Amotape, este nombre lo venía escuchando hacía años cuando iniciaba esta vida de errante alma por este bello espacio. Soñaba algún día asomarme por este interesante espacio para poder rascar un poco su identidad. En 1998 fui por primera vez a Máncora. En realidad, la playa fue por mucho tiempo un espacio poco grato, personalmente, para disfrutar. Es por eso que, mientras mis demás amigos iban a playa a surfear, prefería ir en mi auto a ver qué de interesante había por los alrededores. Mi segundo día en Máncora fue de un largo paseo que terminó en Tumbes; en dicho trayecto me encontré con diversos carteles que indicaban diversas entradas a Amotape; bueno, decidí ingresar unos 15 kilómetros tierra adentro y me iba topando con un interesante (y cada vez más amplio) bosque seco; veía pasar además a muchos ciclistas veraneantes de Máncora (se notaba a leguas) ingresando a esta reserva natural. Iba solo con mi cámara y filmadora, y me detuve a ver muchos lugares interesantes, llenos de aves. Este fue mi primer encuentro.
El segundo encuentro fue casi de ubicuidad. Hace dos años fui al Bosque Seco de Pómac (en Lambayeque) y, aunque es más denso en vegetación, la presencia de numerosos algarrobos añejos me trajo a la memoria aquella ya remota visita a Amotape.
Este tercer encuentro -espero no sea el último - me tocó conocer el otro lado de este fascinante lugar, resulta que mi primer encuentro había sido con aquello que se llama BOSQUE SECO ECUATORIAL; esta última visita me ha permitido llegar al BOSQUE TROPICAL DEL PACÍFICO. Alucinante, dos ecosistemas relativamente próximos y con fauna y flora bastante distintas que muestran sus personalidades.
Habíamos llegado a Tumbes (ciudad un poco descuidada por las autoridades) luego de un día y medio de haber estado en un hotel en la playa de Zorritos (solaz esparcimiento, umm). Al llegar a Tumbes, buscamos el mejor hotel de la ciudad (Costa del Sol) para alojarnos. Estuvimos en este sólo 3 horas, ya que no había agua a nuestro arribo; luego de esas 3 horas sin líquido elemento (un buen baño y buen uso de los servicios era imposible y había gastado casi 300 soles por el día de hospedaje), decidimos mudarnos de hotel. Albricias. Esta gestión nos permitió hacer contacto con una agencia que hace viajes a Amotape: entre tanta situación sombría, aparecía una bella luz. Luego de comer en un restaurante simpático, nos encontramos con Yuri, quien iba a ser nuestro guía al día siguiente.
Puntualmente, Yuri y nuestro chofer, Chapita, estaban en la puerta del hotel. Ya habíamos comprado galletas, fruta y rollos fotográficos, y sobre todo, agua (la íbamos a necesitar). Una vez ya premunidos, nos sentamos en la camioneta 4x4 que nos iba a llevar. En el camino nos detuvimos a cargar la camioneta con combustible de contrabando que viene del Ecuador; esto es terrible, pues ves a muchas personas vendiendo gasolina sin ninguna protección. El día que haya una tragedia (y la puede haber en cualquier momento) sólo todos se lamentarán. En realidad, la gente no aprende. El que haya muertos en un accidente así, la gente hallará una excusa (ese día me dieron varias: costo de vida, facilidad, etc.).
Dejamos ese triste incidente y salimos rumbo a una pequeña ciudad llamada PAMPAS DE HOSPITAL (recibió ese nombre durante el conflicto con Ecuador en 1941, donde se instaló un hospital de campaña); desde allí nos internamos por una trocha bastante accidentada, íbamos atravesando quebradas cargadas de arena y vegetación seca. Pero pronto la fisonomía de nuestro entorno iba cambiando. La vegetación se iba haciendo más densa. La trocha en algunos parajes es intransitable. Tuvimos que empujar el auto dos veces por causa de un enarenamiento. Salimos victoriosos, pese al ataque de los bichos y el calor. La trocha ahora se volvía más escarpada, huecos y ramas por todas partes. Excitante.
Ya la vegetación era otra, vimos los primeros ceibos, inmensos; en ellos veías también las salvajinas, una suerte de lianas pequeñas. También aparecían aves por todas partes.
De pronto, Gustavo vio un Pájaro Carpintero, totalmente rojo brillante, salvo su penacho y parte de su pecho. Quisimos tomarle una foto, pero hice una mala maniobra y huyó.
Unos minutos más y la trocha terminó. Hasta ahí llegaba la camioneta, el resto del camino lo teníamos que hacer a pie (un par de horas hasta EL CAUCHO, donde hay una estación de policía y una posada para biólogos y apasionados de la naturaleza). Nos contaba Yuri que el total abandono que existe por parte de las autoridades peruanas es increíble; los políticos se llenan de anuncios de apoyar a las provincias, mientras viven en Lima, henchidos de centralismo; mientras desde el lado ecuatoriano, la situación es diferente. Escuchaba esto con un tufillo de rencor y con bastante decepción de nosotros, sus compatriotas. Eso es verdad, la política de fronteras vivas no existe en nuestro país, sólo creen que esta es poner cuarteles y policías; pero no hay ni buenos colegios, ni maestros, ni hospitales ni buenos médicos. El maldito centralismo se siente aquí, donde el servicio de salubridad no existe y la infraestructura es sólo para los ecuatorianos. Indignante.
Pese a trago amargo de impotencia, la naturaleza te hace ver que lo que hagan unos pobres imbéciles desde Lima no llega a tocar la más pequeña rama de estos gigantes que ibas viendo por el camino.
Mariposas, aves, todos estos animales nos iban "pisando los talones". Los veías esconderse a la más pequeña hoja seca aplastada. Al llegar a la estación, nos encontramos con un bello remanso que resulta ser los inicios del río Zarumilla.
El retorno fue a paso sostenido, caminamos un poco rápido para llegar a nuestra meta. El calor era agobiante y sudábamos a chorros. El agua era una buena acompañante. Al llegar a la camioneta, sacamos el resto de víveres que habíamos dejado y comimos algo. Iniciamos el retorno.
La camioneta se movía ahora con más "agilidad". Chapita, nuestro chofer, ya recordaba mejor el camino. Ya llegados a Tumbes, conseguimos ir a un hotel barato, gracias a la gestión de Yuri, para tomar una buena ducha y descansar un poco. Habíamos cerrado un ciclo maravilloso.
Pero no puedo dejar de pensar que este lugar sería más bello y digno si la gente involucrada supiera valorar lo que uno tiene por delante; si a las personas que trabajan en esto se les diera un trato digno (sólo les pagan 50 soles por día y no les dan nada de comer ni aparejos para hacer el viaje); si los tumbesinos se dieran cuenta que hay que mejorar los servicios básicos para hacer un lugar agradable; si hubiera una mejor difusión. Muchos "si" para hacer un viaje extraordinario.
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