Creo que ya es tiempo que rinda mi homenaje y pleitesía a este sacrosanto lugar. Visitas de visitas a huariques y restaurantes en mi ciudad ya me han confirmado lo que todos dicen y que no quería aún reconocer: Piura es un paraíso gastronómico. Cuando fui en septiembre, luego de algunos años de no pisar la ciudad, un grupo de amigos me guió por el paraíso. La consabida visita a Catacaos se realizó y entre moscas, calor y un poco de tierra consumamos un encuentro regular con los cebiches de la zona. Mi dolencia de triglicéridos, colesterol y otras pesadillas de la vida moderna, me coactaron un poco y me estoy perdiendo un real banquete como son los mariscos, bendición de la culinaria piurana..Pero mi revancha ya llegará. Esa noche nos dirigimos a un restaurante llamado Capuccino; el lugar es agradable, simpático, placentero; la comida ya es casi tocar el cielo. Mi teriyaki de pescado no hizo sino tocar esa fibras recónditas de la memoria de la humanidad de encuentros con lo sagrado. Mientras degustaba bocado tras bocado, el vino iba avivando más ese placer del buen comer y del buen hablar. Ya estaba en la Piura real. Mis últimos viajes fueron periplos mucho mejores, ya tenía en mente qué es lo que quería y no iba a escatimar ni gastos ni contemplaciones para seguir hurgando los manjares. Volví a la Santitos luego de años; este restaurante se había quemado tiempo ha y volvió abrir sus puertas en otra casa: los tamalitos verdes, la carne aliñada, esos nobles platos de origen popular desfilan delante de tus ojos para abrir tu voraz apetito. Hace dos semanas descubrí un nuevo restaurante (hay muchos más, pero tuve una mente circuscrita al pasado) el cual me permitió acercarme a un delicioso filete de pez espada. Uff. Las nobles hierbas habían ingresado en su carne y la habían aromatizado; crujiente iba cortando pedazos que engullía con la convicción de estar pecando, porque se nos ha enseñado que lo bueno tiene algo de malo en su interior. Moriré feliz. Piura es un cielo, pronto iré nuevamente para caer sobre las langostas y los nobles frutos del mar. A la mierda con el colesterol.
Este espacio ha sido creado por Gerardo Cailloma con el fin de difundir mis ideas y poder compartir con el que esté interesado temas sobre cine, música, educación, viajes, literatura y todo aquella diletancia que produzca placer estético (como el buen comer)
Datos personales
- Gerardo Cailloma
- Trujillo, La Libertad, Peru
- Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal
sábado, 29 de noviembre de 2008
COMER EN PIURA
Creo que ya es tiempo que rinda mi homenaje y pleitesía a este sacrosanto lugar. Visitas de visitas a huariques y restaurantes en mi ciudad ya me han confirmado lo que todos dicen y que no quería aún reconocer: Piura es un paraíso gastronómico. Cuando fui en septiembre, luego de algunos años de no pisar la ciudad, un grupo de amigos me guió por el paraíso. La consabida visita a Catacaos se realizó y entre moscas, calor y un poco de tierra consumamos un encuentro regular con los cebiches de la zona. Mi dolencia de triglicéridos, colesterol y otras pesadillas de la vida moderna, me coactaron un poco y me estoy perdiendo un real banquete como son los mariscos, bendición de la culinaria piurana..Pero mi revancha ya llegará. Esa noche nos dirigimos a un restaurante llamado Capuccino; el lugar es agradable, simpático, placentero; la comida ya es casi tocar el cielo. Mi teriyaki de pescado no hizo sino tocar esa fibras recónditas de la memoria de la humanidad de encuentros con lo sagrado. Mientras degustaba bocado tras bocado, el vino iba avivando más ese placer del buen comer y del buen hablar. Ya estaba en la Piura real. Mis últimos viajes fueron periplos mucho mejores, ya tenía en mente qué es lo que quería y no iba a escatimar ni gastos ni contemplaciones para seguir hurgando los manjares. Volví a la Santitos luego de años; este restaurante se había quemado tiempo ha y volvió abrir sus puertas en otra casa: los tamalitos verdes, la carne aliñada, esos nobles platos de origen popular desfilan delante de tus ojos para abrir tu voraz apetito. Hace dos semanas descubrí un nuevo restaurante (hay muchos más, pero tuve una mente circuscrita al pasado) el cual me permitió acercarme a un delicioso filete de pez espada. Uff. Las nobles hierbas habían ingresado en su carne y la habían aromatizado; crujiente iba cortando pedazos que engullía con la convicción de estar pecando, porque se nos ha enseñado que lo bueno tiene algo de malo en su interior. Moriré feliz. Piura es un cielo, pronto iré nuevamente para caer sobre las langostas y los nobles frutos del mar. A la mierda con el colesterol.
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2 comentarios:
Mala suerte que solo fuí un ratito :S, y solo a comer chifles. Tendré que darme un tiempo y visitar más a fondo
jajaja, ta buena la última frase.
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