El centralismo es una pesadilla peruana que nos
lleva al atraso frente a otros países de la región y se compara con otros
países que tienen ciudades macrocéfalas en desmedro de las demás ciudades y
regiones que lo conforman. Esta situación salta de vez en cuando, pues el mundo
de las noticias está más centrado en eventos capitalinos que lo que sucede en
tu misma ciudad o, peor aún, en regiones remotas. El reciente incidente de la
isla Santa Rosa en la frontera colombo-peruana es un caso que muestra la
realidad perniciosa del centralismo. Este incidente, el cual a estas alturas ya
muchos se han olvidado, mostró cómo se vive en las fronteras vivas; cientos de
compatriotas sobreviven a una cruda realidad, puesto que deben recurrir a
servicios básicos como salud en instalaciones mejores implementadas de los
países vecinos que las nacionales. En un país, como el nuestro, que ha
debilitado la presencia del Estado en muchos planos, nuestros compatriotas
optan por lo más práctico y recurrente. Muchos preferían pertenecer a Brasil,
pero nuestra hipocresía los exige ser “patriotas”. Recuerdo que, en pueblos
fronterizos con Ecuador, los alumnos de colegios nacionales estudiaban con
cuadernos y libros de ese país en los que el mapa de ellos incluía Tumbes, Jaén
y Maynas; ese era la realidad política geográfica que muchos niños aprendieron
por años. Nuestras ciudades y regiones son noticias en el mundo de la
comunicación “importante” sólo cuando hay una desgracia u delito notable: la
masacre de Pataz y la reciente bomba en una casa de la Av. Perú nos puso en el
mapa de la comunicación a nivel nacional e, incluso, internacional. El concepto
de los medios sobre el desarrollo del Perú se centra en obras grandes de Lima: son
“logros nacionales” el aeropuerto Jorge Chávez (aún cuestionado), el puerto de
Chancay (a casi 78 kilómetros de Lima) y la línea 2 del interminable Metro
capitalino. Además, se anuncian un tren entre Lima e Ica y una carretera
central que parte de Lima, como otros proyectos notables que le van un nuevo
“rostro al Perú”. Ese es el imaginario que todos los días se inyecta en la
población y la que hace que nuestros jóvenes decidan irse a estudiar a la gran
ciudad, las empresas e instituciones migren de sus centros (los casos de la UPN
y UCV, centralizadas en la capital) con el fin de “consolidar la marca”; que
profesionales vean un mejor futuro (así les paguen mal) en la capital
desangrando cuadros académicos y técnicos de regiones como la nuestra en la que
profesionales idóneos escasean para puestos públicos. Ni qué decir de empresas
privadas que no contratan profesionales locales de diversas ramas (algo así
como el huevo y la gallina). Pronto los futuros candidatos prometerán una serie
de ofrecimientos lejanos de la realidad sólo con el fin de poder abrir una
oficina en la capital y comprarse un departamento. ¿Un ejemplo: cuántos de los
anteriores políticos trujillanos viven aquí? ¿Qué plantearán los partidos políticos?
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