras ciudades y zonas de interés es la escasez de
señalética: o no la hay, o de existir es inadecuada. Felizmente al llegar al
lugar se nos dijo que se podía ingresar con la camioneta. Eso fue lo que
hicimos, tomamos una estrecha senda por la cual previamente había pasado un
camión; si tal vehículo pasaba sin problemas, el nuestro iba a pasar con
comodidad. Llegamos al punto en el que dejamos la camioneta para ir a buscar
las cataratas (son pequeñas) que tienen la denominación de hembra y macho. El
lugar es simpático. Hace varios años fui al lugar y no había señalización
alguna; ahora tienes información en diversos carteles, lastimosamente algunos
han sido dañados o pintarrajeados, actos de incultura cívica. Pobres imbéciles.
Una vez culminada nuestra visita a ambos lugares, regresamos
temprano con el fin de devolver la camioneta, no sin antes haber hecho algunas
compras finales como ropa y artesanía que María quería llevar a Trujillo como
ollas de barro y platos de igual material. La cosecha fue bastante buena, pues
hicimos buenas compras finales. Llegamos temprano a nuestro hotel, previa
llamada al dueño de la camioneta; ya habíamos cargado de combustible para dejarlo
tal como se nos entregó. María se encargó de entregar el vehículo, pues me
estaba duchando. Por la noche nos fuimos a cenar al Hotel Costal del Sol, el
Páprika, para cenar riquísimo. Hay una buena carta que ofrece buenas fusiones
de productos oriundos con comida internacional. Una vez terminada la cena, nos
fuimos un rato al bar a tomar una última copa en nuestra última noche en
Cajamarca por esta vez. Cerramos nuestra visita nocturna con la visita de algunas iglesias, siempre La Recoleta, preparándose para la misa de resurección y fuimos a algunos locales a ver artesanía.
Al día siguiente, 01 de junio, último día en Cajamarca, nos levantamos temprano para dejar todo
ordenado; María tenía varias cosas por llevar. Una vez terminado nuestro opíparo
desayuno, arreglamos las últimas cosas que faltaban embalar para poder hacer
una caminata por la ciudad para fotografiar sus bellas casas antiguas. Además,
por primera vez entré a la iglesia de San Pedro ubicado en una simpática plaza.
También tuve oportunidad de detenerme a ver con más detalles el Arco del
Triunfo de la Calle Comercio, detalle que nunca tuve el tiempo de observarlo y
conocerlo más. Aquí más detalles de la calle (http://cronicascajamarca.blogspot.com/2010/06/jr-del-comercio-ayer-y-ahora.html). Como María buscaba aún algunas cosas, nos fuimos al mercado donde pude ver todo un mundo que yace a veces oculto para muchos turistas.
Cajamarca tiene numerosas casas con bellas portadas, algunas de las cuales
están muy descuidadas o ya en franco deterioro. Se ve, paulatinamente, el
deterioro de la misma. Espero que haya la buena voluntad de preservar con más
celo este bello centro. Recuerdo el segundo día a un mexicano que se coló con nosotros
para sacar la camioneta. La portada de la casa es impresionante, pero es solo
un cascarón. El mexicano había perdido la oportunidad de haber viajado con
otros amigos a Cuzco, por lo que decidieron enrumbarse a Cajamarca y luego
Chachapoyas. Para él, Cajamarca fue todo un hallazgo impresionante. Espero que
sea siempre así. Ya depende de sus habitantes de seguir siendo el asombro para
los demás.