Viernes 08 de octubre. Feriado nacional. Momento para una nueva aventura cercana. Lugar elegido: Casma. El viaje iba a ser toda una nueva experiencia hacia las tierras del sur liberteño. Lorena se sumó a este viaje que nos llevaría a recorrer espacios viejos de nuestro territorio. Pero también un buen tour por la inmensa gastronomía que tiene nuestra nación. Salimos, pues, temprano hacia el sur. Ya hace una década y media, Carmen Ortega y Orietta Brusa hicimos un viaje parecido: estuvimos en Chanquillo, Tortugas y Punkurrí. En esta oportunidad, íbamos casi a repetir el mismo itinerario; sin embargo, nos fuimos encontrando con nuevos espacios y experiencias que iban a dar una nueva tónica a esta breve gira con el pasado prehispánico de los peruanos. Ahora hay otros contextos: Chanquillo ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad y una pandemia que han enmarcado cualquier actividad que se haga. Premunidos de pocas cosas, nos enrumbamos por la Panamericana norte hacia nuestro primer objetivo: Chimbote. La ruta sigue siendo una pesadilla por las condiciones que tiene esta autopista saturada de camiones (un increíble movimiento de grandes unidades que iban de y venían a Trujillo) y la presencia de rompe muelles en una autopista: creo que nuestro país debe de ser el único que tiene esa peculiaridad, pues he manejado en Ecuador y varios países de Europa y no he visto esa “rara” situación. Además, la entrada o salida (depende cómo la veamos) de Trujillo tiene tantos huecos como las calles mismas de nuestra ciudad. Insólito para una autopista. Uno de los graves problemas es que las autopistas nuestras son rodeadas o atraviesan poblaciones que aparecen por diversas condiciones y, como uno puede percatarse, se suele construir prácticamente en las orillas de las carreteras; en México recuerdo que se levantaban muros en estas autopistas para evitar el cruce intempestivo de personas ante la ausencia de puentes peatonales; en la ruta vimos un par de estos puentes poco usados, pues la gente prefiere cruzar arriesgando sus vidas y la de los transportistas. Y como el tramo hacia Chiclayo, la ruta Trujillo-Chimbote tiene largos tramos en la que la autopista desaparece y se vuelve una marcha lenta y peligrosa de camiones, buses, combis, camionetas, autos y hasta mototaxis. Una locura. Además, el feriado largo hizo que mucha gente viajase a lugares cercanos para cambiar de aires. Pese a todo, no nos amedrentamos. El litoral de Ancash es muy atractivo, pues tiene muchas ensenadas y bahías, algunas de las cuales íbamos a visitar en esta ocasión. Pasado el túnel de Coishco, ya vemos Chimbote que nos recibe con su jardín vivero. Al llegar al óvalo que marca la entrada a la ciudad, ahora puedes tomar la Av. Industrial, totalmente pavimentada y con una ciclovía que hace palidecer los lamentables intentos hechos en Trujillo. Además, tiene una señalización de buen nivel.
Y esta vía rápida desemboca en la Av. Bolognesi que corre paralela al mar. Así, rápidamente, nos enrumbamos a la Panamericana Norte para salir de la ciudad sin problemas de tráfico. Chimbote tiene amplias avenidas que permiten un tránsito fluido entre el viejo y el nuevo Chimbote. Vimos el ex Hotel de Turistas, al cual queríamos ir el domingo. Quedó sólo en deseo. La Panamericana se estrecha en un buen tramo y eso sí se vuelve tedioso por el alto tráfico comercial que tiene esta ciudad. Pasada la entrada de Vesique, balneario ubicado en otra bella ensenada, volvemos a la autopista. Ya desde ahí seguiremos en un buen tramo de una buena carretera hasta un poco antes de entrar a Casma. Atravesamos en óvalo de la entrada a Samanco o San José de Moro y seguimos en dirección a nuestro primer objetivo para almorzar: balneario de Tortugas. Ingresamos a este lugar por una simpática vía bordeada de palmeras que te dan la bienvenida. Este balneario recibe este nombre por la inmensa isla que se ve en la entrada de esta bahía que tiene forma de caparazón de un quelonio. (Isla Tortuga: es una pequeña isla peruana en la costa del Océano Pacífico, que posee una superficie de 134 hectáreas (equivalentes a 1,34 km²), 2 kilómetros de largo y una altura máxima de 143 metros sobre el nivel del mar, que se encuentra entre la isla Los Chimús y el islote La Viuda, y que administrativamente forma parte del Departamento de Ancash. Posee diversos tipos de aves y un clima tropical. Fuente: https://lugaresquever.com/isla-tortuga). Como Lorena no había tomado desayuno, decidimos desayunar-almorzar en el restaurante de siempre: Costa Azul. Pedimos un cebiche, una chita y una cabrilla al horno. Insuperable. Todo rociado con un par de cervezas para disfrutar de la vida: en el mar, la vida es más sabrosa (y en cierta manera, lo es). Habíamos visto a varias personas pasear por bote y nos dio el gusto de hacer lo mismo. Dejamos la camioneta frente al restaurante y nos dirigimos hacia el muelle desde donde salían los botes. Tranzamos el precio y nos embarcamos para que nos lleven a una playa maravillosa y aislada frente al isla Tortuga: La Gramita. Ricardo Espinoza, autor del libro El Perú a toda costa la describe así: “esta es una bonita y chica playa de arena. Con las peñas de los dos lados, forma una U con los ángulos rectos. Parece el cauce del agua que baja del alto cerro (tal vez si llueve alguna vez) [..]”. Ideal para venir en verano a quedarse un par de horas, mínimo. El balneario va creciendo alrededor de la bahía y se ven conjuntos habitacionales simpáticos; ojalá estén tomando todas las medidas de una buena construcción en una zona de alta densidad sísmica: el placer no debe de ir acompañado del descuido. Las aves guaneras nos acompañaron en nuestro periplo y sólo se aventuró un lobo marino. El periplo fue de casi una hora: bien valió el circuito.
