Creo que pocas personas se han
sorprendido con la noticia del mes acaecida la semana pasada: tanto Keiko
Fujimori como Alan García figuran en las agendas por lo que ya son personajes
involucrados en el escándalo Lava Jato. Es más, Alan García ha aceptado que las
siglas AG le corresponden, pero que estas no incluyen acto alguno de prebenda
recibida de esta empresa que ha deshecho la imagen de personajes del mundo
político y empresarial a lo largo de Latinoamérica. A estas alturas, pocas son
las personas que están aún pensando que ambos líderes son probos, transparentes
y honrados. Desde que el vicepresidente y director global de Cumplimiento de
Odebrecht, Michael Munro, está aplicando la política de limpiar la casa y lavar
el lodo de la misma, muchos líderes de varias latitudes han puesto sus barbas
en remojo. Nuestro país fue un campo de acción bastante abierto para el
accionar de esta empresa que “aceitó” no solo a políticos, sino a empresarios y
empresas, instituciones (Poder Judicial) y otras formas organizativas en
nuestro país (periodistas y periódicos, por ejemplo).
Lo que se viene por delante puede
generar un buen e interesante punto de quiebre para nuestra sociedad tan
plagada de corrupción y mediocridad. Lo primero es estar alertas para los
posibles cambios de regla en el mundo electoral; de dejar abierta la
posibilidad de los grandes aportes económicos permitiría el acceso libre al
dinero sucio proveniente del narcotráfico. Este ya está enquistado en la
política y, pese a su cuestionamiento y barreras de control, ha ido creciendo
entre las diversas contiendas electorales en nuestro país. Alcaldes, regidores,
congresistas e incluso candidatos presidenciales no escapan de esta telaraña.
De permitirse hacer abiertas las donaciones, el narcotráfico tendrá puerta
abierta para acceder de libre y campante hacia puestos más grandes y
estratégicos.
Otro es el actuar del corrupto
Poder Judicial controlado discrecionalmente por los ahora cuestionados
personajes. Para nadie es secreto que estos líderes han ido colocando en
puestos estratégicos a hombres y mujeres cuya función va a ser allanarles el
camino, limpiarles el pasado o crear cuadros legales de prescripción, ya
anteriormente utilizado por uno de ellos. ¿Estará nuestro alicaído Poder
Judicial actuar a la altura de la situación? De todos personajes voceados, solo
Ollanta está en prisión pues en su absurda ingenuidad se quedó en Lima no
habiendo creado su urdimbre legal como lo han hecho los peces más gordos. La
agenda se la está dictando la realidad internacional y ellos están perdiendo el
paso.
Y otro de los alcances
imprevisibles será el terremoto en la misma política. Quizá sanear a la misma
será una buena consecuencia, pues en cierta manera ellos han sido culpables de
generar tanto escepticismo entre la gente. Son referentes paradigmáticos del
mal político, del demagogo, del corrupto astuto que sabe cómo escapar de una
justicia acomodada a su medida. De ser cierto, un gran cisma debe de ocurrir y
será el momento para potenciales líderes jóvenes que quizá tengan una mejora
perspectiva de nación, un mayor compromiso de ciudadano para transformar una
casta bastante venida a menos para darle un nuevo rostro.
Esperemos que así sea. Veámoslo
como una gran oportunidad.