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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal
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domingo, 1 de septiembre de 2024

LA ESENCIA DEL CAOS

 


Nuestro sistema vial es conocido en el mundo como uno de los peores por muchos factores: pobre interconectividad entre ciudades y regiones del país, estado de las vías, un buen número de vehículos obsoletos y altamente contaminantes del parque automotor, y una pésima cultura vial tanto en el sector público como privado. A esto hay que agregar la incorporación de ciertos vehículos en el sistema de manera inadecuada, como los mototaxis y los ticos; y, por supuesto, la informalidad. Es una fama que ha sido descrita y compartida por muchos amigos míos visitantes, tanto extranjeros como peruanos que viven fuera del país hace buen tiempo. Incluso, recuerdo la visita de una aterrada invitada extranjera a dar una charla en una universidad local al ver la forma de conducir en nuestras ciudades; tanto fue su temor que pidió retornar ese mismo día a su país sin querer salir del aeropuerto internacional. La forma de manejar de muchos choferes, tanto del sector privado como público, por lo general es avezada, trasgresora y bravucona; se porta así tanto un conductor de una lujosa camioneta como una destartalada combi. En ciudades como la nuestra, el panorama se complica por el lamentable estado en el que se encuentra el pavimento de calles, avenidas y carreteras. La corrupción voceada sotto voce y la poca preparación de equipos responsables, más la falta de autoridad para la prevención y sanción (la que a veces es intencional) hace que nuestro sistema vial sea una franca pesadilla para cualquier tipo de usuario, sea a pie o en una movilidad. Centrándonos en Trujillo, hemos visto el paulatino deterioro de calles y avenidas por diversas razones: calidad del pavimento o cemento, humedad creciente en muchas partes de nuestra ciudad, el uso indebido de pistas por parte de unidades inadecuadas de transporte. El tardío reconocimiento de la nueva realidad climática de nuestra ciudad en las últimas décadas ha hecho que no se haya comenzado un agresivo plan de alcantarillado que ayudaría a mitigar muchas zonas críticas en las cuales se acumula el agua causando un sostenido estropicio de la capa asfáltica. También está la inaudita descoordinación entre entidades que suelen romper el pavimento para realizar sus obras. Sumemos la gravedad del ineficiente transporte urbano que cuenta con muchas unidades deterioradas y que se amontonan en zonas consideradas rentables creando una presión vehicular insoportable. Sobresaturan calles y avenidas, las que suelen convertirse en espacio de carreras para captar clientes, contraviniendo toda norma de tráfico. Una salvajada. La errada liberalización del transporte público ha creado una verdadera hidra de mil cabezas, puesto que es un problema múltiple: ambiental, de seguridad, social y, por lo tanto, político. Así, vemos, pues, mafias que terminan colocando a regidores y políticos en diversos estamentos del poder, cuidando sus intereses, esos que atentan contra la ciudadanía en general.

domingo, 19 de mayo de 2019

COMPARACIONES ODIOSAS (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO DOMINGO 19 DE MAYO)