Cuando retornamos al restaurante para ya partir a Casma, el lugar estaba repleto: de pronto, el balneario se llenó de gente de tránsito y residentes de Casma o Chimbote. Una locura. De haber llegado un poco tarde, hubiéramos tenido problemas con el servicio y otros detalles. Esto nos dio una idea de lo que nos iba a pasar en Casma: hoteles. Al llegar a Casma (está a solo 11 kilómetros de Tortugas), comenzó la búsqueda de hotel: primero Las Poncianas y un precio absurdo para un servicio que no pensábamos usar: una piscina. Luego nos fuimos merodeando hasta dar por fin con uno. Antes, con el fin de ganar tiempo, nos fuimos al Museo de Sitio de Sechín y nos dimos con la sorpresa de que este día no abrían. Como nosotros, hubo varios turistas frustrados para un día feriado. Un poco sentido común para estos casos hubiera satisfecho a muchos. Así que nos dedicamos a buscar un hotel sencillo para una única noche: Hostal El Kairo. Instalamos nuestras cosas. Para dejar el auto, tuvimos que esperar un poco más, así que nos enrumbamos a un sitio que había visitado en mi primera oportunidad en 1985: Puerto Pobre o Puerto Casma. En la historia prehispánica se nombra este lugar. Saco este extracto, por ejemplo: “El presente estudio analiza los cambios en las estrategias de subsistencia en el valle de Casma durante la hegemonía del imperio Chimú (entre el 1350 y 1500 d. C). Para la ocupación inicial del sitio arqueológico Puerto Pobre se observaron diferencias marcadas en el régimen alimenticio. Mientras la dieta de la población autóctona dependió en gran parte de la explotación de los recursos silvestres, las preferencias de los chimús mostraron una demanda hacia los productos manipulados, como el maíz y la carne de camélidos. Los cambios hacia una alimentación uniforme, identificados para la ocupación tardía de Puerto Pobre, probablemente se deben a la convivencia persistente de los dos grupos prehispánicos y a un proceso inicial de aculturación [..]” (https://books.openedition.org/ifea/8020?lang=es). En una pequeña colina hay una placa recordatoria por Juan Noel Lastras. La placa tiene tantos errores ortográficos, lamentable descuido. Lastras es un héroe poco conocido de la Marina Peruana. Murió frente a estas costas. Aquí se narra su sacrificio: “[..] En mayo de 1854 fue enviado con su nave hacia Casma, junto con el vapor Rímac, con la misión de embarcar tropas. Cumplida esta labor, se acordó que, durante el viaje de retorno al Callao, el Rímac remolcaría a la Mercedes, pero casi a la vista de Casma, se rompieron los cables de remolque. La Mercedes quedó al garete y como tenía en pañoles su velamen, el fuerte viento lo arrojó contra la llamada rocanegra. La goleta, que llevaba 800 soldados a bordo, empezó a naufragar. Noel hizo esfuerzos desesperados por salvar a sus hombres y terminó por ser una de las víctimas, pues no quiso abandonar su navío y, junto con otros muchos que se apiñaban en la cubierta, se hundió en el mar turbulento. Su esposa, María de la Cruz Andrade, una de los pocas sobrevivientes de esta tragedia, presenció su sacrifico. Solo un centenar de los soldados que iban a bordo de la goleta lograron salvarse.” (Fuente: https://www.deperu.com/abc/biografias/6419/juan-noel-lastra). Vimos un bello atardecer y la bahía en la que había anclados varios botes. Estaban arreglando el muelle de embarco de la pesca artesanal. Ya el frío nos iba calando los huesos, así que decidimos regresar.
Ya en Casma, instalamos la camioneta y salimos a cenar. En el paseo boulevard San Martín hay algunos murales que reproducen escenas de Sechín. Llegamos a su plaza de armas donde saboreamos unos ricos helados (antes de cenar..) en la Heladería Caraz, dulzura (así la llamó Antonio Raimondi). Luego de haber comprado agua, nos fuimos a cenar una rica sopa en el restaurante El Tío Sam. Había estado aquí en octubre del 2019 cuando estuve de visita con Galai Ahmed. Esta vez cenamos algo ligero. Lo malo fue la bulla de unos niños que decidieron usar el lugar para desarrollar un poco sus pulmones y voz. Insoportable. El padre se dio cuenta de que nos estaban molestando. Así terminamos la jornada. Estábamos muy cansados. Tras una buena ducha caliente, la cama nos esperaba para una nueva jornada.