El COVID, el aislamiento, la
crisis económica y sus consecuencias han resquebrajado las relaciones sociales
de todo grupo humano, sus organizaciones y los vínculos interpersonales. Han
puesto al límite nuestros niveles de tolerancia, resiliencia y modos de
interrelacionarnos. El proceso es lento y tiene muchos altibajos, y es
precisamente en el campo educativo donde se están sintiendo estas anomalías y
cambios.
Hagamos un recuento de lo que
ha sido la vida del profesor en tiempos de pandemia. Como todos los peruanos,
tuvieron que ir al encierro forzoso con los temores de la pérdida de trabajo y
el contagio latente que los rodeaba. Fuera del haber convertido sus hogares en
centros de trabajo con todas las incomodidades que esto supuso, muchos docentes
se enfrentaron con una realidad a la cual se les había ido preparando con
cierta regularidad: el uso de las TIC al 100 %: un salto cualitativo al cual
muchos de ellos no estaban del todo preparados; ni qué decir de aquellos
docentes que tenían que dictar clases con escasos recursos y, peor aún, hacer
el seguimiento académico a miles de estudiantes cuyas realidades
socioeconómicas les imposibilitaba contar con aparatos adecuados e, incluso,
internet. La educación pública debe de tener como objetivo la expansión y abaratamiento
de la Internet y proveer al mayor número; esta estrategia permitirá implementar
la educación híbrida en muchos niveles y como una interesante alternativa ante
situaciones complejas. Por ejemplo, el reciente paro de transporte hizo que
muchos colegios no hayan suspendido sus labores educativas que en otras
situaciones hubieran significado un retroceso en el desarrollo académico. Una
experiencia que abre muchas posibilidades. Además, significan a la larga una
reducción de momentos tensos y gastos (transporte, horarios, alimentación) que
hemos experimentado con el retorno de la presencialidad, fuera de atenuar la
fuerte contaminación ambiental generada por el viejo parque automotor que tenemos
como sociedad.
Además, el retorno a la
presencialidad ha desatado una serie de situaciones que están desbordándose. Periódicos
en el mundo alertan sobre la agresividad verbal frecuente entre los alumnos,
con intercambios sexistas muy hirientes. En nuestra sociedad, nuestros jóvenes
se han estado reuniendo en diversos espacios en los que sus relaciones no fueron
moduladas por el contexto: mall, fiestas y lugares públicos eran los sitios de
sus encuentros en los que las reglas han sido laxas y con una permisibilidad
cómplice de muchos de los integrantes de diversos grupos; esa violencia la han
estado trasladando a zonas de recreo, canchas de fútbol, básquet o vóley y
también en las aulas. Es una violencia que fluye en los medios virtuales, en
las redes juveniles y que también impregnan la niñez. Los PPFF, muchas veces,
no tienen las herramientas para enfrentar esta situación y la derivan al
colegio. Ahora toca trabajar en conjunto.