Hay instituciones y empresas
que por sus acciones y negaciones se van convirtiendo en entidades que generan
animadversión y rechazo por un grupo social. Así hemos tenido varios ejemplos
que, por una razón u otra, estas eran identificadas con diversos adjetivos
negativos: ladrones, coimeros, usureros, corruptos, monopolizadores, falsos,
trasgresores, un largo etcétera que acompañaban a las bondades de entes
públicos o privados. En el mundo privado, estos adjetivos han recaído sobre empresas
mineras, de transporte, de telecomunicaciones, de salud. Muchas de estas han
tratado de resarcirse con el fin de mejorar la deteriorada imagen que fueron
ganando por diversos errores de gestión o de acción. La lista es grande. En
cuanto al mundo público, este es cada vez más percibido como corrupto, las más
de las veces, así como inepto o incapaz. Diversos poderes del Estado tienen una
muy mala percepción: Poder Judicial es uno de ellos, por ejemplo. Pero, el
Poder Legislativo es uno de los que ha ido generando una tendencia negativa en
la opinión pública, así como en el ciudadano de pie. Uno puede leer las
encuestas y constatarlo con las preguntas que uno puede hacer a muchos
ciudadanos en diversos círculos, y hay casi una coincidencia en cuanto a dicha
percepción.
El Congreso ha tenido siempre
una relación azarosa con el presidente de turno; desde que tengo uso de razón,
recuerdo los tensos desencuentros entre Francisco Belaunde Terry y el famoso
gabinete UNO-APRA que generó una separación de varios militantes del partido de
la estrella. Muchos aducían a una estrategia política, pero para varios
militantes fue un pacto vergonzoso con el fin de desarticular cualquier
propuesta que Belaunde propusiese al Legislativo. Se boicoteó una gran cantidad
de reformas necesarias que hubieran contenido los dramáticos cambios
posteriores y el golpe del 68. El retorno de la democracia formal permitió la
creación de las dos cámaras. Estas no estuvieron al nivel de poder detener
situaciones nefastas para el Perú de los 80: Sendero Luminoso y la hiperinflación
del primer gobierno de AGP. Fujimori cocinó fácilmente el autogolpe gracias a
la masiva mediocridad, salvo excepciones, de los legisladores electos en 1990. Fujimori
hizo un congreso a su medida con parlamentarios en mayoría que facilitaron el
avance de uno de los periodos más corruptos de la historia peruana. Desde
entonces, nuestros Congresos han sido poblados por varios personajes díscolos,
mediocres, corruptos, ladrones, que han trabajado poco por el electorado que
los encumbró al poder. El actual, electo en 2016, fue confrontado con un
referéndum por la sociedad peruana hastiada de sus bochornosos actos de
corrupción, blindaje, inacción y boicot. Cada día nos sorprenden con más desatinos.
Pero, a través de astutos en
artilugios legales, quieren postergar sus obligaciones exigidas, olvidándose
que sirven a la ciudadanía, la que ha determinado su futuro de manera
contundente.