En las últimas semanas participé en diversas actividades que han abordado dos puntos álgidos: la situación crítica del río Moche y los totorales de Huanchaco. Ambos recursos, vitales para la población trujillana, están al borde de una calamidad ecológica que tendrán, obviamente, repercusiones negativas para la ciudadanía. Y, en cierta manera, esta desconoce el alcance de esta gravedad, sea por indiferencia, ignorancia o complicidad.
El Moche es, literalmente, un
río muerto. La cantidad de elementos contaminantes que lleva en sus aguas o
están en su cauce lo hacen un peligro, pues sus aguas son usadas para cultivar
sembríos de panllevar que hay en los mercados de nuestra ciudad. A lo largo de
su extensión hay minas en actividad o abandonadas que han usado sus aguas como
lugar de desecho: sus orillas son repositorios de relaves, muchos de los cuales
pueden verse a simple vista. Toda forma de vida ha sido eliminada por este tipo
de contaminación, agravada en las cercanías de nuestra ciudad, pues sus orillas
son vertederos de basura de todo tipo o de desechos de construcción. Al igual
que algunas zonas del litoral costero entre Buenos Aires y Huanchaquito, el
Moche es un “relleno sanitario” más. Por otro lado, los totorales son un
espacio natural cuya existencia permite la construcción de la identidad
huanchaquera y, como todos lo sabemos ahora, es la que ha generado toda la
industria turística alrededor de los caballitos de totora que usan estos
totorales en riesgo. Parte de un gran conjunto ecológico que incluye al cerro
Campana, este espacio ha sufrido invasiones, intervenciones funestas y, como el
Moche, tiene desmontes en su territorio. La desaparición de estos significará
la extinción del espíritu de un espacio geográfico apreciado por su historia
viva y sus aparejos históricos que llaman la atención a foráneos y locales. Su extinción
significará, a la larga, la muerte lenta de un balneario que ya tiene graves
problemas con la erosión que va acabando con sus playas. Huanchaco está cavando
así su tumba. Ambos recursos han tenido diversas propuestas de solución;
algunas viables, otras no. Sin embargo, algunas medidas fueron tomadas más por
criterios políticos o económicos que científicos. Hay realidades inevitables,
pero hay otras posibles que podrían abordar estos problemas con más
transparencia y eficiencia. Pero depende, también, del criterio político. Las
propuestas chocan, también, con fuertes intereses económicos, los que usan
todas las estrategias posibles para comprar conciencias ciudadanas y, sobre
todo, a algunos políticos cuyas billeteras están ávidas de ser engordadas.
En 2022 tendremos elecciones
municipales y regionales. Cantos de sirena empezarán a sonar para que los
ciudadanos dirijan su voto: ¿estos serán al “mejor postor”? Hemos visto cuán
frágil es la memoria ciudadana al votar. “Grandes” soluciones ahora, grandes
problemas del mañana.