Las retinas y oídos de millones
peruanos han sido saturados con la clasificación de un equipo peruano para un
Mundial, luego de años de espera, 36 en total. Será la noticia que llenará
diarios, radios, televisión, las redes sociales. Los periodistas y los
aficionados se dedicarán a transformar en boom cualquier cosa que haga los
jugadores. Serán la portada, la contraportada, la temática de publicidad, un
largo etcétera que, espero personalmente, no sea tan duradero. La visita mediática
del Papa será teñida por atisbos peloteros y no sería nada raro que le pidan
hasta el hartazgo que coma cebiche y se ponga el polo de la selección. En fin,
es cuestión de subirse al carro en medio del atosigamiento informativo que se
nos viene.
La fiebre pelotera ha sepultado
varias noticias nada gratas para la cultura peruana, la cual como siempre ha
recibido poca cobertura mediática, salvo que haya un pelotero de por medio. Uno
de ellos sucedió el domingo pasado en Lambayeque: el centro arqueológico
Ventarrón fue destruido por un incendio de origen aún desconocido, el cual ha calcinado
en pocos minutos investigación de décadas y borrado literalmente vestigios de
más de cuatro mil quinientos años. Lo que no pudo la naturaleza, lo pudo
(parece ser) la mano del hombre. Una zona arqueológica que se oferta en el
interesante paquete turístico de esa Región no contaba con medios para poder
proteger el complejo arqueológico. Lambayeque, Región con una oferta museística
por demás interesante, no es capaz de proteger adecuadamente a su “gallina de
huevos de oro”. También es una muestra de la situación en la que se halla el
patrimonio arqueológico, arquitectónico y ecológico de nuestro país. Imagino lo
que podría ser un incendio en el Bosque del Cañoncillo, o el Bosque Seco de
Amotape compartido por Piura y Tumbes. Las amenazantes lluvias de un posible
Niño pueden significar la estocada final para varias casas antiguas de adobe de
nuestras ciudades (nuestro Centro Histórico sin ir muy lejos). Pero centros
arqueológicos del pasado Moche o Chimú también se ven amenazados. Quizá algunas
estrategias para atraer la atención de la población y autoridades en general,
indiferentes a su patrimonio, deban considerarse la presencia de algunos de
estos futbolistas para tocar la “”fibra de peruanidad” que ha rezumado a
borbotones en estos días. Así como se han gastado miles de soles en polos,
fuegos artificiales, televisores y licor, puedan destinarse algunos para ayudar
este alicaído rubro; como imaginar que Paolo Guerrero hable sobre Mocollope o
Ventarrón para generar un terremoto de medios. Creo y eso espero.
En un pueblo tan triste como el nuestro, así descrito por
AGP, estos logros deportivos sirven como una suerte de placebo frente a tanta
desgracia, corrupción, inoperancia e indiferencia, los móviles que han sido los
principales causantes de los últimos eventos aquí comentados. Pero podemos
voltear la torta, ¿no?
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