Chepén. Un mototaxista lanza
de su vehículo a una mujer con acceso de asma pensando que estaba infectada de
coronavirus. La mujer dio negativo. En diversas ciudades de España, mujeres y
doctores reciben anónimos mensajes amenazantes e insultantes en sobres,
colgados en los vidrios de las puertas principales e, incluso, pintas en sus
autos estacionados en el parqueadero colectivo del edificio; para su
vecindario, el cuerpo médico es la nueva peste que circula. En Lima, fallece el
propietario de una discoteca quien, una vez iniciada la cuarentena, vociferaba
delante de las cámaras que esta pandemia era una farsa. Hace recordar, a la
larga, a la sorna que protagonizó Rafael Rey, excongresista, quien resultara
infectado. O los comentarios de Donald Trump y Jair Bolsonaro sobre la
pandemia. El primero ya atenuó sus desafortunadas opiniones al respecto,
mientras que la obstinación del segundo ha hecho que surja una suerte de
gobierno en paralelo para evitar una catástrofe social en Brasil.
Por otro parte, diversos pastores
religiosos protestantes, judíos ortodoxos o seguidores de sectas fatalistas son
reacios a acatar todas las medidas de seguridad sanitaria para evitar el
contagio y propagación de la pandemia. Basta recordar la reunión de más de 600
personas de varios grupos religiosos en el Swissôtel en Lima una vez iniciada
el aislamiento social. O las noticias de ver a diversos pastores que lucran con
la desesperación de la gente o amedrentan a sus feligreses por usar
mascarillas, pues “la divinidad les da una coraza contra el virus”. Por otro
lado, seguidores de un modo de pensar y defensores de algunos modelos
económicos y sociales centrados en el liberalismo han chocado con las medidas
tomadas por diversos gobiernos en pro de la protección social, tal como ha
sucedido en Michigan, Ohio y Texas en contra del adalid del liberalismo económico,
Donald Trump. Muchos estados se están viendo en la necesidad de replantear sus
fundamentos económicos, aquellos que medraron lo público para dar prioridad a
la iniciativa privada que la está pasando bastante mal en cuadros como estos.
Grandes y pequeñas empresas piden que el Estado tome medidas de flexibilización
y, en otros casos, que las salven. La Salud Pública ha sido el detonante por el
cual las cosas no deben de ser como antes. Es un grave error que no se sabe
cuánto nos va a costar como sociedad.
Tenemos muchas lecciones:
mayor conciencia ecológica es una de ellas. Nuestra presencia en el planeta es
nociva. Necesitamos energías limpias y renovables. Además, muchos arquitectos y
planificadores hablan de priorizar ciudades pequeñas en desmedro de las
megápolis. Cambio de modelo económico; la durabilidad de los artículos debe de
ser más larga, solo nos preocupa el consumo, el mercado. Y pensar en el control
de la natalidad como un principio racional de una sociedad que apunta hacia una
armonía holística.
¿Podremos dar el salto?