Miércoles 31 de julio. Ahora sí. Había comprado ya los boletos para
irnos a Chiclayo con Carmen y su hermana Adela. Nos fuimos en EMTRAFESA, una
línea que tiene todas las posibilidades de ser una buena empresa, pero su
servicio deja mucho por desear. Además, el viaje ahora se hace bastante largo.
Lo bueno es que habíamos reservado un hotel muy cerca del terminal de bus en
plena avenida Balta: el hotel Ottavis. Como fuimos ligeros de equipaje, solo
nos bastó caminar a nuestro destino. Una vez acomodados en nuestras habitaciones,
nos fuimos a almorzar a Lambayeque y visitar el museo Brüning. La ida fue relativamente
tranquila, pero el retorno iba a ser otro cantar. Le pedimos a nuestro taxista
que nos lleve al restaurante El Pacífico, donde hay una buena selección de platos
y los hacen para el gusto de muchos turistas que llegan a Lambayeque a visitar
sus buenos dos museos: no los condimentan mucho, ni los hacen muy picantes. Lo
bueno (y veo que ya se ha establecido en muchas cartas de diversos restaurantes
típcios) es pedir platos llamados rondas en el que tiene casi una muestra
variada de la cocina de la Región (https://es.foursquare.com/v/el-pac%C3%ADfico/4d1f81add7b0b1f76d460d9f).
Tiene buenas opiniones en páginas de viajeros y los precios son módicos. (https://www.tripadvisor.com.pe/ShowUserReviews-g1926372-d6966971-r268748565-El_Pacifico_Lambayeque-Lambayeque_Lambayeque_Region.html).
Una vez culminado nuestro
opíparo almuerzo, nos fuimos a visitar al museo que se halla a dos cuadras. Lo
interesante de este museo son sus exposiciones itinerantes y su galería de
objetos de orfebrería. En mi época de coleccionista de estampillas conocí
muchas piezas de filigrana moche, vicús y chimú que luego vería en estas urnas.
El museo acoge los restos e investigaciones de la dama de Chornancap, cuyo
descubrimiento, como el de la dama de Cao, han tenido que cambiar los datos que
se manejaban en la historia de nuestro país: las mujeres eran poderosas y
ostentaban este como lo hicieron los antiguos líderes del Perú precolombino.
Aquí más datos: https://arqueologiadelperu.com/la-primera-sacerdotisa-de-la-cultura-lambayeque/.
Imagino que el museo está acogiendo esta exposición y creo que va a pasar lo
mismo con todo lo que sucedió con el señor de Sipán, cuyos restos y su ajuar se
expuso por un par de años en este museo hasta que se construyó el museo
definitivo de Tumbas Reales. El museo de sitio del complejo Chotuna Chornancap
tomará todavía un buen tiempo para construirlo, pero promete ser un de gran
calidad como lo son Tumbas Reales, Túcume, Huaca Rajada y Sipán. Desde el punto
de vista museístico y arqueológico, Lambayeque es un paraíso. El mismo Heinrich
Brüning, alemán, ingeniero de profesión, quien trabajaba en zonas de industrialización
azucarera, quedó fascinado por los restos arqueológicos a lo largo costa peruana.
Vio Chan Chan, cuando trabajaba para la hacienda Laredo y se instaló por décadas
en Puerto Eten. Hizo un trabajo sistemático de estas culturas, leyendo crónicas,
registrando todo: combinó su estudio sistemático propio de las ciencias, así
como la creatividad para poder articular vacíos que hallaba con sus nuevos
descubrimientos para darles sentido de un rico pasado que recién se está
abriendo, ahora, en todo su esplendor. El museo es una extensión de su paciente
labor y, además, nos dejó cientos de fotografías y rollos (que se hallan en
Berlín) en los que registró la lengua muchic, actualmente extinta y de la que
tenemos topografía y toponimia, como vocabulario hablado con el español actual.
Brüning escribió diversos trabajos reunidos con el título de Lambayeque, Estudios
Monográficos. La primera es de 1922 y se hizo una muy interesante en 1989,
desde el facsímil de la primera; esta reimpresión fue editada por James
Vreeland, Jr. Y bajo el auspicio de la Cervecería del Norte y publicado en Monsefú,
uno de los pueblos queridos por Brüning. Es necesario contar con cuenta Scribd.
(https://es.scribd.com/document/273878794/Lambayeque-Estudios-Monograficos-de-Enrique-Bruning).
Tiene muy interesantes fotografías del autor y hay palabras reflexivas de Juan
Mejía Baca, chiclayano de nacimiento. Una última edición prologada por el
arqueólogo Walter Alva la hizo la Biblioteca Abraham Valdelomar en 2012 y es más
fácil hallarlo en grandes librerías como SBS, donde la compré. Aquí el enlace: http://www.librosperuanos.com/libros/detalle/14796/Lambayeque.
El estudio de Brüning puede haber sido superado por los avances de la arqueología,
la lingüística, la topografía; pero es un testimonio valioso de nuestro pasado
y que no deja de asombrarnos. Las personas mayores que lo leen comienzan a
identificar esos lugares que ya están cayendo en el olvido; pero que, gracias a
la arqueología, amarrada a la educación y al turismo, están trayendo a la memoria.
Una vez culminada nuestra visita,
nos fuimos a buscar un lugar donde tomar un buen café. Buscamos la casa Descalzi,
pero ya estaban cerrando. Los dueños de manea amable nos sugirieron otro lugar
por ahí, pero no estaba abierto aún. Entonces decidimos retornar a Chiclayo.
Nos fuimos por la Plaza de Armas hasta el paradero, pero en nuestro camino se
plantó un auto delante de nosotros y ofreció sus servicios de taxi. El precio
fue acordado y nos embarcamos. Fue tremenda odisea. Tal como había comentado
líneas arriba, la avenida-carretera que une Chiclayo con Lambayeque estaba con
un canal en reparación creando embotellamientos terribles, habida cuenta que
aquí es el paraíso de los autos suicidas y los insoportables mototaxis. Nuestro
chofer no tuvo la más peregrina idea que ir por la berma sin asfaltar de la vía
opuesta. El tráfico era una locura y no había policías de tránsito apoyando para
contener esta locura en la que había no solo autos pequeños o camionetas, sino
autobuses, puesto que es la ruta de ingreso de unidades que vienen de Piura,
Máncora y Tumbes. La locura. Esta sería una advertencia que iba a tomar en
cuenta para evitar este infierno en dos días cuando con la camioneta alquilada
haríamos el trayecto por Ferreñafe y el Norte.
Llegamos a Chiclayo, hasta la
Plazuela Elías Aguirre. El tráfico en esta ciudad es terrible. Las calles
estrechas y la imprudencia de muchos choferes hacen una pesadilla para cualquier
conductor foráneo. Se respetan poco las reglas y muchos vehículos pequeños como
ticos o mototaxis se meten por lugares generando un caos inimaginable. Es un punto
oscuro para una ciudad con tan buen potencial turístico y que recibe vuelos
internacionales. Decidimos bajar del taxi para evitar la penosa espera de un tránsito
que iba lentamente, más rápido iba a ser nuestra caminata. Y fue una feliz
decisión, pues nos encontramos con un nuevo café en la calle Elías Aguirre: Expresso
414. Buenos café y jugos de estación, tentadores postres. Comer es una delicia
en Chiclayo.
Nos fuimos a nuestro hotel
para descansar e ir a cenar a un chifa, algo ligero para una noche. Al día
siguiente nos íbamos a Zaña, al Sur de Chiclayo.