Visitas inesperadas de amigos de antaño son siempre una verdadera cajita de sorpresas y un gran regalo para nuestras abrumadas vidas cotidianas. Así sucedió el pasado fin de semana con la visita de un amigo de tiempos universitarios con el que nos fuimos alejando por el tráfago de nuestras vidas en particular. El reencuentro inicial fue bastante simpático y entrañable, pues miraba en él un optimismo y alegría no sólo por el encuentro, sino por sus planes personales que habían empezado a caminar prácticamente con esta visita. No quiero ahondar detalles en sus planes de vida, pero sí reflexionar sobre las circunstancias que fueron rodeando este reencuentro.
Su entusiasmo y admiración por
la ciudad que lo acogió momentáneamente fueron decantándose y desvaneciéndose por
una serie de eventos que me permitieron entender más, a través de su
experiencia, nuestra propia decadencia. Trujillo no sólo son bellas casas
solariegas, “las Huacas del Sol y la Luna o el coloso Chan Chan”. En su
estancia inicial, hizo un viaje a nuestros patrimonios arqueológicos, visitas
en las que pudo constatar el deplorable mantenimiento de nuestro sistema vial. Al
final de su visita, ya no le causaba sorpresa hallar una calle o avenida en la
que haya encontrado numerosos huecos, rompemuelles de irregulares dimensiones o
escasa o nula señalética. Su capacidad de tolerancia a “mínimos” detalles le
permitía aceptar hasta ese entonces que seguíamos siendo la segunda ciudad
peruana y con una buena calidad de vida. Tras su retorno de una breve ausencia
de nuestra ciudad y hospedado en un céntrico hotel, de pronto se vio abrumado
por la clausura de la plaza de armas, el tráfico endemoniado generado por esta
medida, el desorden de nuestras calles, la mendicidad de todo tipo y la
violencia que se respira entre las personas. Lo llevé a Huanchaco para
“relajarnos” y terminar encontrándonos con desorden y basura. Lo llevé por
la ex Vía de Evitamiento para ver las “espaldas” de Chan Chan para encontrarnos
con un nuevo relleno sanitario de la ciudad; en realidad, es una vía que hay
que tratar de evitar. Por eso, “evitamiento”. Mi amigo trabajó un buen tiempo
en el área de comunicaciones de PromPerú. Sus observaciones reflexivas tuvieron
un buen fundamento: no era sólo para el visitante, sino también para el
residente. Él está pensando pasar una larga temporada fuera de Lima, sea en
Arequipa o Trujillo. El viaje le aclaró más la situación. Trujillo ve un
marcado deterioro en el cual todos los ciudadanos hemos contribuido con nuestro
grano de arena: desde permitir que personas o empresas intervengan nuestro
espacio sin respeto a normas mínimas de vecindad, hasta elegir autoridades
incompetentes y corruptas; desde trasgresiones arquitectónicas y físicas (ruido
y tratamiento de basura, por ejemplo) hasta el mantenimiento de nuestras vías,
erosión costera o el criminal tráfico de terrenos. Trujillo. Ay… Y el cadáver
siguió muriendo.