La noticia, en cierta manera, es
un refrito: tanto Keiko Fujimori como Alan García figuran en las agendas que
están embarrando a toda la clase política peruana. Las personas aún crédulas,
que aseguran que estos dos personajes son transparentes y honradas, han puesto
su credibilidad en salmuera ante datos que se van revelando en esta lenta
agonía que la asemeja a esas novelas del siglo XIX ofrecidas en capítulos
semanales. Las intenciones del vicepresidente y director global de Cumplimiento
de Odebrecht, Michael Munro, se están estrellando con las consecuencias dañinas que ocasionarán estas revelaciones en
la política local e internacional. Munro tiene la delicada misión de limpiar la
casa brasileña y sacar todos los “trapitos sucios”, allí donde la ha embarrado.
Y la sociedad peruana fue uno de sus mejores lugares de su accionar corrupto,
pues corrompió no solo a políticos, sino a empresarios y empresas,
instituciones (Poder Judicial) y otras formas organizativas en nuestro país
(periodistas y periódicos, por ejemplo). Lima en cierta manera era el “hub”
de sus actividades licenciosas. La empresa hizo su entrada triunfal en los 80
durante el primer gobierno de Alan García con su proyecto bandera: Chavimochic.
Empresa obsequiosa, regaló a la ciudad de Trujillo el museo de sitio de Chan
Chan, el cual fue un poco desvalijado a pocas semanas de inaugurado. A Lima y
AGP les regaló un Cristo.
El no tan sorpresivo anuncio de la
última semana comienza a plantear la posibilidad de justificar estos pagos a las
campañas electorales de candidatos presidenciales, regionales o municipales
como formas lícitas de participación del capital privado empresarial en dichas
lides políticas. Lo que es mal visto puede, por arte de magia, convertirse en
una acción correcta, válida y justificada ante los ojos de la voluble justicia
y sociedad peruanas. Como dijo Francisco de Quevedo, “poderoso caballero es don
dinero”. Parafraseando al Arcipreste de Hita, las fuertes sumas de dinero
invertidas por Odebrecht “otorgarán perdones y ofrecerán oraciones”. La costumbre de apostar por ganador y los más
cercanos contendores de este no solo fue aplicada en nuestro país. La campaña
de Juan Manuel Santos, actual Presidente de
Colombia, también se vio involucrada en esta estrategia empresarial, la que
también afectó a su contendor uribista, Óscar Zuluaga. La caída de Dilma
Roussef por esas razones podría arrastrar al actual Presidente Temer. Y parece haber
sido práctica común en Panamá, Argentina y un posible largo etcétera, si vemos
las campañas internas de varios países latinoamericanos.
En esta situación, la pregunta
cae por sí sola: ¿cómo actuará el Poder Judicial, corrupto y plagado de hombres
de leyes ligados fuertemente a estos dos personajes? Prácticamente su agenda, la del Poder Judicial, está siendo dictada desde el exterior. El mundo político, esa gran telaraña tejida por
estos líderes, ¿entrará en crisis? ¿Aceptarán solos sus culpas o sus numerosos
testaferros los acompañarán en su nueva vida?
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