Nuestro sistema vial es conocido en el mundo
como uno de los peores por muchos factores: pobre interconectividad entre
ciudades y regiones del país, estado de las vías, un buen número de
vehículos obsoletos y altamente contaminantes del parque automotor, y una pésima
cultura vial tanto en el sector público como privado. A esto hay que agregar la
incorporación de ciertos vehículos en el sistema de manera inadecuada, como los
mototaxis y los ticos; y, por supuesto, la informalidad. Es una fama que ha
sido descrita y compartida por muchos amigos míos visitantes, tanto extranjeros
como peruanos que viven fuera del país hace buen tiempo. Incluso, recuerdo la
visita de una aterrada invitada extranjera a dar una charla en una universidad
local al ver la forma de conducir en nuestras ciudades; tanto fue su temor que
pidió retornar ese mismo día a su país sin querer salir del aeropuerto
internacional. La forma de manejar de muchos choferes, tanto del sector privado
como público, por lo general es avezada, trasgresora y bravucona; se porta así tanto
un conductor de una lujosa camioneta como una destartalada combi. En ciudades
como la nuestra, el panorama se complica por el lamentable estado en el que se
encuentra el pavimento de calles, avenidas y carreteras. La corrupción voceada
sotto voce y la poca preparación de equipos responsables, más la falta de
autoridad para la prevención y sanción (la que a veces es intencional) hace que
nuestro sistema vial sea una franca pesadilla para cualquier tipo de usuario,
sea a pie o en una movilidad. Centrándonos en Trujillo, hemos visto el
paulatino deterioro de calles y avenidas por diversas razones: calidad del
pavimento o cemento, humedad creciente en muchas partes de nuestra ciudad, el
uso indebido de pistas por parte de unidades inadecuadas de transporte. El
tardío reconocimiento de la nueva realidad climática de nuestra ciudad en las
últimas décadas ha hecho que no se haya comenzado un agresivo plan de
alcantarillado que ayudaría a mitigar muchas zonas críticas en las cuales se
acumula el agua causando un sostenido estropicio de la capa asfáltica. También
está la inaudita descoordinación entre entidades que suelen romper el pavimento
para realizar sus obras. Sumemos la gravedad del ineficiente transporte urbano
que cuenta con muchas unidades deterioradas y que se amontonan en zonas consideradas
rentables creando una presión vehicular insoportable. Sobresaturan calles y
avenidas, las que suelen convertirse en espacio de carreras para captar
clientes, contraviniendo toda norma de tráfico. Una salvajada. La errada
liberalización del transporte público ha creado una verdadera hidra de mil cabezas,
puesto que es un problema múltiple: ambiental, de seguridad, social y, por lo
tanto, político. Así, vemos, pues, mafias que terminan colocando a regidores y
políticos en diversos estamentos del poder, cuidando sus intereses, esos que
atentan contra la ciudadanía en general.
6 comentarios:
Efectivamente estimado Gerardo, Trujillo es hoy por hoy una de las ciudades con peor gestion vehicular, siendo aun peor la indolencia de quienes deberian velar por el orden y respeto a las normas.
Gran y lamentable " nueva realidad trujillana". Esperemos algún día volver a ser la gran ciudad heroica que fuimos alguna vez.
Totalmente cierto, Gerardo. A Trujillo la han convertido en una ciudad sin ley, sin orden; nadie hace nada por revertir la situación. Al contrario, tal parece que estuvieran en competencia sobre cual autoridad deja que Trujillo se destruya más. Ya no tenemos casonas, nuestra arquitectura ha perdido identidad, el caos se ha enseñoreado; y como bien dices el transporte es la cereza del pastel. Una pena y una gran vergüenza ajena.
Para mi humilde opinión: la falta de autoridad y la corrupción es la madre del caos en Trujillo
Debido al caos en el transporte limeño escribí, en mí libro " Historias de Protesta " el relato " tráfico de Lima "
¿Cuándo se perdió la armonia, tranquilidad y señorío de nuestra hermosa ciudad de Trujillo? La verdad que duele mucho ver su penosa transformación.
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