La semana que muere tuvo como plato
fuerte la aprobación de la prisión preventiva por 18 meses a la expareja
presidencial conformada por Nadine Heredia y Ollanta Humala.
En el transcurso de esta misma
semana, en la Alianza Francesa de Trujillo hubo un conjunto de celebraciones
por el aniversario patrio francés, entre los cuales se realizó un interesante
debate sobre la importancia histórica de la Revolución Francesa, fenómeno copernicano
que cambiará el rumbo ideológico y social del planeta. Durante más de una hora
y media que duró el intercambio de ideas, estuve conversando con los profesores Antonio Ayesta, Alfredo Alegría y Hugo Florián Orchessi sobre la importancia de este evento del cual
la actual sociedad occidental es mayoritariamente hereditaria. Para unos, la
Revolución está sobrevalorada; mientras que para otros, fue el momento decisivo
para la humanidad de buscar nuevos conceptos ideales de justicia, libertad e
igualdad. Estos conceptos son los que han movilizado a la humanidad y la
búsqueda de estos comenzó a expandirse a través del continente americano a lo
largo de los siglos XVIII hasta, por qué no decirlo, el XXI. Sin embargo, tras
las discrepancias y las reflexiones del caso, todos coincidieron que este
evento histórico marcó la extinción de un modo de producción y de pensar medieval
llamado Antiguo Régimen. Las formas del poder y de las interrelaciones sociales
cambiaron al tomarse el principio de igualdad de todas las personas frente a la
ley, por ejemplo.
El escándalo Odebrecht ha abierto
una brecha honda en todos los campos de la sociedad peruana. Sus repercusiones
ya se están notando. Pero, en una sociedad sumergida en la corrupción como la
nuestra, los matices de la aplicación del sistema judicial, uno de los más
corruptos de Latinoamérica, saltan a la vista. Para todos es conocidos que esta empresa corrompió funcionarios, empresarios, abogados, gobernadores
regionales, candidatos presidenciales y hasta presidentes. Sin embargo, la celeridad
para aplicar la justicia es relativa. Las dádivas y prebendas cambian semánticamente
de acuerdo a la persona involucrada. Y los medios, parcializados, se prestan al
juego en vez de buscar el sentido de la justicia como tal. La corrupción nos ha
devuelto, en cierta forma, al Antiguo Régimen. El rey y la aristocracia estaban
por encima de la ley común y eran intocables, en cierta forma. Y el sistema lo
justificaba. Desde que estalló todo no hay más que un ex viceministro y un ex
asesor en prisión preventiva desde enero. Un expresidente está con orden de
captura. Solo una expareja presidencial está en prisión preventiva. Pero otros
varios personajes peso pesado nombrados en diversas declaraciones no son
perturbados. Otro inculpado decidió
renunciar a su partido político y un gobernador regional compró su
libertad. Ante tan gruesos escándalos de corrupción y tan pocos avances, pareciera que estuviéramos en el Antiguo Régimen, ¿alguien duda de ello?