El cinismo es una “desvergüenza
en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables”
(RAE). Otra definición: “actitud de la persona que miente con descaro y
defiende o practica de forma descarada, impúdica y deshonesta algo que merece
general desaprobación”. El cinismo se ve en todos los planos de la vida humana:
en los negocios, en las relaciones sociales; en fin, en todas aquellas
actividades que implican interrelación con dos o más personas en las que haya
algún tipo de transacción. Y en estas se incluye, obviamente, la política. Las
prácticas cínicas en este campo no son tan recientes; muy por el contrario, es
lo que ha permitido que la corrupción haya avanzado inexorablemente en nuestra
sociedad; es más, es una característica esencial y necesaria en todo político
corrupto a tal grado que se convierte en un patrón de su modo de pensar y
actuar, y la aplica en su estilo de dirección. Es una verdadera máscara, aquella
que los actores se colocaban con el fin de convertirse a cabalidad en el
personaje que deberían de encarnar para tal o cual obra en el escenario. En
este caso, es la máscara de cínico la que crea la personalidad (modo de pensar,
sentir y actuar) de ciertos candidatos o gobernantes, por ejemplo.
Enero, elecciones 2020. Un
nuevo equipo de congresistas deberá concluir el periodo vigente hasta las
nuevas elecciones tanto para la Presidencia y un nuevo Congreso de la
República. Este escenario, en un principio
negado por políticos y excongresistas del cerrado hemiciclo, ha generado
calculadas reacciones de diversas personas que nos los están pintando en cuerpo
entero. Sin ningún tipo de pudor o aceptación de los actos erróneos hechos,
diversos excongresistas acometen una serie de acciones con el fin de retomar
una curul, aquella que perdieron a causa de sus impenitentes acciones que
llevaron a la clausura de dicho Congreso. Son, pues, una perfecta demostración
de burdo cinismo. Las circunstancias hechas para facilitar el retorno de
personas como Mauricio Mulder, Rosa Bartra o Yeni Vilcatoma; la renuncia de
Fidel Tubino; la trasnochada y trunca alianza entre las izquierdas; el retorno
de zombis como Martha Chávez; todas estas son evidencias de que los intereses de
los políticos y de los ciudadanos de a pie están totalmente alejados,
distanciados. Y hay que ver los de nuestra Región.
Valdría la pena ver, a estas
alturas, una buena película mexicana, La ley de Herodes de Luis Estrada, la
cual logró estrenarse a pocos días de las elecciones presidenciales en ese país.
Este filme mostraba cómo un buen hombre se va convirtiendo en un cínico corrupto
descarado al imbuirse totalmente en el mundo de la política. El filme acentuó
el desplome del partido gobernante de entonces, el PRI. Esperemos que las
reacciones populares vistas en esta parte del continente repercutan en nuestra
conciencia electoral, hastiada de corruptos. Nuestro voto será, pues, decisivo.