Nuevamente cayó el equipo nacional de fútbol. Una crónica con un final ya previsto, ya anunciado: otro fracaso. El comportamiento errático y espasmódico de los dos grandes deportes colectivos, el fútbol de varones y el vóley femenino, pareciera que estuvieran retratando la crisis de la sociedad peruana en su conjunto. Gracias a los medios, la publicidad, la propaganda y a otros factores promovidos por la educación, los deportes colectivos son actividades muy integradas a la sociedad con muchos fines; no sólo sirven como entretenimiento, sino como una fuente poderosa de ingresos, así como una forma atractiva y estimulante de creación de identidad; también son una construcción de una marca y formas útiles de distracción de gobiernos para sus pueblos: pan y circo. Por eso, muchos estados son benefactores directos o indirectos de la formación de equipos acompañados de intensas campañas distractoras o fomentadoras de un chauvinismo a ultranza en la que los jugadores reúnen todas las cualidades y valores del buen ciudadano. Y en medio de los grandes eventos deportivos los gobiernos hacen sus fechorías en medio de la euforia popular. Ejemplos varios tenemos: durante la campaña clasificatoria del equipo peruano para el Mundial de Argentina 78 y mientras un ebrio Morales Bermúdez abrazaba a un sudado Julio Meléndez, en los diarios en un recuadro lateral salían discretamente al día siguiente una nueva alza de gasolina; o, cuando se caía frente a Bolivia en esta magra campaña del actual seleccionado, la reciente jugada del inefable congreso para lograr la bicameralidad y la reelección no sólo automática, sino a perpetuidad si lo desean los dilectos padres de la patria. El microcosmos que se arma en un seleccionado nacional, sea de fútbol o vóley, o las otras modalidades relegadas en nuestro pobre panorama deportivo, muestran un poco cómo es la sociedad de la cual “extraen” los jugadores que las conforman. Con sus bondades y defectos, juntos tratan de construir un objetivo decisivo: goles o puntos. Y una cabeza fría, exigente y preparada para la idiosincrasia de los connacionales: los DT. Pero no está funcionando. Ambos equipos a nivel sudamericano están en la cola: esa es la radiografía actual. En el Sudamericano de Vóley Femenino de este año, Perú quedó último; en este torneo sudamericano de fútbol, clasificatorio, también estamos últimos. En el reciente Panamericano, las medallas peruanas casi todas son individuales. Para nosotros, agobiados por nuestros políticos, delincuentes, recesiones e inflaciones; pareciera que la única forma para lograr nuestras medallas de resistencia va a tener que ser una lucha en solitario. Cuando escribo este texto, me viene a la mente ese vals que dice: “un fracaso más, qué importa, si en la vida nunca fui feliz”; mientras los DT y sus equipos técnicos, tanto del deporte como de la sociedad, siguen viviendo su vida en paralelo: todo en paz.