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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal
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domingo, 23 de febrero de 2020

TRUJILLO 2020 (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO TRUJILLO 23 DE FEBRERO 2020)


El último día de 1973, toda mi familia se mudó de Arequipa a esta ciudad. Por razones laborales y sentimentales, mis padres decidieron levantar un negocio y nuestra residencia por estos lares. En ese entonces, Trujillo se recuperaba del fuerte sismo de 1970 que había dejado por los suelos casas, iglesias e instituciones diversas; un alumbrado público débil y el servicio de agua potable muy deficiente, pues las aguas subterráneas no daban abasto a una ciudad sea por los daños infligidos por el sismo o por el crecimiento un poco desordenado de este entonces.
Aunque no residía en esta ciudad, mi familia y amigos me contaban sobre la nueva ola migratoria que venía a Trujillo huyendo de la violencia terrorista o del galopante narcotráfico que hizo de nuestra ciudad un centro neurálgico del mismo. Diversos reportajes nos dieron una fama nada grata, habida cuenta que iban apareciendo extrañas fortunas las cuales nos siguen generando serias sospechas. También fue el inicio, desde el gobierno de AGP, de un éxodo de trujillanos y de peruanos que huían del descontrol, la inflación y la violencia sediciosa. Surge una alternativa desesperada al caos económico: el comercio informal masivo con La Hermelinda como máxima expresión. Hacia fines del gobierno de AGP, una nueva realidad cambiará nuestro rostro físico y social: Chavimochic. Este generará un boom en la agroexportación, como sucede en otras zonas de la Costa peruana, y acarreará dos cambios drásticos: el entorno físico (tropicalización y napa freática) y una gran movilidad social: surgen barrios itinerantes como Alto Trujillo, el cual ahora pugna por ser distrito. Un efecto lateral fue el incremento de la violencia. A fines de los 90 y la primera década de este siglo, nos convertimos en la capital de la violencia, cuyos rezagos seguimos arrastrando. Muchos posibles visitantes evitaron nuestra ciudad por la alarmante visión que se nos dio y nuestro silencio cómplice. Sin embargo, la inyección de dinero trajo muchos migrantes de todas partes del Perú e, incluso, países vecinos. Por la crisis del 2008 en el mundo y, sobre todo, España, algunos trujillanos intentaron el retorno, pero fue un proceso muy frustrante; la ciudad no era capaz de establecer reglas claras de convivencia. Grandes bandas de crimen organizado surgieron haciendo negocio con la extorsión, y “exportando” e “importando” delincuentes. Hubo gente en la policía y el Poder Judicial que actuaron de manera proba contra ellos. La última oleada es la venezolana. Hay buenas y malas personas, como cuando los peruanos “invadimos” Chile, Italia, España o Japón. Hay casi 1 venezolano en cada 10 residentes; han transformado nuestra ciudad. Pasará lo mismo como lo hicieron peruanos en USA, Argentina, Chile o Japón. Serán parte de nuestro acervo cultural y social. Se afincarán, tendrán familia; harán su futuro como lo han hecho nuestros familiares y amigos en otros lares. 
Así llegamos a nuestro Bicentenario.

domingo, 16 de febrero de 2020

LA CIUDAD QUE QUEREMOS (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO TRUJILLO DOMINGO 16 DE FEBRERO)


En recientes declaraciones de Hermes Escalante, presidente de la Cámara de Turismo de La Libertad, destacó la importancia del turismo como un motor vital del desarrollo económico de la Región, y como un factor integrador y articulador de otras actividades productivas y de servicios de Trujillo y sus alrededores. Es la actividad que moviliza a varios sectores vinculados directamente a este, pero a su vez repercute sobre otros de manera indirecta, pero efectiva. Un turista requiere de servicios básicos como alojamiento y alimentación, pero los vinculados a la cultura y al hedonismo son las atracciones de un lugar por el cual el turista se ha movilizado cientos o miles de kilómetros. Trujillo, como cualquier ciudad turística, atrae a una persona no solo por su gastronomía o sus espacios agradables para el bienestar, sino por su cultura, su historia y las facilidades para que uno pueda acceder a estas. Al crear estas condiciones y facilidades, muchas otras actividades se benefician indirectamente, como la educación, vital eje de desarrollo de cualquier sociedad. Buenos museos, una intensa investigación de nuestro pasado físico y social, y la adecuación de zonas naturales (bosques, cataratas, montañas) alimentan el desarrollo de una niñez que conoce su espacio físico e histórico.
Pero ¿qué cosas tenemos que mejorar? Varias. Se necesita un plan macro el que involucre y en el que participen muchos actores de la ciudad y Región. Ver planes educativos y de comunicación para sensibilizar a una población que conoce poco a su ciudad y sus alrededores. Comenzar a ocupar espacios culturales formales con propuestas que acerquen a los niños y los jóvenes que se sienten excluidos y no identificados con su entorno. Incorporar el lenguaje artístico de una juventud que tiene propuestas que los mayores no escuchamos y marcamos distancia en vez de tender puentes para sumar esfuerzos de un bien común. Necesitamos una marca que vele la calidad de todos los actores directos de la industria sin chimeneas. Hubo una que se ha quedado en la congeladora durmiendo el sueño de los justos. Velar por el ornato de la ciudad y su sistema vial. Estos dos puntos son álgidos, pues Trujillo se está volviendo en un gran basurero en el que encuentras autos abandonados y basura en calles y parques, lugar preferido por algunas constructoras para dejar sus desechos; o el lastimoso estado de sus calles plagadas de huecos y rompemuelles colapsados. Cuando redacto este texto, leo con escepticismo la noticia de que los transportistas privados del servicio público aceptan cambiar sus unidades; pero no solo eso es necesario, lo es también la necesidad de mejorar el trato hacia los pasajeros. Los transportistas los llaman clientes; creo que ninguna empresa trata a los mismos como ganado y son expuestos a tanto riesgo como la carrera de dos choferes energúmenos para captar más pasajeros. Cumplir reglas es vital. Educación cívica, eso falta.