Noticias van. Chismes vienen. Trujillo
está dando algunos pasos adelante, otros atrás. La urbe en la que ha devenido
nuestra ciudad ha desbordado servicios, controles y normas; ha convertido a
muchos de sus habitantes en prisioneros y mudos testigos de un crecimiento
desordenado, impune y agresivo en el cual miles de sufridos ciudadanos nos
vemos involucrados directamente e indirectamente y, asidos de una inacción
absurda, hemos permitido que la informalidad, la matonería y la misma
delincuencia encubierta hayan ido creciendo con cierta anuencia encubierta y, a
veces, abierta de autoridades corruptas de toda índole. Así Trujillo ha visto
cómo un transporte público condicione a una ciudad a sus “exigencias”, mientras
micros, combis, buses y ahora mototaxis circulen por las calles amedrentando a
los usuarios, atropellando reglas de tráfico para una buena convivencia
ciudadana, y contaminando a diestra y siniestra. Sabemos que muchos vehículos
son armas ambulantes por la antigüedad que tienen encima; la carencia de
brevetes profesionales o de al menos uno por parte de choferes que deben de
tener licencia para conducir vehículos de transporte público (¿habrán hecho
algún censo al respecto?); y la protección legal que tienen varios de estos
conductores para seguir circulando pese a tener varias papeletas a cuesta. Ahora
llegaron los mototaxis, muchos de ellos conducidos por imberbes que dudo tengan
documento en regla para transportar pasajeros. Muchas veces ves a madres de
familia con bebés en brazo siendo transportadas por estos medios. ¿Dios es
grande?
Sin embargo, no todo puede ser
malo. A veces aprendemos de nuestros errores. La Hermelinda, ese espacio que se
inició (como diría Matos Mar) como respuesta popular a la carencia oficial de
oportunidades laborales en los 80, será clausurado por haber tergiversado su
original propósito. La actitud de conmiseración hacia muchos de estos
comerciantes amparados en la informalidad ha sido nociva, pues no hubo
intención alguna de mejorar; por lo contrario, acogidos a trampas legales y
poses sensibleras, han estado generando grandes problemas sociales: gasto
injustificable de los recursos que podrían tener otros destinos citadinos y
centro de delincuencia de todo tipo. La suciedad, ese gran problema que
mortifica a todos los estratos de la ciudad (ya hemos tenido varios conatos de
epidemias), ha sido el gran detonante. La basura generada por estos
comerciantes es equivalente a casi un 25 % de la producida por la ciudad
diariamente. Y precisamente, estos ciudadanos no son un dechado de pago de
impuestos. En otras palabras, los demás ciudadanos les pagamos su basura. No es
correcto poner a todas las personas en el mismo saco, pero algunas medidas
deben de pensar por el bien ciudadano, no de un grupo de ellos que extraen
ilícitamente la riqueza de los otros.
De no implantar autoridad, el
sonsonete imputado a la anterior gestión edil se va a replicar en esta.
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