Una rápida visita a Chiclayo siempre depara sorpresas. Esta
vez fue la primera semana de noviembre con la visita de Isabelle Lemoal, quien
vino desde Francia con un amigo suyo, Christian Mage, a apoyar el proyecto que
tienen en Río Seco. Quedamos en salir el viernes 03 por la tarde para llegar a
cenar a Chiclayo. Orietta y Lorena vendrían al día siguiente. Compré los
pasajes en EMTRAFESA para salir a las 4:30 pm y llegar a las 8 pm e instalarnos
en el hotel Embajador. Lo malo del hotel, aunque simpático, es la ubicación;
este se halla en la calle 7 de Enero, el cual está plagado de restaurantes y al
lado de una galería comercial. Felizmente, pese a ser fin de semana, el lugar
no era ruidoso. Habíamos quedado alquilar una camioneta por un día (el sábado
04) pues el domingo pensábamos ir a Lambayeque y regresar a una hora moderada
para estar en Trujillo temprano. Esos eran nuestros planes iniciales.
Salimos casi puntuales de Trujillo en dirección a Chiclayo.
La gente del hotel nos estaba esperando para recogernos. Nos subieron en dos
taxis muy pequeños con las maletas; es
un problema en Chiclayo hallar taxis grandes debido a la estrechez de las
calles. Ya acomodados en nuestras habitaciones, acordamos salir a cenar a un
lugar de carnes: La Parra. Nos fuimos caminando al lugar, pues no estábamos tan
lejos de la Plaza de Armas y el restaurante tampoco lo estaba sobre la Balta en
dirección a Santa Victoria. Cenamos bien, los platos eran generosos, todo
rociado de buen vino. Retornamos al hotel para dormir temprano, pues el sábado
04 teníamos varios planes por cumplir. Íbamos a ir a Túcume y visitar,
inesperadamente, Eten por la tarde. Teníamos que estar atentos, pues Orietta
venía al día siguiente. Eso también cambiaría algo nuestros planes iniciales.
El sábado 04 nos levantamos temprano con el fin de ir a
recoger la camioneta. Tomamos desayuno en el hotel y acomodamos nuestras cosas
para ir al aeropuerto a recoger una camioneta 4X4. Las condiciones han
cambiado, pues antes te dejaban el vehículo en el hotel; ahora debes de
recogerlo en el aeropuerto. Fuimos a hacer la gestión para recoger el vehículo
que estaba bastante usado. Luego nos fuimos a hacer compras en un supermercado
como las ocasiones anteriores para comprar nuestro almuerzo: frutas, pan,
huevos duros, atún. De ahí nos dirigimos raudos a Túcume para ganar tiempo y
conocer algo nuevo. El museo ya lo había visitado en julio reciente, pero en el
mismo había un detalle que me interesaba: la antigua iglesia de Túcume viejo.
La salida por carretera a Túcume fue toda una experiencia
fascinante para Christian; había viajado en el panorámico de Emtrafesa y había
visto cada cosa, impensables en Francia. Estaba viviendo la peruanidad. La
carretera a Túcume fue una experiencia alucinante, exorbitante. Cada maniobra
de buses o combis eran para él motivo de acercamiento a la divinidad en su más
pura esencia o a los avatares, dioses hindúes que esperaban su ascenso a la
inmortalidad. Nada de eso ocurrió; llegamos a Túcume y gracias a su experiencia
como hombre práctico, nos ayudó muchísimo en apuros que pasamos por diversas
razones. Una plantada de auto no era más que un truco del encendido; un espejo
casi descolgado era solo una pequeña maniobra suya para que todo quede OK. Pese
a todo, llegamos al museo de sitio que abarca ahora todas las pirámides y los
otros espacios que han sido arreglados a modo de circuitos. La zona es extensa
y por razones de tiempo teníamos que priorizar. Tanto María como Isabelle
habían estado aquí (incluso juntas) así que con Christian fuimos a ver los
lugares interesantes como ascender al cerro Purgatorio y ver una panorámica de
la zona. Desde arriba tiene una visión bastante interesante de la zona. Además ahora muchas huacas están siendo intervenidas para salvarlas del deterioro natural y humano. Nunca hay pierde. Lo malo fue que al descender nos salimos del sendero
y fuimos a parar a una suerte de hoya por la que bajamos de manera
accidentada. Llegamos a nuestra meta. Isabelle y María no habían subido, pasamos por
ellas y nos dirigimos al museo; pero en el camino para grata sorpresa nuestra
había una reunión muestra de varios chamanes venidos de diversas partes del
Perú, cada uno con su rito y estilo, haciendo limpias a la gente que se acercaba
a ellos. Un poco incrédulos, nos aproximamos a ellos y vimos parte de los
ritos; pero estábamos un poco apurados, pues tanto Orietta como Lorena estaban
que llegar y no sabíamos la hora de su arribo, pues venían en el auto de otra
amiga: Ena Obando. Decidimos ir al museo no sin antes haber visto el vivero. Al
museo entramos con relativa calma viendo detalles que en visitas anteriores
había pasado por alto. Y esos datos
pasados por alto era precisamente la vieja iglesia de Túcume, muchos de cuyos
detalles son parte de la exhibición. Así que una vez concluida nuestra visita al museo,
indagamos sobre esta iglesia, la cual se ubica en el pequeño caserío Túcume
Viejo; este no es muy visitado por la gente. Es una iglesia de buen tamaño.
