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Trujillo, La Libertad, Peru
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domingo, 15 de abril de 2018

HACIA UN NARCOESTADO (ARTÍCULO PARCIALMENTE REPRODUCIDO EN LA INDUSTRIA TRUJILLO DOMINGO 15 DE ABRIL)


En las elecciones presidenciales de 2016, se hizo una serie de denuncias al partido naranja, de manera específica contra Joaquín Ramírez, excongresista de la República por Cajamarca y amasador de una gran fortuna meteóricamente acumulada, el cual refrescó la memoria de todos los peruanos de los diversos sucesos en los que diversas formas reñidas de la ley han intervenido de manera directa en la política peruana corrompiéndola. La investigación en su contra se abrió el octubre del 2015 por la Fiscalía de Lavados de Activos al solicitar, como primer paso, levantar su inmunidad parlamentaria de entonces. La DEA lo ha incluido entre las personas sospechosas en lavado de dinero. Las investigaciones han ido desmadejando no solo el accionar de este personaje, sino el de muchos miembros de su familia que militan en el partido Fuerza Popular. Dichas investigaciones han involucrado al tío Fidel Ramírez, rector de la Universidad Alas Peruanas, y al hermano de Joaquín, Osías Ramírez, actual congresista por Cajamarca.
Los negocios turbios vinculados al narcotráfico no son recientes:  debemos remontarnos al sonado caso de Guillermo Cárdenas Dávila, “Mosca Loca”, quien se ofreció pagar toda la deuda externa del Perú de entonces, gobernado por Belaunde en su segundo periodo; y el caso de Carlos Langberg, quien financió la campaña de Villanueva del Campo por el APRA, frente a Belaunde por su segundo gobierno. Ya el narcotráfico, poderosa herramienta de corrupción, se había instalado en el Perú y comenzaba a extender sus turbias redes. Ambos gobiernos de AGP también estuvieron regados de escándalos como el caso de Reynaldo Rodríguez López, “El Padrino”; y los famosos narcoindultos o los extraños vínculos con Gerald Oropeza y familia. Pero fue la década fujimorista en la que Fujimori y el siniestro socio Vladimiro Montesinos ampliaron las redes del narcotráfico de manera escandalosa y, además, realizaron una descarada corrupción de prebendas y dinero en todos los estratos y actividades de la sociedad peruana. Los estudios de Alfonso Quiroz, destacado historiador fallecido prontamente; Carlos Iván Degregori, antropólogo también fallecido; así como el de las periodistas británicas Sally Bowen y Jane Holligan; todos, con sus respectivas investigaciones, develaron una red corrupción insospechada que se convierte en la pesada herencia que carga nuestra debilitada sociedad política. La historia identifica al gobierno de Alberto Fujimori como un narco estado. Esta marca sigue cundiendo en varios de los actuales y antiguos congresistas del actual partido naranja, vinculados a lavado de dinero producto del ilícito negocio. La lista no es pequeña: los negocios del cuñado de Karina Beteta la vinculan con este negocio; Joaquín Ramírez y su hermano; Modesto Figueroa; el mismo Kenji Fujimori. En su momento hubo otros de otras bancadas como María Magdalena López, Carlos Bruce y Virgilio Acuña. Lo último es el secretario de ética (papel aguanta todo) y disciplina de FP: Edwin Vergara. ¿Ya podemos decir que estamos en un narcoestado?

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