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Trujillo, La Libertad, Peru
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domingo, 23 de junio de 2019

PERCEPCIONES CROMÁTICAS (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO TRUJILLO 23 DE JUNIO)


En el Perú puedes ser coquero, ladrón o mujeriego, pero no puedes darte el lujo de ser maricón”. Con esta frase lapidaria, Jaime Bayly, a través de la reflexión hecha por el personaje principal Gabriel Barrios en la novela La noche es virgen, describe a una sociedad sumida en la hipocresía y con torcidos valores, que incluso se inculcan en las familias para construir percepciones determinantes que se alimentan de los medios de comunicación (programas cómicos, por ejemplo) y en el lenguaje popular, son chistes sexistas y homofóbicos.
En la construcción de género del varón, una de las características aceptadas hoy por hoy es la del macho quien tiene derecho a tener más mujeres, más “hembritas”. Este patrón es incluso fomentado por sus compañeros y justificado como una condición natural de los varones. He escuchado conversaciones interesantes, dentro de diversos ámbitos, en las que los varones justifican la necesidad de perpetuarse en un hijo no importando la mujer con la que uno tenga relaciones. Como varón, tiene más permisividad o aceptación en diversos círculos en cuanto a reglas trasgresoras como las indicadas en la frase con la que abro este artículo. Uno puede escuchar censuras y reprimendas a nivel oficial o formal, pero en la intimidad y círculos cercanos esto no es tan censurable como sí lo hiciera una mujer. Un hombre ebrio no es “tan censurado” como lo puede ser una mujer: un marido borracho frente a una esposa ebria. Los niveles de tolerancia desarrollados en nuestra sociedad son bastante distintos ante una mujer como ante un hombre.
En la construcción de género, hay acciones cotidianas que las familias antiguas marcaban claramente: un sector de la casa netamente femenino (cocina) y otros espacios masculinos (la calle). Ahora hay otra movilidad, pero seguimos actuando de la misma manera. Así se construye la percepción y prejuicios de  niños y jóvenes. Pese a los cambios experimentados en los últimos siglos promovidos por las mal llamadas minorías (no creo que la mujer que conforma un poco más de la mitad de la humanidad sea “minoría”) en los que estas han ganado derechos a fuerza, muchas veces, de golpes, sinsabores y fracasos; aún falta mucho por que un sector cada vez más pequeño cambie su percepción de las cosas. Lo mismo pasa con el problema racial y con las comunidades LGTB. Los rechazos a los cambios por estos grupos se basan en argumentos muy débiles y fundamentados más en el temor y rechazo que en el conocimiento. Esto hace entender la reacción destemplada y grosera de un periodista, quien tuvo que ser sacado del aire, pues sus obtusos comentarios cargados de odio visceral no solo comprometían al periodista en cuestión, sino a la emisora, al convertirla en una caja de resonancia de machismo puro y un acto total abierto de discriminación. Sin embargo, hay una serie de personas que simpatizaron con sus comentarios, pues se identifican con estos.   
Largo camino por recorrer.

domingo, 11 de marzo de 2018

PARADIGMAS, PREJUICIOS Y ABUSOS (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO DOMINGO 11 DE MARZO) DÍA DE LA MUJER Y SUS SECUELAS


Uno al leer la historia del mundo, en general, se hace pocas preguntas sobre los héroes anónimos que permitieron, en su ausencia, el fracaso de un proyecto; o en su presencia, el silencioso aporte para la consecución del logro alcanzado. Los identificables son los líderes, buenos o malos, de estos hechos que influyeron en modelar el mundo de una u otra manera. Sin embargo, hay toda una serie de datos y hechos que no aparecen en los textos de enseñanza de historia de los diversos pueblos del mundo. En la historia peruana aparecen las famosas rabonas, mujeres que acompañaban a sus maridos durante las guerras de Independencia y la del Pacífico. María Rostworowski rescató la figura femenina en el mundo andino precolombino y colonial. La Revolución Mexicana y la Guerra Civil Española tienen sus heroínas conocidas y anónimas. 
A lo largo de la historia, se piensa que son los siglos XX y XXI en los que los DD.HH. de las minorías (extrañamente llamadas así, pese a la gran cantidad de personas que las integran) se desarrollaron en el continente europeo a partir de la Revolución Francesa en adelante, puesto que las otras partes del mundo se hallaban sumergidas en estado primitivo o en la barbarie. Pero, hubo pueblos muy antiguos, como los sumerios, en los cuales las mujeres tenían derechos plenos en todos los campos del quehacer humano, incluso laboral. Por ejemplo, hace 40 siglos aproximadamente, las mujeres acadias podían trabajar en labores que, por diversos prejuicios actuales, se asignan a los hombres. En el siglo XIII, en África, en el imperio de Mali, se firmó la Carta de Manden (https://elpais.com/elpais/2012/03/23/africa_no_es_un_pais/1332521468_133252.html), una antigua constitución en la que se establece la igualdad de géneros para asumir con responsabilidad los derechos básicos de las personas. Las expansiones coloniales posteriores hicieron pasar al olvido estos logros humanos por diversas razones que huelgan explicar aquí. La oficialización cultural establece, además, los patrones de conducta que rigen a su sociedad. Esta se sustenta en la educación, arte, religión, lengua, un largo etcétera. Un video promovido desde diciembre del año pasado por la ONU Perú invita a la reflexión a nuestra sociedad sobre los numerosos paradigmas que escinden a los hombres y mujeres de nuestra nación: de las 24 frases prejuiciosas que rondan entre nosotros, 12 corresponden a la percepción de género que incluso “dirigen” la enseñanza de padres a hijos o la censura social. Debemos de ir cerrando esta brecha.
Pero, el excesivo celo con el que se está actuando comienza ya a convertirse en una cacería de brujas. Los abusos existieron, los hubo; pero ya el límite entre un derecho y un nuevo abuso del oprimido se vuelve tenue perdiéndose en la vorágine en la que uno se vuelve poderoso por las circunstancias, más que por la justicia misma. Podemos desvirtuar una verdadera causa por un raro sentido de venganza.