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Trujillo, La Libertad, Peru
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lunes, 29 de diciembre de 2008

GUANAJUATO, UNA APURADA VISITA


Si alguna vez a uno le ha pasado que el cúmulo de malos entendidos puede ser motivo de un viaje accidentado, esa puede ser la situación que se me presentó cuando me tocó visitar ese bello rincón de México que es Guanajuato.


Había salido de Toluca con el objetivo de hacer dos viajes a destinos claves para mi viaje: Querétaro y Guanajuato. Gracias a los consejos de Luz del Alba y sus amigos, tomé el bus EL CAMINANTE, en un viaje a la ciudad de Querétaro (bella y hablaremos luego de ella) y atravesé el estado de México (no el DF.). Salí a las 8 de la mañana y en el camino llegamos a pequeñas ciudades como Ixtlahuaca y Atlacomulco (me impresionó tanto ese nombre que lo recuerdo exactamente). Cruzar esta suerte de meseta es un poco aburrido y es por eso que caí en sueño; el paisaje no es tan accidentado, eso me hubiera mantenido despierto; además en el bus íbamos, creo, unas 7 personas.


Al llegar a una estación (no la reconocí) bajamos un rato a estirar las piernas; ellos cargaban combustible y me acerqué a preguntar dónde estábamos: era Querétaro. Si no hubiera preguntado, hubiera seguido viaje hasta...¡Tijuana, destino final! En México todos los buses siempre se dirigen a un terrapuerto, tiene una buena organización vial (fuera de sus magníficas carreteras) y eso te permite ubicarte rápidamente. Tomé un taxi y me instalé en un totel simpático de la ciudad; en Querétaro me quedé dos días y salí rumbo a Guanajuato.
Al salir, decidí no hacer siesta alguna con el fin de pasar algún otro contratiempo. Falsa idea. Pasamos Celaya, Salamanca y llegamos a Irapuato. En mi desvarío, leí Guanajuato, pero no me percaté que era Irapuato, Estado de Guanajuato. En mi premura leí lo último y bajé del bus; muy seguro voy a buscar un hotel, al Irapuato, y me alojé. Estaba segurísimo que las momias me esperaban para visitarlas. Pero algo raro veía, la geografía que solía ver de Guanajuato era distinta a la que veía. Guanajuato tiene calles en pendientes, lo que veía eran calles planas, sin ninguna colina a varios kilómetros a la redonda, donde estuviera la famosa estatua monumento al Pípila (leí su historia como niño héroe a los 7 años). Mi seguridad terca no me hizo preguntar tan pronto en el hotel, hasta que al conserje le pregunto el horario de atención del museo de las dichosas momias; el conserje me miró con extrañeza y me explicó que eso quedaba en Guanajuato y no en la ciudad que estaba. Ni modo, decidí sacarle el jugo a Irapuato e ir en bus ida y vuelta a Guanajuato al día siguiente. Luego de almorzar e ir de cacería fotográfica, me di cuenta que esta ciudad tenía sus encantos, pero quería ver mi objetivo principal. Lo impresionante de México son sus iglesias; había visto unas impresionantes en Toluca, Querétaro y aquí; pero lo que vi en Guanajuato y Taxco no se borrarán de mis retinas.
Al día siguiente salí temprano a Guanajuato en bus; llegué a eso de las 11 de la mañana y tomé un taxi para hacer el tour de los "alrededores", así fui al museo de momias (bacán), pasamos por los túneles (que hay varios por las excavaciones de plata que la hicieron famosa), nos dirigimos al monumento del cura Hidalgo y otros lugares más; luego me dejó en el centro de la ciudad y comencé a recorrer esta vieja villa barroca; aquí se hace el Festival Cervantino en su teatro que es una joya, lástima que estaba cerrado. La iglesia de los Jesuitas es otra joyita que hay que verla con calma y gusto. Recorrer sus calles es recorrer la historia de México, fui a ver la casa en la que colgaron (en cada esquina del inmeso palacio) a los héroes de la Independencia, entre ellos al Padre Hidalgo Costilla en su famoso Grito de Dolores, pasear por la amplia escalera de entrada de la Universidad Autónoma, haber visitado el cerro San Miguel y haber tenido una impresionante vista de esta ciudad, que fue el corazón político y cultural de México. Debo volver para estar mínimo un par de días bien trajinados. Un pendiente.



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