El miércoles 23 de la semana
pasada, el novísimo Centro de Investigación EVIDENCIA (CIEV) presentó a la
comunidad trujillana el primer fruto de su trabajo de investigación:
Chalequear, chantajear y boicotear, funciones del actor delictivo en campaña
electoral. Fui invitado como panelista a la presentación de la misma que habla sobre
los estrechos vínculos existentes entre personajes y partidos políticos durante
campañas electorales y el crimen organizado.
Esta valiente investigación
cualitativa ha hecho un corte en los momentos coyunturales en los que se
produce una intensificación de procesos políticos como los que se dan durante
las elecciones municipales o distritales, y se realizan mayores y más
frecuentes contactos entre el candidato y la masa electoral. La investigación
ha tomado algunos referentes en países en los que esta situación ya se ha
tornado frecuente como lo es en México, El Salvador y Colombia. En los
antecedentes más drásticos y extremos a recordar están los sonados crímenes de José
Donaldo Colosio y José Ruiz Massieu, ambos asesinados en México en 1994, por
querer limpiar el PRI de los escandalosos vínculos con el crimen organizado y
el narcotráfico que aumentaron considerablemente en el corrupto gobierno de
Salinas de Gortari. La investigación inicial que ha hallado el hilo extremo de
una gran madeja puede cambiar el panorama político de nuestra ciudad y que
puede extenderse más allá de Trujillo de hacerse las pertinentes
investigaciones. El crimen está entrando en contacto con actores políticos para
que, a través de roles claramente definidos, los actores delictivos les
permitan actuar en campaña en ciertas zonas “rojas” de algunos distritos
trujillanos. Quizá ya se haya mencionado esta situación previamente, sea por
medios de comunicación, sea sotto voce. El miedo y la ignorancia de algunos de
los actores de este proceso han permitido que estas formas hayan ido creciendo
en Trujillo de manera alarmante. La aparición de un personaje clave, al que los
investigadores denominan “chacal”, es importante, pues es el gozne entre el
bajo mundo y los políticos que no quieren verse involucrados en escándalos que
puedan dañar su imagen sobre un tema tan sensible como lo es la seguridad
ciudadana, sobre todo en las próximas elecciones municipales. Las entrevistas
hechas a personajes involucrados en esta actividad son aleccionadoras y
preocupantes, pues evidencian una penetración de esta actividad no regulada aún
en el mundo legal en las campañas políticas. Debido a la confidencialidad y a
lo complejo del tema, esta valiosa investigación quizá vaya a avanzar con
algunos tropiezos. Pero documentación tiene, así como testimonios que
permitirán ahondarla.
Tras la investigación quedan
muchas preguntas, algunas de las cuales podrían derivárselas a los futuros
candidatos a diversas alcaldías de nuestra ciudad, preguntas que por cierto no
serán nada cómodas. El periodismo tiene la palabra.
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