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Trujillo, La Libertad, Peru
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domingo, 14 de abril de 2019

CINISMO LEGAL /ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO TRUJILLO DOMINGO 14 DE ABRIL) EL DEPLORABLE CONGRESO PERUANO

La RAE dice de la palabra “blindar”: Proteger exteriormente con diversos materiales, especialmente con planchas metálicas, una cosa o un lugar contra los efectos de las balas, el fuego, etc. La RAE también sugiere su sentido figurado, el cual se entiende como una protección de una persona o idea; se sugieren diversos sinónimos, entre ellos, fortificar y atrincherar. En el mundo político peruano, como en el del hampa, ha ido adquiriendo una nueva acepción: encubrir.
Las gestiones de encubrir actos delictivos de algunos congresistas de diversas tiendas políticas, bajo el manto de la legalidad, han hecho debilitar cada vez la credibilidad en el Congreso de la República, uno de los principales poderes del Estado, así como su real capacidad para actuar frente a los problemas que aquejan a nuestra nación. El grueso de congresistas maneja diversas estrategias que les permite cierta eficiencia con el fin de “avalar” a colegas que reciben denuncias de toda índole y que generan un rechazo en la opinión pública, no solo nacional, sino internacional. Tanto denuncias de acoso como acciones abiertamente delictivas (tráfico de influencias, indicio de lavado de dinero o robo sistemático) no han hecho sino hacer actuar a muchos integrantes del Congreso con un extraño espíritu de cuerpo, accionar que muestra a una comunidad tan carente de valores positivos, la posibilidad de delinquir descaradamente y recibir muestras de solidaridad partidaria, como las que hemos visto en casos sonados de Yesenia Ponce, Moisés Mamani, Héctor Becerril, Edwin Donayre, Mauricio Mulder, Jorge Del Castillo, Javier Velásquez Quesquén, entre otros más. La pléyade es amplia y vergonzosa.
La presión de la opinión pública hizo “reaccionar” a los dilectos y no les quedó otra que dejar a su suerte a Moisés Mamani y Edwin Donayre; el primero está permitiendo descubrir cada vez más evidencias de ser un personaje forjado en los bajos fondos. Donayre actuó tan “hidalgamente” que no le quedó nada más que llorar al estar solo con su suerte. Becerril ha reaccionado indignado por el, dizque, cargamontón en su contra. Lastimado en su espíritu político ha decidido abandonar estas arenas para el dolor de sus colegas partidarios, no sin antes haber sumido a Chiclayo, junto a sus compinches, en el caos y el abandono de fondos internacionales para mejorar la calidad de vida de una ciudad necesitada de planes costosos de inversión en servicios públicos. El escándalo chiclayano ha embarrado a otros cuestionados personajes como Velásquez Quesquén y Jorge Bruce por las fuertes evidencias de tráfico de influencias. Pero el Congreso sigue siendo el manto protector de evidencias cuestionadas: el archivamiento de la denuncia contra Jorge Del Castillo por parte de la Comisión de Ética (¿?), pese a todas las evidencias, es una muestra más del sentido de impunidad que caracteriza a este Congreso.
Un Congreso para el olvido. Un Congreso para la vergüenza

domingo, 24 de marzo de 2019

CONGRESISTA: MUERTO DE HAMBRE (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO 24 DE MARZO)

Eufemismo: según la RAE, dícese de una manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante. O sea, es la palabra o expresión menos ofensiva que sustituye a otra palabra o expresiones de mal gusto que puede ofender o sugerir algo no placentero o peyorativo al oyente.
El 25 de octubre del año pasado, Leila Chihuán, congresista de la República por FP, hizo unas declaraciones que provocaron una reacción de censura en los medios al comentar que sus 15,600 soles, más sus viáticos y los gastos de representación no le eran suficientes para su ritmo y calidad de vida. Su apellido fue adjetivado con el sentido de “estar pobre”, “estar escaso de recursos”, “estar chihuán”. Sus comentarios golpearon más la alicaída imagen de un congreso despilfarrador que durante la gestión de Luis Galarreta se trataron de hacer compras de computadoras, televisores y canastas navideñas costosas. Tras una relativa calma de las torpezas hechas por diversos “padres de la patria”, la jornada pasada se informó sobre el caso de cinco legisladores que cobraron doble en la famosa “semana de representación”; la reacción desencajada de Karina Beteta no hizo, sino que caldear más los ánimos contra estos personajes arrogantes y cada vez más alejados de la sociedad. Las excusas eran groseras y burdas para defender un dinero que dicen pertenecerles por su condición de representantes de la sociedad peruana. Durante todo este episodio, Karina Beteta recordó súbitamente haber sido maltratada por su excompañero de partido, Daniel Salaverry. La reacción de apoyo a favor de esta fue tibia, pues más grotesco y risible fue la posición de la congresista para justificar sus gastos al exterior mientras cobraba doble por su famosa semana de representación. Simplemente vergonzoso.  
Y así el escándalo se acentuó al conocerse los frecuentes viajes al extranjero con suculentos gastos pagados de muchos congresistas que cobraron, también, puntualmente sus semanas de representación. Y lo peor estaba por venir, cuando todos los peruanos refrescamos la memoria del hecho que estos gastos de representación no son justificados. Las penosas declaraciones de diversos congresistas, desde Gino Costa hasta Jorge Bruce para defender la naturaleza de estos gastos causaron hilaridad e indignación. Para colocar la cereza sobre la torta de lodo, las desatinadas declaraciones de Mercedes Aráoz sirvieron para ahondar la brecha entre legisladores y el pueblo peruano, y que la congresista se volviese objeto de duros comentarios y graciosos memes, pollada bailable incluida.
Tras leer todas estas explicaciones, no queda más que pensar que la palabra “congresista” significaría una suerte de inopia, la que está rondando entre los mendicantes que pululan en el Congreso de la República. Pero, el reciente escándalo que nuevamente envuelven a Héctor Becerril, Javier Velásquez Quesquén y Jorge Bruce podría ampliar la acepción a “delincuente”, realidad que identifica cada vez más a los dilectos "padres de la patria".