A estas alturas, sabemos qué decisiones
ha tomado el Gobierno central para ciertos procesos claves de la sociedad
peruana. En el terreno de la educación, la suspensión de clases presenciales a
todo nivel educativo era una situación irremediable debido al escenario de la
pandemia que se ha ido agravando con el pasar de las semanas. Y esta puede empeorar.
Pero hay procesos vitales de una sociedad que no pueden parar. Esta crisis,
lamentablemente, ha demostrado que la educación y salud, pilares fundamentales
de cualquier sociedad, tienen problemas para dar respuestas puesto que no han
sido prioridad en nuestro país. El gasto anual del erario en las últimas
décadas lo dice todo.
Pese a todo, el Estado ha dado
como respuesta la educación a distancia, modalidad empleada por décadas en
diversas sociedades como la nuestra por diversos medios. Primero fue la radio,
estrategia que permitió a países tan divergentes como Cuba o Corea del Sur
hacer una campaña agresiva contra el analfabetismo logrando con creces su
objetivo. Luego la televisión, llamada Caja Boba por Charles De Gaulle por el
paulatino deterioro de los contenidos de esta. Para muchos la señal abierta,
por su programación, tiene asociación negativa que es la que en el fondo ha
motivado reacciones adversas a su uso para las clases a distancia. Y la
Internet. La aplicación de esta, más los programas educativos televisivos, se
da en un marco de emergencia en el que se halla todo el país. Es una respuesta
como las que surgen en todos los sectores con el fin de continuar con esta
institución vital.
Las observaciones hechas por
diversos sectores y personas ajenas a la educación son interesantes y revelan
muchas cosas:
1) La relevante importancia del maestro en el
proceso educativo. No es un “facilitador”, es un personaje vital que asume
diversos roles en el proceso de enseñanza.
2) El desconocimiento de muchas familias de la
enseñanza en sí. Se han visto abrumados por carencias de estrategias de
motivación y seguimiento de este proceso. Esperemos que, tras esta amarga
experiencia, muchos padres se involucren más en el aprendizaje de sus hijos.
Los colegios no son guarderías.
3)
La desconfianza de la modalidad virtual por dos
razones:
a) Muchos
profesores tienen escasa o nula experiencia. Varios han comenzado un
aprendizaje “sobre la marcha”.
b) El
sistema en sí. Esto pone en entredicho cualquier enseñanza obtenida por esta
modalidad, pues incluso se está cuestionando la enseñanza universitaria. Esto
automáticamente pone en una encrucijada toda oferta educativa virtual desde
simples cursos, diplomados, maestrías y doctorados. La educación es un
desarrollo paulatino con acompañamiento y, bajo esa perspectiva, la virtualidad
entra en cuestionamiento.
Esperemos
que, cuando otras áreas profesionales vayan a tomar decisiones, permitan que el
sector educativo participe e, incluso, le permitan modificar planes que vayan
contra sus objetivos globales.