Cuando los peruanos tuvimos
que elegir entre las dos opciones que quedaron para la segunda vuelta en junio
del año pasado, muchas personas (como yo) teníamos nuestras reservas sobre la
confiabilidad y capacidad de gobernar de Pedro Pablo Kuczynski. Ante la sombra
de un posible gobierno presidido por una candidata cuya herencia política y
acontecimientos escandalosos de entonces (audios incluidos), muchos de los
votantes dimos nuestro respaldo a PPK, el cual recibía (creíamos) el mensaje de
muchísimos peruanos de todas las clases sociales que salieron a las calles para
evitar el ascenso de un gobierno cargado de personajes de dudosa reputación y
una hija que no reconocía los crímenes de su padre; por eso, se advertía que el
respaldo de los votantes iba adosado con el de no indulto presidencial. Sin
embargo, la semana pasada, en víspera de navidad, PPK dio un golpe artero a la democracia
y a los debidos procesos en el mundo judicial en una coyuntura la que el
reconocido lobista internacional no supo cómo manejar. La historia de la
credibilidad política ha tenido una raya más para su descrédito. Y las
consecuencias en su sociedad que tiene escasa formación civil y duda de los
organismos públicos, precisamente por actos como los que el Presidente ha
hecho.
Tras el indulto, la primera
víctima de este hecho ha sido la verdad. Las razones por las que el
expresidente estaba en cárcel han sido pasadas por alto por una persona
caracterizada en negociar, en este caso, su permanencia en el cargo y librarse
del debido proceso posterior ante el escándalo Odebrecht. Expuesto a todas
luces, el plan urdido por Keiko y Kenji se hace cada vez más evidente. La
campaña de demolición contra el viejo lobista ha logrado su objetivo, más para
el evidente beneplácito de Kenji que de su hermana. De pronto, PPK se ha vuelto
prácticamente un rehén naranja, el cual debe de maquillar todo el miasma que ha
provocado. Luego, una vez que los leales iniciales anti indulto que integraban
su aparato estatal renunciaron, ha aparecido una serie de personajes, con
Mercedes Aráoz a la cabeza, tratando de justificar lo injustificable. Para una
sociedad cuyo civismo es pobre y básico (lo vemos en nuestro actuar diario),
los mensajes que le llegan siguen deformando la historia como se puede ver en
los medios de prensa, entrevistas y redes sociales. No nos sorprende que, de
seguir así, pronto haya movimientos pro Montesinos. La frágil memoria de los
peruanos ha permitido reelecciones cuestionables, crecimiento de movimientos siniestros
como Movadef, ascenso de personajes corruptos reciclados (periodistas, empresarios,
académicos, jueces) que debilitan cada vez más una democracia desacreditada y,
para muchos peruanos (peligroso), prescindible. Esto fue un logro hecho por la
dupla famosa en la década de los 90. PPK ha ayudado a incrementar ese
descrédito con su gesto. Dudo que dé marcha atrás en. Lamentable realidad.
¿Feliz 2018?
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