En
una reciente presentación sostenida por un amigo invitado a hablar sobre la
publicidad, la propaganda política y el lenguaje persuasivo a varios
estudiantes del colegio en que trabajo, esta culminó con una honda y fuerte
reflexión de lo enferma que se halla nuestra sociedad. La nuestra presenta una
anomia social permanente a la cual todos nos hemos acostumbrado, sea por
desidia, cansancio o por mera ignorancia. Tras una serie de dinámicas y explicaciones,
estas anomias fueron desnudadas a los jóvenes quienes cayeron en cuenta de la
forma en que somos engañados o aceptamos como normal ciertos patrones de
comportamiento que en otras latitudes serían consideradas como aberraciones,
más que frivolidades.
Los
ejemplos fueron directos y concisos: una sociedad que se preocupe más por una
colección de figuritas de un álbum o convierta en un absurdo debate la canchita
que se vende o no en salas de cine; en vez de habernos centrado en la vacancia
o renuncia del expresidente Pablo Kuczynski, o en la situación penosa en la que
se encuentra el desastroso Congreso de la República, el cual se ha convertido
en un grupo de personajes de toda laya dudosa; todo esto pinta de cuerpo entero
la absurda sociedad en la que nos hemos convertido. Lastimosamente ese es el
retrato de una sociedad que reclama derechos a gritos, pero que corrompe a
quien pueda con el fin de lograr una prebenda o evitar alguna sanción. El
derrotero de muchas personas es cómo sacar la vuelta a la regla, a la ley; sin
embargo, se rasgan las ropas cuando piden que la ley le sea aplicada con rigor
y sanción cuando esta les favorece. Somos la sociedad que premia al más vivazo
y sanciona al que trata de cumplir las normas y leyes como es debido. La
sociedad que tiene un microbusero con más de 20 papeletas y sigue al volante de
un vehículo que es más un arma que una herramienta de trabajo. Hablaba con una
amiga alemana que era absurdo pagar arbitrios y predios por adelantado o puntualmente,
puesto que luego venían las famosas amnistías tributarias que permitían que
muchos vivos paguen sus deudas en cuotas irrisorias. Estas costumbres las vemos
reflejadas cotidianamente en los líderes que conducen nuestro país y que se
apañan, entre ellos, delitos y gruesos errores en contra de la población que
los puso en un curul. El hecho de haber encubierto a la congresista Yesenia
Ponce ante tal evidencia de corrupción es una muestra más de esa actitud por la
cual hay desconfianza total por estos representantes, algunos de los cuales
muestran un cinismo inconmensurable. Sin embargo, ellos están mostrando con sus
hechos la misma catadura que vemos entre nosotros, los ciudadanos.
Pero
hay una juventud que despierta cada vez más y tienen una actitud más crítica
antes estos hechos. El caso de San Marcos, con sus bemoles, es uno de ellos. Varios jóvenes están
encarando frontalmente las acciones incorrectas de líderes y adultos que no son capaces de
ser consecuentes con lo que predican y hacen.
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