La semana que culmina ha sido
el escenario de eventos que nos han desnudado como una sociedad con grandes
carencias. Diversas acciones hechas por variados actores han mostrado el lado
más vil que el ser humano puede mostrar diariamente. Día a día cientos de miles
de peruanos sufren barbaries diversas por parte de otros compatriotas que no
ven en ellos a personas sino rivales primitivos, piezas de un engranaje de
intereses personales o incluso pedazos vivientes de carne a los cuales hay que
sacarles el máximo provecho.
Un incendio desastroso o un
comentario sobre un jugador de fútbol del equipo rival han sido leves desencadenantes
de la vergüenza social que soportamos permanentemente. Comentarios humillantes
forman parte de nuestra interrelación social y tratamos al otro como un objeto
carente de respeto. Lo sucedido con cuatro trabajadores en el lamentable
incendio en las galerías Nicolini en la zona comercial Las Malvinas es una
muestra del trato que damos y recibimos cotidianamente. La situación ha
desnudado una verdad por todos conocidas: la explotación laboral. Miles de
personas reciben trato vejatorio, aprovechado por la necesidad de tener un
empleo. Diversas modalidades laborales avalan situaciones denigrantes (recorte
de derechos, por ejemplo), las cuales son aceptadas por diversos trabajadores
que prefieren callar a perder el puesto obtenido. Un local clausurado por las
condiciones de seguridad, el encierro de trabajadores bajo llave, las horas
extras no remuneradas, un largo etcétera de una verdad sabida pero no
oficialmente aceptada.
El incidente desatado la semana pasada por un dizque
periodista deportivo, Philipp Butters, encendió el llano de las comunicaciones. Muchos rieron ante
sus destempladas declaraciones. El susodicho, lejos de corregirse ante sus
declaraciones, arremetió incluso contra el Ministro de Cultura insultándolo
como lo puede hacer un patán. Este personaje ha tenido desafortunados
comentarios con otros compatriotas como las comunidades selváticas que tuvieron
que desplazarse forzosamente a vivir a Lima y perdieron sus propiedades en otro
lamentable incendio. Tildados como ciudadanos de segunda (recordemos a AGP), según
expresiones de este inefable periodista, fueron insultados prácticamente por su
condición de provincianos, habiendo olvidado que él mismo era uno más en la
capital. Como escupir al cielo.
La sofisticación de estos
hechos se condensaría en la libertad de Alberto Fujimori. Una mayoría congresal
conformada con tanto personaje mediocre y arribista, y de comportamiento casi
cavernícola obtendría su objetivo, luego de haber humillado a diversas
autoridades políticas; mientras un personaje controversial como el Contralor Alarcón sigue impávido en su puesto. Estaríamos, pues, ante la legitimación de la
sociedad troglodita peruana. Hora de hacer rectificaciones.