Quiero tomar el texto de Fernando Vela Cossío, quien escribió un ensayo al
respecto, llamado La construcción de la
iglesia de Túcume Viejo. Algunos aspectos constructivos de la arquitectura
religiosa virreinal de la Costa Norte del Perú. El extracto que tomo dice así:
“Estas ruinas constituyen posiblemente
uno de los ejemplos más interesantes de arquitectura religiosa que puede verse
en toda la región norte peruana. Se trata de un templo presumiblemente de tres
naves, divididas quizá por soportes intermedios de madera, sin capillas, de
unos 164 pies, 8 de longitud por 52 pies de anchura, con una cabecera sencilla
de 21 pies de ancho y 32 de largo, con remate recto tras el que se sitúan una
serie de estancias de difícil interpretación mientras no se lleve a cabo la
excavación arqueológica del conjunto, pero de uso muy probable como sacristías
y espacios auxiliares. Esta clase de templo, de gran desarrollo longitudinal,
es corriente como hemos visto en la arquitectura peruana de época virreinal,
pudiendo encontrarse ejemplos del mismo por toda la geografía de este extenso y
diverso país andino”. Felizmente el conjunto religioso se ha incluido en el
programa de prevención de monumentos históricos por lo que en la actualidad hay
toda una instalación que cubre el monumento. Además indagando encontré el blog
de un bachiller de arquitectura, Piero Benites, quien alcanza una propuesta de
preservación: http://pieroaq92.blogspot.pe/2013/06/templo-colonial-de-tucume-viejo-tema-y.html.
Esta visita fue fructífera, pero tuvimos que apretar nuestros tiempos pues los
demás viajeros estaban por llegar. Así que regresamos a Chiclayo.
En el hotel nos encontramos con las recién llegadas y
almorzamos lo que habíamos comprado temprano. Todo lo regamos con cerveza. Por
la tarde nos fuimos un grupo pequeño en la camioneta a Eten para que vean el
muelle que aún queda en pie y conocer con un poco más de paciencia la capilla
colonial del Divino Niño Jesús, en torno al cual hay varias leyendas (milagros)
que se ven graficados en varios murales en la nueva capilla erigida no muy
lejos de ahí. Es una pena que tan bella edificación colonial haya quedado en el
olvido, como bien comenta el ensayo arriba nombrado y el libro de Juan
Castañeda Murga, Templos virreinales de los valles de Lambayeque. Esos descuidos
terminan matando la identidad de la zona, así como una posible ingente fuente
de riqueza que atrae a turistas especializados que tienen gustos más precisos y
que gozan de buen patrimonio personal.
Por la noche nos fuimos a cenar y, para cerrar mi ciclo de
decepción, decidí que vayamos a Vichayo. El lugar estaba abierto. Había llamado
y, ciertamente, había atención regular. Al sentarnos y recibir las cartas
hicimos la consabida pregunta: el tipo de pescado que usaban para la preparación.
Cuando el mozo nos dijo que era tollo, mi estómago se revolvió. Pregunté si
había otros pescados, y nos dijo unos dos o tres más, los cuales variaban de
precio y, sin embargo, esa información no estaba en la carta. Decepcionante.
Última definitiva visita a este lugar que alguna vez fue bueno y ahora va de
mal en peor. Nos fuimos a Casa Andina para cenar en el lugar.
Así cerramos nuestro primer día.
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