En la campaña para el Mundial de
Fútbol de Argentina 78, nuestro país era gobernado por Morales Bermúdez, quien
nos incluyó al famoso círculo de países pertenecientes al Plan Cóndor. En ese
entonces, los países del sur del subcontinente eran regidos por dictaduras militares:
Pinochet en Chile, Videla en Argentina, Banzer en Bolivia, Garrastazu en
Brasil, Stroessner en Paraguay y un grupo de civiles designados a dedo por una
junta militar en Uruguay. La prensa estaba bajo su control y utilizaban todos
los recursos masivos disponibles para acallar reclamos de sus respectivas
poblaciones. Uno de esos recursos era el fútbol. Los que vimos esa campaña
debemos de recordar esa imágenes en las que Morales Bermúdez, en un evidente
estado de ebriedad, sacarle la camiseta a Julio Meléndez y cantar el himno a
voz en cuello con Marcos Calderón, el entrenador de entonces. Cada triunfo era
celebrado en los diarios con inmensos titulares en primera plana; pero, a un
costado de la portada se anunciaba en letras pequeñas y discretamente el
incremento de la gasolina. Cada triunfo significaba un nuevo precio. El camino
a la gloria se truncó en esa vergonzosa segunda fase en la que Perú fue goleado
en un partido sospechoso de amañe y contubernio. Era el Mundial que Argentina
necesitaba para el mundo y su población. El entrenador Marcos Calderón se fue a
la tumba con ese secreto. Pago de dictadores.
Ya en otro contexto, en las
últimas décadas, las que Mario Vargas Llosa identifica como el espacio de la
Civilización del Espectáculo, muchos deportistas de vóley y fútbol, deportes
populares, se convirtieron en personajes políticos y fueron tentados por
diversas tiendas políticas: así tenemos a Gaby Pérez del Solar, Cenaida Uribe,
Cecilia Tait y Leyla Chihuán, con participaciones irregulares en el Congreso; o
el lamentable final de Héctor Chumpitaz, corrompido por Montesinos; o la
errática e desopilante participación del Puma Carranza en su postulación para
alcaldía de su distrito. Los circos deportivo y farandulero han pasado a ser
parte del ambiente político; los convertimos en “líderes de opinión”. Esta fue
la efectiva estrategia empleada por la dupla que corrompió nuestro país por una
década. El circo mediático es el marco ideal para que sucedan ciertas
circunstancias extrañas como el posible indulto de Fujimori. En medio de la última
posible euforia, al igual que los 70, un decreto de último momento a favor del
famoso reo hubiera sorprendido a la opinión pública reblandecida por la ansiada
clasificación.
De ser posible que el Seleccionado peruano clasifique,
el atosigamiento mediático que se nos viene será insoportable. Y los partidos
“políticos” comenzarán a hacer campañas electorales y
negociar sus curules con jóvenes peloteros. Es el costo de nuestra mediocre
civilización del espectáculo que aprecia más a un futbolista y desconoce quién
es Fernando de Szyszlo. Nada ya puede sorprendernos. Buenos augurios peruanos