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Trujillo, La Libertad, Peru
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sábado, 6 de diciembre de 2008

POECHOS, PROMESAS, PROMESAS

Quizá ese 16 de noviembre vaya a quedar en mi recuerdo como el día más trotador que haya tenido (aunque, valgan verdades, sí he tenido varios días así en mi vida de trotamundo) para un solo día. Luego de devaneos matutinos y algunos contactos, decidimos ir a dos lugares, de los cuales estuvimos conversando el día anterior a nuestro gran periplo. Tras el suculento desayuno, y tras las frustradas gestiones de lo formal, decidimos ir por nuestra cuenta. Ya narré nuestro viaje a Sechura y la visita a su impresionante iglesia (de ella debo hablar con detalles, porque se lo merece), sus playas. Retornamos a Piura, aún con el estómago lleno por el contundente desayuno piurano de El Chalán.


Al bajar de la combi que nos traía de Sechura, preguntamos a algunos peatones dónde se hallaba el terminal de colectivos a Sullana (recuerdo que alguna vez tomé uno con una amiga, Ingrid) y me di con la sorpresa que ya no existían. Raro. Con la intensa afluencia de pasajeros entre Piura y Sullana, esperaba que hubiera más movilidad. No la hay. De pronto, alguien nos dijo que cerca a allí estaba el paradero de buses a nuestro objetivo inicial. En un destartalado bus, encontramos el último par de asientos. Gustavo subió raudo y puso su humanidad en los sitios que quedaban (prácticamente sobre el motor). En fin, no estábamos para detalles refinados.


El viaje fue un poco penoso, pero tenía las secretas esperanzas que íbamos a llegar a Poechos. lo que más desasosiego nos causaba era el hecho de que la gente nos daba versiones de lo más dispares sobre la ubicación de dicha represa. Unos decían que estaba cerca; otros, bastante lejano; varios sólo la habían escuchado nombrar.
Sullana. Llegamos a las 3 de la tarde aproximadamente, nos encontramos con una ciudad trajinada para ser domingo. Nos dirigimos a la Plaza de Armas y hallamos una heladería: el calor ameritaba un cremolada de tamarindo (ufff) y un helado. Ese fue nuestro almuerzo. Mientras, preguntamos a uno de los mozos, quien amable y patero nos dijo que estaba a..... 5 MINUTOS de allí y que un taxi nos llevaría por 5 soles. Nuestras almas se regocijaron y nos dejamos estar para disfrutar la tarde sullanera. Casi acabando nuestra cremolada, llega el mismo mozo a rectificar su error. En realidad, Poechos sí estaba lejos, casi tres cuarto de hora y un taxi nos podía cobrar unos cien soles. Entramos en trompo; la planeada caminatita hacia el malecón pasó al olvido y ahora teníamos que gestionar un taxi que nos llevara hasta allá. Como estuvimos relajados por el infeliz dato del chico, nos habíamos tomado casi una hora en nuestro comer y regurgitar.


Las 4. Comenzamos la búsqueda y escuchamos diversas opiniones. Fuimos al paradero a Poechos en un mototaxi, dos almas. Caí en desánimo, pero Gustavo estaba más decidido. Negociamos con un taxi recién llegado: "80 soles". Fuimos a otro no muy lejos de ahí. "120 soles". Retornamos al primero (no había más opciones) y con él quedamos a 70.


Subimos y nuestro amigo pisó el acelerador. Nos había dicho que hacía el tramo en sólo 45 minutos. Se lo tomó a pecho. Nuestro chofer tomó una vía que iba paralela al canal de desfogue de la represa. Cruzamos pequeños poblados rodeados de un verde feraz; cuando llegamos a Somate, ya la geografía era bastante diferente; habíamos estado ascendiendo, pero ligeramente. En realidad, mucha gente tiene una idea un poco vaga de la geografía piurana, la relacionan con playas y arena. Lo que veíamos desmiente todo eso; ya contaré del viaje que hice a Huancabamba, donde hay zonas que tocas las nubes y... ¡las cruzas! Piura es sorprendente. Nuestro apurado amigo cruzaba raudo el camino de trocha (pobre auto), la grava iba golpeando la parte inferior del auto, daba la sensación que éste se iba a partir. En su carrera, se llevó de encuentro un pobre pollo que tontamente cruzó el camino del bólido. Y a los 45 minutos clavados nos hallamos frente a un muro de tierra y partes de cemento: eran los bordes de la represa. Subimos por una trocha lateral y ahí estaba: un inmenso espejo de agua. He estado en Tinajones y Gallito Ciego, pero éste es mayor, grande, inconmensurable. He visto otros mayores, nunca olvidaré la represa de Assuan en Egipto. Pero Poechos tiene un espejo de agua impresionante. Además llegamos para tomar las pocas fotos con luz y ver cómo caía el sol en el extenso valle del Chira que se extendía hacia el mar. Sensaciones. Además rodeados de cierto silencio, ya que todo es grande ahí.


Teníamos que descender y el retorno lo hicimos por el lado que iba hacia Mallares, supuestamente hay una carretera (?) y ahí sí ves aridez. ¡Qué contrastes! Sólo 15 minutos antes veníamos por una verdura increíble, ahora nos rodeaban algarrobos y pobreza.
Casi rayando las 7 de la noche llegamos a Sullana para tomar nuestro bus a Piura. Nuestro objetivo estaba logrado, nos fuimos satisfechos. Vale.

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