“Las primeras imágenes del Eros y las premoniciones
de la muerte nos atrapan en cada sueño; el fin del mundo comenzó
con nosotros y no parece querer acabar; la película de la que tenemos
ilusión de ser solo espectadores es la historia de nuestra vida.”
ITALO CALVINO, “AUTOBIOGRAFÍA DE UN ESPECTADOR”
Para muchos jóvenes, las distancias geográficas e históricas se han achicado gracias a la globalización informativa y ciertos viajes virtuales que nos hacen creer que accedemos a la verdadero conocimiento de la vida de un pueblo, sus costumbres, virtudes y defectos, su percepción del mundo. Gracias al arte, se va descubriendo que esta herramienta virtual nos ayuda a ver solo una pequeña parte de la inmensidad de la geografía humana en todas sus manifestaciones.
El arte ofrece a aquel que lo contempla, lee u oye, múltiples lecturas que tienen referentes diacrónicos, sincrónicos, además de la misma hermenéutica de la pieza bajo observación. Es una obra abierta, que puede tocar la fibra del momento vivido como un referente espacio-temporal; o puede hacer una elisión del mismo (pero que no escapa de un referente consustancial que le dé soporte de existencia). Así se llegue a situaciones de individualismo creativo o interpretativo como lo plantea Ortega y Gasset en su libro LA DESHUMANIZACIÓN DEL ARTE, el hombre no deja de tener esos referentes inmediatos. Por otro lado, tampoco es suficiente calcar la realidad para mostrarnos el interior del momento con un burdo realismo imitativo de lo visto, oído o sentido. Tanto creador como re-creador (lector u oyente) hacen sus propias lecturas desde referencias suyas de lo que estamos transformando (como lo plantea Sartre).
El extraordinario movimiento cinematográfico europeo de post guerra tuvo en el Neorrealismo italiano una feliz consecución de lo anteriormente dicho. Una Italia pobre, de escasos recursos una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, dio un puñado de directores, actores, fotógrafos, guionistas que deslumbró las pantallas del orbe. Películas como Roma, città aperta; Ladri di biciclette; Paisà; son filmes que marcaron toda una época y mostraron al mundo que con mucho ingenio y poco dinero se podía hacer obras maestras. Y los argumentos o contextos no eran nada del otro mundo, era como poner la cámara en la calle y rodar la vida cotidiana en su miseria, en su ternura, en su alegría. En esa coyuntura, en ese puñado de directores como de De Sica, Rosselini y otros, aparece LA STRADA de Federico Fellini.
Los directores italianos, como todos los europeos (y ahora los chinos), tienen poco qué pedir fuera de su espacio para darnos lecturas extraordinarias de vida. Estos pueblos viejos de historia, de revoluciones, guerras, conquistas, pensadores, artistas, no reclaman nada a nadie (y sería una mofa pedírsela a alguien o a otra cultura); sin pecar de autárquicos, sus referencias inmediatas son tantas, con una vida cotidiana tan viva y un ambiente de cultura en torno a ellos que casi sería una necedad no encontrar tema.
Nuestro maestro fue esa alma sensible que supo captar la inmensidad humana de su pueblo; sin pecar de conductista o revolucionario, nos mostró el espíritu de hombres y mujeres a través de personajes maravillosos que han quedado en nuestras retinas.
AMARCORD (RECUERDO) (1973) Aunque la palabra signifique “recuerdo” en dialecto romano, Fellini no quiso que este filme fuese encasillado como uno de remembranzas y nostalgias. Reuniendo a una buena cantidad de personajes simpáticos y más de uno extravagante, nos reconstruye la historia de un pequeño pueblo durante los años del fascismo de preguerra. Pero es cierto que hay muchos elementos muy fellinianos, como el espíritu colectivo circense y festivo de los habitantes del pueblo, con un sentido del humor ácido que nos remite a las diferencia de clases, todos estos evocados en las memorias de nuestro Director, reunidas en LA MIA RIMIMI. Ganó el Oscar al mejor filme extranjero.
