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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal

viernes, 26 de diciembre de 2008

PUNO, TECHO DEL SUR (1)



Semana Santa de 1997. Pensaba en hacer algún viaje simpático, no creo que alguno de mis amigos tuviese la voluntad de acompañarme así que me organicé para ir solo. Hurgué muchas posibilidades y me concentré en el sur. Ya había estado en Tacna y muchas veces en Arequipa y Cuzco. Puno y el lago Titicaca, era el espacio. Así que me puse manos a la obra: organicé todo el viaje de tal modo que todos los días había algo que hacer. Eso quizá fue una de las situaciones que han de entrar en crisis durante en el viaje como luego contaré.


Salí de Trujillo temprano en AEROCONTINENTE e hice conexión en Lima con un vuelo de FAUCETT (ambas líneas áereas ya no existen, gracias al libre mercado). Llegué por la tarde al aeropuerto de Juliaca, habíamos hecho escala en Arequipa; la señora que iba sentada atrás tuvo la infeliz iniciativa de mostrarle a su compañera de viaje dónde había caído un avión de la misma empresa el año pasado (donde murió uno de los hijos de De Szyslo). Eso me inquietó un poco, ya que fue por un error de aterrizaje que el avión cayó con sus 125 personas. Felizmente aterrizamos sin problemas. La vieja desgraciada bajó ahí también, no la hubiera soportado hasta Juliaca.
Por avión pasas por encima del Misti y Chachani, es una sensación interesante. Llegas a Juliaca 20 minutos después, lo que por tren te demora casi 24 horas (¿cuándo mejorarán nuestros trenes? Ni por haber sido privatizados han mejorado).
Ya en Juliaca el frío y la altura te pasan una cierta factura al cambio. La agencia de viajes se había comprometido a recogerme; Puno no tiene aeropuerto, pero la distancia de Juliaca a Puno no es exagerada, en 15 a 20 minutos ya ves el lago y la ciudad. Me instalé en un hotel regular, no tan lejos de la ciudad. Luego de almorzar, nos fuimos a Sillustani; en el viaje hice buenas migas con una pareja de brasileños. El viaje sí fue impresionante. El lago que uno ve como paisaje de fondo no es el Titicaca, es la laguna Umayo. Los monumentos por su condición líticas están regularmente preservados. Lo interesante es su origen, no es inca sino Colla y este espacio necrológico fue usado por los señores del Cuzco. Los conquistadores españoles quisieron rápida ganancia y dinamitaron estas tumbas; algunas de ellas se ven colapsadas y las preservan así para ver la brutalidad y la estupidez a la que puede llegar el ser humano. En el retorno nos detuvimos en el pueblo de Paucarcolla, había una fiesta de San Tiago Labrador; vimos una de las andas totalmente cargadas de frutas y todo tipo de vegetales para rendir homenaje a su santo patrón. En el retorno hablando con los brasileños y luego de haber entonado alguna canción de María Bethânia, ella reflexionaba sobre lo que veía de Puno (y de todo el Perú). Le extrañaba que casi todos los edificios estaban a medio acabar; todo nuestro país tolera esta visión que tenemos de nosotros: no hay nada concluido. Y esa trasgresión visual la toleras como normal. Nada de enlucido, que quede sólo el ladrillo.
Al día siguiente me esperaba un viaje alucinante, fuimos al muelle y vi la cantidad de algas que se había expandido por el muelle, a causa de la polución. Estas algas estaban matando el resto de la flora y fauna, ya que no deja filtrar los rayos solares. Espero que a estas alturas ya hayan mejorado eso. Nos íbamos a la isla Tequile. Estuve en Puno en 1973 (cuánto tiempo) y 1977; pero esta vez sí me aventuré a más. En el 73 y el 77 estuve en la isla flotante de los Uros; pero esta vez me fui más allá (cuando estuve en Bolivia en 1993 llegué hasta Taraco e ingresamos a unas islas pequeñas donde vimos a otros uros fabricando balsas). El viaje en barco fue simpático y todos los turistas que íbamos en él estábamos muy entusiasmados de lo que veíamos, en un momento oí una sugerencia de nuestro guía: no agitarnos tanto ya que íbamos a necesitar nuestra energía para lo que venía. Llegamos a Tequile, vimos el pequeño embarcadero pero no la población, de pronto el guía nos señala nuestro objetivo: estaba en la parte superior de la isla. Menuda caminata nos esperaba. Cuando comenzó la ascensión, vimos a varios hombres del lugar que llevaban maletas de varios viajeros que iban a pasar la noche ahí. El ascenso fue penoso. Pregunté cómo se llamaba la escalinata: el calvario. Nunca mejor nombre colocado. Mientras los naturales subían sin problemas (con bultos, además) los demás éramos objeto de misericordia.
Al llegar a la parte superior, nos encontramos con los residentes lugareños, quienes son peruanos por elección, gracias a un convenio que han firmado las autoridades de esta pequeña isla y el gobierno peruano; vimos a los varones llevar simpáticos chullos, los colores indicaban su situación marital. Bacán.
Una vez distribuida la gente que se iba a quedar con los habitantes del lugar, los demás hicimos una pequeña marcha por el lugar, donde hay restos pre e inca. Personalmente tuve mis reparos para comer, pero el hambre apretaba: te ofrecen pescados del lago, sobre todo lifes que fríen delante de ti. También la papa y el chuño son parte de su gastronomía. Desde este lugar, el lago adquiere una nueva dimensión. Los pequeños poblados tienen algunas construcciones en piedra desde la colonia; el poblado tiene otra entrada, más larga, pero menos accidentada como ascenso. El lago está por todas partes.
Descendimos para nuestro retorno, el atardece pintaba el cielo. Iba a llover un poco (como así sucedió) y retornamos a Puno. Llegar a Puno de noche desde el lago es impresionante. Bello viaje.
Luego contaré mi viaje bordeando el lago para visitar Juli, Pomata y Copacabana; eso amerita otro archivo.

1 comentario:

Victor Francisco Cabrera Ludeña dijo...

"Cosas a medio hacer" ¿es típico de los peruanos? siempre he tenido la idea que la comida de Puno es muy salada...buenas las reflexiones de un viajero como usted
saludos