“Pucha, esto está peor que Ucrania o Gaza”.
“#&%&, otra calle cerrada y no avisan, estos tarados”. Estas frases y
muchas más, cargadas de groserías, cólera e impotencia, son las que se emiten
todos los días, salvo los fines de semana, por parte de miles de pasajeros,
conductores, peatones, padres de familia, choferes de taxi o de cualquier
transporte público. Es la pesadilla cotidiana de trujillanos que se desplazan a
cualquier hora a o de colegios, centros de trabajo, bancos o cualquier
institución pública o privada en la que uno tenga que hacer alguna gestión. Todo
esto se agrava por dos razones: la primera, una escasa o nula información de
los planes de intervención, fuera de una clara estrategia de contingencia, lo que
obliga a los sufridos choferes a buscar sus propias rutas alternativas y que
hacen volar “en pedazos” al más pintado GPS que nos acompañe; la segunda, la
nula educación cívica que tenemos como sociedad para situaciones como estas.
Uno puede identificar la idiosincrasia de una sociedad y sus gobernantes a
través de su tránsito. Bueno, tenemos una radiografía lamentable que nos pinta
de cuerpo entero: nada solidarios, bastante egoístas, abusivos. Hablaba con un
taxista que me comentaba que, en un principio, él quería actuar correctamente
respetando las reglas de tránsito; pero la actitud violenta y salvaje de muchos
choferes lo terminaron por doblegar. Al final hizo un par de maniobras
temerarias que nos sacó de un atolladero en la Av. Túpac Amaru, en el cual
ningún chofer de taxi, camión, camioneta, combi, micro e, incluso, mototaxi
quería ceder el paso a otro: todo un nudo gordiano vehicular. Y, por supuesto,
ningún policía de tránsito en la periferia. La ciudad se ha plagado de variados
cuellos de botellas en los que los ciudadanos tratan de salir del paso a como
dé lugar. No quiero imaginar una situación de emergencia y veamos ambulancias o
un carro de bomberos sumidos en el caos. Anteriormente vivía en Urb. Primavera,
la que he visto que sus avenidas han sido nuevamente intervenidas: ¿desagüe,
agua potable, alcantarillado? Un albur. El año pasado fui testigo de la
suspensión del trabajo que se hacía en dicha urbanización por falta de pago.
Ahora leyendo los graves sucesos que encierran elementos de corrupción en los
contratistas “fachada”, un vox populi silencioso, se puede temer que esta
oleada de subsanaciones de pavimento pueda ver truncada súbitamente por las
irregularidades que hemos visto en los casos de Huerta Grande, El Recreo y
otras urbanizaciones, irregularidades que se vuelven normales. Es la regla de
estas empresas fantasmas. Esto sucede con la insólita pasividad del ciudadano
trujillano como me lo recalcan dos amigos extranjeros que están de visita: hemos
aceptado que se nos maltrate como usuario, como habitante de la ciudad; que las
calles estén mal, que las veredas estén rotas. Es lo que nos merecemos. ¿En
verdad nos lo hemos ganado?
1 comentario:
No comprendo cómo los ciudadanos de Trujillo se resignan a aceptar la grave y muy lamentable situación de las calles de su ciudad. Es horrible tener que trasladarse de un lugar a otro. Ciertamente, cuando sales del aeropuerto ya tienes la tarjeta de presentación de Trujillo. ! Desgraciadamente!
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