LA STRADA (LA CALLE) (1954) ¿Qué hace a esta película tan bella y entrañable? Es la película felliniana por antonomasia, con circos, ferias, y personajes de farándula. Es un filme de llegadas y partidas, de fracasos y redenciones, de risas y lágrimas. Sobre todo hay un personaje femenino, Gesolmina (Giulietta Massina, la esposa de Fellini) extraordinaria, que encarna un personaje torpe a la que la vida le enseña lo que es la calle, en su soledad y la necesidad de aferrarse a alguien. Además es también una feliz unión de dos grandes como lo fue Fellini y el músico Nino Rota, el cual compuso esta inmortal melodía que desde ya tiene vida propia. Como ha escrito Ítalo Calvino, del cual hemos tomado un fragmento de su “AUTOBIOGRAFÍA DE UN ESPECTADOR”, es una película en la que nos vemos reflejados, en la que no somos simples espectadores sino vemos discurrir en ella, diversas escenas que se acercan a nuestra vida cotidiana.
SATYRICON (1969) Está basada en la obra de Cayo Petronio Árbitro, noble romano del Siglo I d.C. Es una de las relecturas más interesantes llevadas al cine, con una escenografía alucinante, un maquillaje que quedó en la retina de los primeros espectadores de este filme y un tratamiento moral de acuerdo a la época, pero con la también participación personal de nuestro Director; creó un escándalo por el tema, pero hay que entender todo esto en el contexto de una época como lo fue la del Emperador Nerón, gran amigo de Petronio. Circulan personajes vividores, poetas frustrados, artistas díscolos, nobles envilecidos, semidioses. Y seremos testigos de la orgía romana en su esencia. Todo a través de ocho historias que tratan de la disputa de dos jóvenes por el amor de un esclavo adolescente y hay tantos elementos y patrones de comportamiento tan parecidos a los nuestros que es casi una pequeña lección de historia, antropología y sociología.
Bibliografía:
Diccionaire des Films – Bérnand Rapp, Jean-Claude Lamy, LAROUSSE, 1995.
Las 100 mejores Películas, John Kobal, ALIANZA EDITORIAL, 4ta edición, 1995.
Historia del Cine Mundial, Georges Sadoul. SIGLO XXI EDITORES. 5ta edición, 1980
Tutto Fellini, Varios. LA GRAN ILUSIÓN, No 02, 1994.
de la muerte nos atrapan en cada sueño; el fin del mundo comenzó
con nosotros y no parece querer acabar; la película de la que tenemos
ilusión de ser solo espectadores es la historia de nuestra vida.”
ITALO CALVINO, “AUTOBIOGRAFÍA DE UN ESPECTADOR”
Para muchos jóvenes, las distancias geográficas e históricas se han achicado gracias a la globalización informativa y ciertos viajes virtuales que nos hacen creer que accedemos a la verdadero conocimiento de la vida de un pueblo, sus costumbres, virtudes y defectos, su percepción del mundo. Gracias al arte, se va descubriendo que esta herramienta virtual nos ayuda a ver solo una pequeña parte de la inmensidad de la geografía humana en todas sus manifestaciones.
El arte ofrece a aquel que lo contempla, lee u oye, múltiples lecturas que tienen referentes diacrónicos, sincrónicos, además de la misma hermenéutica de la pieza bajo observación. Es una obra abierta, que puede tocar la fibra del momento vivido como un referente espacio-temporal; o puede hacer una elisión del mismo (pero que no escapa de un referente consustancial que le dé soporte de existencia). Así se llegue a situaciones de individualismo creativo o interpretativo como lo plantea Ortega y Gasset en su libro LA DESHUMANIZACIÓN DEL ARTE, el hombre no deja de tener esos referentes inmediatos. Por otro lado, tampoco es suficiente calcar la realidad para mostrarnos el interior del momento con un burdo realismo imitativo de lo visto, oído o sentido. Tanto creador como re-creador (lector u oyente) hacen sus propias lecturas desde referencias suyas de lo que estamos transformando (como lo plantea Sartre).
El extraordinario movimiento cinematográfico europeo de post guerra tuvo en el Neorrealismo italiano una feliz consecución de lo anteriormente dicho. Una Italia pobre, de escasos recursos una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, dio un puñado de directores, actores, fotógrafos, guionistas que deslumbró las pantallas del orbe. Películas como Roma, città aperta; Ladri di biciclette; Paisà; son filmes que marcaron toda una época y mostraron al mundo que con mucho ingenio y poco dinero se podía hacer obras maestras. Y los argumentos o contextos no eran nada del otro mundo, era como poner la cámara en la calle y rodar la vida cotidiana en su miseria, en su ternura, en su alegría. En esa coyuntura, en ese puñado de directores como de De Sica, Rosselini y otros, aparece LA STRADA de Federico Fellini.
