El día de hoy, domingo 21, el
papa Francisco culmina su primera visita a nuestro país (la vigésimo segunda a
nivel mundial) en un periplo iniciado el lunes 15 inicialmente en Chile. Un
total de seis días para ver la realidad de esta parte del continente y sus
grandes problemas, de los cuales algunos de ellos atañen directamente a la
iglesia católica. Esta visita, a diferencia de las que realizó el conservador
papa Juan Pablo II, sucede en contextos históricos distintos, aunque las causas
de algunos problemas de entonces sean idénticos. Por ejemplo, el Norte peruano
se recuperaba lentamente del desastroso Niño del 82-83; ahora estamos saliendo aun
lentamente del Niño costero del año pasado, pues de la anunciada y ansiada
reconstrucción se ha hecho poco. También hay otro contexto histórico mundial:
Juan Pablo II era en cierta manera producto de una reacción a la bipolaridad de
los rezagos de la Guerra Fría que culminaron con la caída del Muro de Berlín.
Esta situación permitió que ciertos líderes bastante cuestionados no hayan sido
abiertamente censurados como es el caso de Pinochet, con cuyas víctimas o sus
descendientes Francisco se ha tenido que reunir en Santiago de Chile. La visita
de Francisco a nuestras tierras está enmarcada, pues, en un momento bastante
diferente, con una sociedad que quiere y debe de reclamar más justicia, la cual
debe de ser velada por la Iglesia Católica como parte de su compromiso. Este
viaje no ha sido muy agradable para el líder de la iglesia. En Chile el reclamo
ha sido claro tanto por el espinoso problema de los crímenes sexuales cometidos
contra jóvenes seminaristas, así como el trato contra las minorías étnicas, en
este caso, los mapuches. Esas grandes heridas chilenas son las mismas que las
peruanas. Los problemas en Chile se han confrontado de manera más directa; el
problema de la pederastia removió las raíces de su sociedad; la pregunta cae
por sí sola: ¿la sociedad peruana no se sintió tan afectada como la chilena? La
intervención al Sodalicio es una acción tardía que ha pasado por agua tibia en
nuestra sociedad, pese a toda la reacción mediática de entonces al respecto. Un
punto álgido ha sido el abierto reclamo de las etnias amazónicas constantemente
agredidas por diversas personas, empresas y entidades para poder usurpar sus
ancestrales propiedades a estos, alguna vez llamados, ciudadanos de segunda. En
un reciente viaje a Nauta vi un mural que mostraba escenas diversas entre
ellas, las de una congregación religiosa que había cometido atrocidades entre
la población aborigen en nombre de Dios. Francisco trae tras de sí una historia
para Sudamérica.
Sin embargo, la iglesia acoge
a muchas personas decididas a luchar por la condición humana; me hace recordar
a Hubert Lanssiers, quien valientemente luchó contra las fuerzas del orden y
los senderistas para rescatar a personas abandonadas en la locura de lo que fue
el terrorismo en nuestro país. Lux in tenebris lucet.
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