Una escapada por otras realidades nos abre los ojos y permite medir muchas cosas de los innumerables planos que conforman nuestra sociedad. El día a día nos atrapa y no nos permite observar la realidad que una ciudad y una Región encierra, caso Trujillo y La Libertad. Un viaje a Ecuador generó en mí una sana, bastante sana envidia y, también, una frustración por las posibilidades perdidas por nuestra sociedad debido a diversos factores. Con un grupo de amigos logramos cruzar la frontera en auto para poder hacer una rápida y selectiva visita a Machala, la cuarta ciudad de Ecuador en economía y la quinta en población; y su puerto, Puerto Bolívar, no muy lejos de la misma. Haber ido en auto nos permite hacer las primeras comparaciones: su sistema vial. No es que uno se sorprenda por la buena autopista que une la frontera con esta ciudad, sino que es una zona que también sufrió los embates del Niño costero del 2017. Pueden leer el trabajo de investigación hecho por Shiela Serrano con otros al respecto. Viajar por tierra de un lado a otro de la frontera es frustrante, puesto que del lado ecuatoriano quedan pocos daños en sus calles y carreteras, producto del Fenómeno de ese año; sin embargo, Trujillo, tercera ciudad peruana, y su sistema vial están aún en un lamentable proceso de reconstrucción que, me temo, sea solo un paliativo hasta el próximo Niño. Ni hablar de Chiclayo, ni de Piura.
Ingresar a Machala fue otra experiencia; yendo al volante en un país ajeno al tuyo, el estado de alerta es latente; pero la no circulación de combis, ticos o mototaxis es todo un alivio para cualquier conductor. Manejar en Trujillo, Chiclayo, Piura e, incluso, Tumbes se ha convertido en un verdadero desafío para el más paciente y tenaz. El casco antiguo machaleño tiene algunas zonas peatonales y posee anchas calles, en las que se ha destinado un carril para transporte de buses. En una ciudad con muchos vehículos, hay poco uso del claxon, son respetuosos de semáforos y señales de tránsito, y respetan el orden de ingreso a un óvalo. Recuerdo una entrevista radial a un dirigente de transporte público pesado, quien se quejaba de la presencia de óvalos en una carretera o en la ciudad. Bueno, si un chofer, dizque llamado, profesional desconoce su uso, dice mucho del riesgo que todos tenemos al transportarnos en buses y explica el alto número de accidentes mortales viales.
La ciudad lucía limpia, ordenada. Ecuador trabaja mucho en atenuar el impacto generado por la deforestación y la contaminación de la basura. Esta ciudad ha obtenido logros; a diferencia de nuestras ciudades. El caso La Hermelinda quedará, todo parece, en una intentona de calmar las iras de molestos ciudadanos que esperaban una acción más radical y eficaz contra este flagelo de nuestra salud, seguridad y ornato de nuestra ciudad.
Tanta gastronomía de calidad y bellos paisajes se deslucen gracias al desorden que somos como sociedad, paraíso de la impunidad.

domingo, 7 de abril de 2019

TRÁFICO TROGLODITA (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO TRUJILLO 07 DE ABRIL) EL TRÁFICO NUESTRO DE CADA DÍA


Miércoles 03 de abril, 6:45 de la noche. Tratando de cruzar la Av. Manuel Vera Enríquez desde la Av. Gerónimo de la Torre, una camioneta irrumpe metiendo toda su carrocería contra mi auto.  A pesar de llamarle la atención, lo único que lo inmuta es el hecho de que su espejo lateral haya topado contra el mío. Lejos de corregir su actitud, en cuanto pude adelantar, el troglodita metió todo su vehículo sin importarle los conductores a los cuales los había perjudicado con su franca conchudez y cinismo.
Jueves 04 de abril, 4:30 de la tarde. Av. Juan Pablo II con cruce Av. España. Tres micros instalados cada uno en un carril diferente tientan doblar hacia la mano izquierda para ingresar a la Av. Pedro Muñiz. Pese a estar ubicados a la mano derecha y contra toda norma, dos de los micros, uno de ellos en condiciones deplorables y peligrosamente inclinado, tienden a voltear a su objetivo sin importarles los vehículos ubicados atrás de ellos.  
Jueves 04 de abril, 11:05 am. Un camión en el centro histórico frena por cambio de luz en plena calle Gamarra frente a la SUNAT. De pronto, algunas tablas caen al suelo golpeando a unos transeúntes. Lejos de demandar al piloto por su acción temeraria, las personas ayudan al irresponsable a subir las maderas nuevamente al camión.
Historias como estas abundan todos los días. Habría que agregar la proliferación silenciosa de moto taxis que ya circulan de lo más campantes incluso por la plaza de armas “para recoger material de desmonte”. Las hileras de taxis que esperan frente a cada supermercado ya es de tradición, pese a que algunos de ellos son autos ocupados por hampones que esperan a algún cliente incauto que se convertirá en una cifra más de robos al paso. Hay muchos conductores en nuestra ciudad que tienen escasa cultura cívica y esto cuestiona la organización vial de nuestra ciudad en la que se encuentran evidencias de corrupción.  Esto va no solo transporte público (que es de manejo privado), sino para los particulares. Cada vez se ven vehículos nuevos manejados por personas bastante inescrupulosas en su conducir. La ciudad es una verdadera jungla en la que el más avezado determina las reglas del juego. Así, vemos micros o combis, por un lado, como camionetas o autos por el otro, subiendo veredas, rompiendo bermas o yendo en sentido contrario, en un marco de impunidad.
Debemos de agregar a esta dramática situación el hecho de que Trujillo tiene un parque automotor de casi 360 mil vehículos con un crecimiento del 6 % anual. En 2017, según datos de entonces, las autoridades debieron de haber retirado un total de 6 mil vehículos de todo tipo, pero solo se retiraron 600.
Medidas drásticas deben de ser aplicadas con el fin de atacar esta situación. Las medidas son impopulares en un principio, por lo que deben de ser bien planificadas, pero no postergadas. El populismo ya ha hecho demasiado daño a los ciudadanos. ¿O es que ya es este nuestro estilo de vida?

