Debo reconocer que una de las artes más extrañas que el hombre haya re-creado es la música. El poder que un conjunto de sonidos arreglados de manera diacrónica y sincrónica puede generar en una persona, ha merecido toda mi admiración desde que tengo uso de razón; adosado al hecho de que el habla humana es una actividad tan cercana a este arte. Recuerdo una crítica que leí sobre una extraordinaria cantante egipcia, Oum al Khalsoum; en ésta, el crítico nos hacía “oír” el poder de algunas voces, cuyos timbres ya forman parte de un patrimonio personal y, también, de la humanidad.
La voz humana tiene desde ya una vasta y rica clasificación que rige tanto la extensión (registro) como el timbre del cantante; las seis denominaciones genéricas que se emplea para clasificarlas (las voces) es una herramienta útil, pero herramienta al fin , cuya naturaleza fría no nos permite “entender” el carácter de cada timbre, de cada personalidad. Otra frase que me quedó grabada fue una referente a Carlos Gardel, que reza así “cada día canta mejor”. El haber escuchado de la cantante egipcia su canto extenso llamado Las mil y una noches fue todo un placer auditivo, canto acompañado de un texto poético como sólo las lenguas semitas pueden construir; cuando oí a Gardel en El día que me quieras, soberbio tango de Le Pera & Discépolo, eso no me hace más que corroborar que la voz tiene cierto sello que hace incluso la formación de una identidad de un pueblo. Tras este apasionante leit-motiv, me lancé a la búsqueda de las mismas: Mercedes Sosa y Gracias a la vida. Lila Downs y La Sandunga. Edith Piaf y La Vie en Rose. Juliette Greco y Les Feuilles Mortes. Toña la Negra y Humo en los ojos. Silvio Rodríguez y Sueño con serpientes. Pablo Milanés y Yolanda . Este pequeño grupo nos puede permitir hablar de algunos cantantes, varios conocidos; algunos de ellos dejados en el desván del olvido.
La voz humana tiene desde ya una vasta y rica clasificación que rige tanto la extensión (registro) como el timbre del cantante; las seis denominaciones genéricas que se emplea para clasificarlas (las voces) es una herramienta útil, pero herramienta al fin , cuya naturaleza fría no nos permite “entender” el carácter de cada timbre, de cada personalidad. Otra frase que me quedó grabada fue una referente a Carlos Gardel, que reza así “cada día canta mejor”. El haber escuchado de la cantante egipcia su canto extenso llamado Las mil y una noches fue todo un placer auditivo, canto acompañado de un texto poético como sólo las lenguas semitas pueden construir; cuando oí a Gardel en El día que me quieras, soberbio tango de Le Pera & Discépolo, eso no me hace más que corroborar que la voz tiene cierto sello que hace incluso la formación de una identidad de un pueblo. Tras este apasionante leit-motiv, me lancé a la búsqueda de las mismas: Mercedes Sosa y Gracias a la vida. Lila Downs y La Sandunga. Edith Piaf y La Vie en Rose. Juliette Greco y Les Feuilles Mortes. Toña la Negra y Humo en los ojos. Silvio Rodríguez y Sueño con serpientes. Pablo Milanés y Yolanda . Este pequeño grupo nos puede permitir hablar de algunos cantantes, varios conocidos; algunos de ellos dejados en el desván del olvido.
Recuerdo la primera vez que vi a Mercedes Sosa allá por 1971 en Arequipa, no era aún muy conocida en los circuitos que no correspodían a la canción comprometida como lo es hoy. Se centraba en difundir el folclor de la Argentina andina, y llegó con esas señales. En esa época, tanto Argentina como Chile, además de Bolivia, estaban generando un interesante movimiento de música popular que ya estaba entrando a los escenarios grandes. Corría la figura de la extinta Violeta Parra por esos años, y muchos cantantes tomaban sus canciones para difundir su encomiable obra, sobre todo Gracias a la vida, Volver a los 17 y La Carta. La primera canción ha sido interpretada por un sinnúmero de cantantes en varias lenguas (tuve oportunidad de escuchar a Joan Baez abriendo un concierto suyo en las ruinas romanas de Caesárea en Israel con esta canción... y la cantó en castellano), e incluso, desafiando a Pinochet, Paloma San Basilio abrió una presentación suya en un festival de Viña de Mar con esta canción. Pero fue la Sosa con su impecable álbum Tributo a Violeta Parra que la convierte en una suerte de intérprete oficial de Violeta. Casi no hubo concierto de ella en los 70 y 80 que no figurara esta canción. Cuando regresó del exilio en la apertura de la dictadura de Galtieri durante el conflicto de las Malvinas, su presentación fue apoteósica y esta canción casi hizo caer al teatro desde sus cimientos. La Sosa ha trabajado con muchos cantantes de todas las latitudes latinoamericanas, desde Pablo hasta Milton; una canción que sí debe escucharse por el dúo que hicieron es Inconsciente Colectivo, que la interpretó con su autor, Charlie García. Gracias a una colección editada y lanzada a la venta por El Comercio, hemos podido hallar una joya peruana, María Landó, de Chabuca Granda, cantada con Pedro Aznar. Su voz de contralto es fuerte y nítida, y destacada en canciones como Canción de las simples cosas (una joyita) y algunas que canta de Guastavino (¿existe algún álbum de Guastavino interpretado por ella?). Cuando era joven, sus canciones eran menos sofisticadas; pero, a veces, la madurez (¿o vejez?) eso se va postergando y caes en cosas que no van con tu espíritu.. Pero, en ella, se perdona
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