Los directores italianos, como todos los europeos (y ahora los chinos), tienen poco qué pedir fuera de su espacio para darnos lecturas extraordinarias de vida. Estos pueblos viejos de historia, de revoluciones, guerras, conquistas, pensadores, artistas, no reclaman nada a nadie (y sería una mofa pedírsela a alguien o a otra cultura); sin pecar de autárquicos, sus referencias inmediatas son tantas, con una vida cotidiana tan viva y un ambiente de cultura en torno a ellos que casi sería una necedad no encontrar tema.
Nuestro maestro fue esa alma sensible que supo captar la inmensidad humana de su pueblo; sin pecar de conductista o revolucionario, nos mostró el espíritu de hombres y mujeres a través de personajes maravillosos que han quedado en nuestras retinas.
AMARCORD (RECUERDO) (1973) Aunque la palabra signifique “recuerdo” en dialecto romano, Fellini no quiso que este filme fuese encasillado como uno de remembranzas y nostalgias. Reuniendo a una buena cantidad de personajes simpáticos y más de uno extravagante, nos reconstruye la historia de un pequeño pueblo durante los años del fascismo de preguerra. Pero es cierto que hay muchos elementos muy fellinianos, como el espíritu colectivo circense y festivo de los habitantes del pueblo, con un sentido del humor ácido que nos remite a las diferencia de clases, todos estos evocados en las memorias de nuestro Director, reunidas en LA MIA RIMIMI. Ganó el Oscar al mejor filme extranjero.
LA STRADA (LA CALLE) (1954) ¿Qué hace a esta película tan bella y entrañable? Es la película felliniana por antonomasia, con circos, ferias, y personajes de farándula. Es un filme de llegadas y partidas, de fracasos y redenciones, de risas y lágrimas. Sobre todo hay un personaje femenino, Gesolmina (Giulietta Massina, la esposa de Fellini) extraordinaria, que encarna un personaje torpe a la que la vida le enseña lo que es la calle, en su soledad y la necesidad de aferrarse a alguien. Además es también una feliz unión de dos grandes como lo fue Fellini y el músico Nino Rota, el cual compuso esta inmortal melodía que desde ya tiene vida propia. Como ha escrito Ítalo Calvino, del cual hemos tomado un fragmento de su “AUTOBIOGRAFÍA DE UN ESPECTADOR”, es una película en la que nos vemos reflejados, en la que no somos simples espectadores sino vemos discurrir en ella, diversas escenas que se acercan a nuestra vida cotidiana.
SATYRICON (1969) Está basada en la obra de Cayo Petronio Árbitro, noble romano del Siglo I d.C. Es una de las relecturas más interesantes llevadas al cine, con una escenografía alucinante, un maquillaje que quedó en la retina de los primeros espectadores de este filme y un tratamiento moral de acuerdo a la época, pero con la también participación personal de nuestro Director; creó un escándalo por el tema, pero hay que entender todo esto en el contexto de una época como lo fue la del Emperador Nerón, gran amigo de Petronio. Circulan personajes vividores, poetas frustrados, artistas díscolos, nobles envilecidos, semidioses. Y seremos testigos de la orgía romana en su esencia. Todo a través de ocho historias que tratan de la disputa de dos jóvenes por el amor de un esclavo adolescente y hay tantos elementos y patrones de comportamiento tan parecidos a los nuestros que es casi una pequeña lección de historia, antropología y sociología.
Bibliografía:
Diccionaire des Films – Bérnand Rapp, Jean-Claude Lamy, LAROUSSE, 1995.
Las 100 mejores Películas, John Kobal, ALIANZA EDITORIAL, 4ta edición, 1995.
Historia del Cine Mundial, Georges Sadoul. SIGLO XXI EDITORES. 5ta edición, 1980
Tutto Fellini, Varios. LA GRAN ILUSIÓN, No 02, 1994.
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