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Trujillo, La Libertad, Peru
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domingo, 6 de noviembre de 2016

POLÍTICO =¿CÍNICO? (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO DE TRUJILLO DOMINGO 06 DE NOVIEMBRE)

Durante las últimas semanas hemos sido testigos de ciertas declaraciones o silencios intencionales de varios personajes del círculo político nacional que lindan con la desfachatez o, de lo mal intencionado que uno pueda pensar, el cinismo más duro que pueda emanar de los mismos. Difícil es pensar que estos personajes hayan emitido declaraciones basadas en una candidez de gente ya ducha en estas lides o simplemente callarlas por creer tener argumentos sólidos y no discutibles para sustentar sus propuestas de tal o cual decisión tomada.
A lo largo de la historia de la política peruana republicana hemos tenido políticos que, además de demagogos, han sido expertos en tergiversar datos, ideas e información con el fin de ocultar una grave verdad que afecta al bien común, al sistema político que infelizmente acoge a este tipo de personas o a la sociedad en general. No es una práctica moderna o nacional. Aún queda el recuerdo en la historia norteamericana la forzada renuncia de Richard Nixon por el escándalo Watergate; por meses, Nixon y su gente trataban de ocultar evidencias contundentes que desenmascararon el turbio espionaje hecho contra el partido demócrata y que usó servicios estatales como el FBI o la CIA para empañar las elecciones presidenciales de 1972. Su sucesor, Gerald Ford, lo libró de la cárcel. Gajes y favores pendientes.
Los testimonios de algunos congresistas para defender la elección de dos cuestionables personajes en el triunvirato del Banco Central de Reserva; la desopilante comparación entre el bisoño Carlos Moreno y su negociazo, y el siniestro Vladimiro Montesinos por parte de un congresista tránsfuga (además); el silencio amañado del burgomaestre limeño frente a dos escándalos vinculantes que le han estallado en las manos, ligados a la corrupción de Lava Jato y el lamentable incendio de Cantagallo; y la elección por parte de este Gobierno de un exviceministro fujimorista cuestionado por corrupción; todo esto nos hace pensar en posturas que rayan con el cinismo.
Situaciones como estas generan en la población un total descrédito del aparato político democrático, puesto que, como personas elegidas por el voto popular, su actitud significa una traición a las aspiraciones de los votantes, así como a la confianza depositada por los electores en dichos elegidos. Salvo que los mismos electores sigan también ese posible camino del cinismo manifiesto en estos últimos días.
Queda la activa presión de la sociedad civil, así como el compromiso de una prensa libre para desentrañar a estos personajes y sus patrañas que deterioran nuestra sociedad. Nixon comenzó su caída gracias a un informante y dos valientes periodistas que recibieron el apoyo de su diario. Quizá esos buenos ejemplos podrían acaecer con más frecuencias por estos lares. 

domingo, 30 de octubre de 2016

EL CORRUPTO NUESTRO DE CADA DÍA (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO A PROPÓSITO DE CASTAÑEDA, RAMÍREZ, CHLIMPER Y OTRAS JOYITAS DE LA POLÍTICA PERUANA)

A fines de abril de este año, escribí un artículo sobre la corrupción y las repercusiones de esta sobre una sociedad. Fue durante los días en los que estalló el escándalo de los Panamá Papers, que involucraron a casi todas las personalidades políticas, incluido PPK, y que fueron pasadas por agua tibia mediáticamente hablando. Días previos a la segunda vuelta electoral, en las filas del partido naranja iban a estallar dos gruesos escándalos de corrupción (narcotráfico y tráfico de influencias) cuyos protagonistas se borraron del mapa (Joaquín Ramírez y José Chlimper, ahora en el BCR). La frágil memoria de los peruanos ha permitido que estos dos sucesos hayan pasado al olvido mediático. Y desde el ascenso del actual Gobierno, han estallado varios escándalos vinculados a tráfico de influencias y uno bastante grave que involucra a la actual gestión edil limeña con el escándalo Lava Jato.
 Para entender más este fenómeno vamos a tomar prestadas las ideas sobre este tema, presentadas en un artículo en la revista Filosofía Hoy No 21; describe el perfil de un corrupto: 1) Cree que lo suyo es más valioso (“sobrevaloración psicótica de lo propio”) frente a una subvaloración de lo ajeno, y lo hace sin remordimiento. 2) Genera un clima de credibilidad de tal manera que las personas que son víctimas de sus actos colaboran con ellos con toda pasividad; por eso detestan la violencia para no generar inestabilidad en su juego. 3) Es hábil y crea mecanismos que aseguran una cierta estabilidad para mantener la actividad corruptiva. 4) Se convierte paulatimente en una persona admirada por dotes intelectuales y capacidad de “emprendimiento”. 5) Desprecia a las demás personas que, pudiendo hacer lo mismo, no son arrojados a realizar dichos actos. 6) Y por último, ya cayendo en los límites de la insania social, tiene una escasa percepción del riesgo y desarrolla una confianza amparada en la impunidad.
El hombre ha demostrado  un instinto permanente a obtener cosas de manera ilícita y desenfrenada; se puso límites a esta ambición individual, pero las sanciones y descrédito no son bastante fuertes; por eso, los corruptos siguen actuando como si no fueran a ser descubiertos. El corrupto daña a la sociedad, le genera atrasos en todos los niveles del quehacer humano: tergiversa las relaciones humanas y pasamos a ser meras fichas de personas e instituciones que no tienen escrúpulo alguno.
Bertrand De Speville, abogado inglés y especialista en lucha contra la corrupción, plantea tres elementos muy importantes para contrarrestarla en una sociedad: la represión (penas duras sin capacidad de negociación), la prevención y la educación, eje importante y de los más descuidados en países pobres como los nuestros. Todo esto enmarcado en voluntad política.
Una sociedad como la peruana, plagada de personajes corruptos a todo nivel, se debería autoformularse la pregunta de si existe la voluntad para enfrentar a estos que corroen nuestros tejidos sociales.