lunes, 2 de octubre de 2017

CULTURAS COMBI, MOTOTAXI, CAMIONETAZA: ROSTRO DEL PERÚ (ARTÍCULO PUBLICADO DIARIO CORREO DOMINGO 01 DE OCTUBRE)

La combi es un medio de transporte público en el que han sintetizado y sincretizado una serie de características, tanto positivas como negativas, de la cultura popular diaria; encarna el espíritu emprendedor de la gente en general, así como la cultura de la trasgresión de normas básicas de convivencia. En un inicio describía a una población claramente segmentada con características propias que fueron inicialmente descritas por José Matos Mar en su libro Desborde popular y crisis del Estado en 1984. Luego Luis Pásara acuñaría un término que agregó ciertas actitudes a ese espíritu emprendedor, pero que se alejaba un poco del espíritu solidario andino: el famoso Achoramiento. En un simpático y preciso artículo  de Eloy Jáuregui (2013) (http://sociologiahoy.blogspot.pe/2013/07/cultura-combi-y-camionetazo-en-el-peru.html) agrega un nuevo término, el del “camionetazo”, para describir esa evolución disruptiva, trasgresora y hasta peligrosa de este grupo que no atiende a normas, de hacer lo que me da la gana y ser informal en todos los campos posibles. Este nuevo término acuñado enuncia el poder económico adquirido por este grupo que se ha alejado de los orígenes planteados por Matos Mar para identificar las nuevas formas de interrelación social que vivimos todos los días y que pueblan el día a día de todas las personas de ciudades como la nuestra. La marginalidad de los 80 se ha convertido en el segmento que identifica a una clase social consumista y alto poder adquisitivo. Y esta cultura está en todos los segmentos sociales: ya no viven solo en PPJJ, sino en zonas residenciales; ya dejan la moto para tener una 4X4; ya no pagan al contado con billetes estrujados, sino con tarjeta de crédito platino. Pero en sus relaciones y accionar mantienen la tendencia hacia la anomia social. Y tratan de destruir toda formalidad, acción ya internalizada en todos los peruanos que quieren vivir el boom social y político de esta cultura. Se ve en las casas que construyen, en la forma cómo manejan sus vehículos, la forma cómo se presentan sus candidatos y los compromisos que asumen estos con sus cargos. Se legitiman políticamente a través de sus candidatos que pueblan no uno, sino varios partidos políticos de la actualidad; y estos personajes, una vez en el poder, se comporta como una combi o mototaxi (http://elcomercio.pe/viu/cultura-combi-420292?ref=ecr). Su actitud es la que colabora en el caos de la ciudad, ya de por sí caótica.

Los ciudadanos nos hemos acostumbrado a esta cultura; con el tiempo se vuelve “normal”. Un ejemplo: cuando un foráneo se sorprende del ruido que sufrimos cotidianamente, nos llama la atención  que eso sea “irregular”: la radio a todo volumen y el estridente claxon, usado a diestra y siniestra, son los ruidos (sí, son ruidos) que forman parte de nuestro paisaje sonoro. Haga la prueba y párese un rato en ciertas avenidas para experimentar esa “agradable” sensación