La venida de amigos de otras
latitudes nos permite refrescar situaciones comunes entre nosotros, pero que no
serían toleradas en otras partes, incluidos nuestros vecinos del Norte o del
Sur. Incluso en algunas ciudades del Perú. Los errores de gestiones y gobiernos
anteriores; más el sentido de impunidad, escaso o nulo respeto por el otro y la
deficiente educación cívica han hecho que muchas ciudades peruanas se hayan
convirtiendo en lugares insufribles e, incluso, con pocas esperanzas de mejora.
Lentamente, Trujillo va convirtiéndose en una ciudad dentro de este rango.
Tanto sus habitantes como
autoridades elegidas por nuestros votos en democracia formal hemos generado
situaciones de deterioro que nos hacen ver con pesimismo la disposición de la
ciudad para las próximas fiestas de independencia tanto de Trujillo como la del
país. En un pasado artículo mío publicado en este medio hablaba del deterioro
de la calidad de vida del trujillano, en el caso concreto del manejo del ruido
en nuestra ciudad. Ha cesado un poco el escándalo generado por diversas
empresas de ventas de artículos eléctricos en diversos puntos de la ciudad,
pero bandas escolares, polladas y discotecas son los nuevos elementos
perturbadores. Pero se yerguen otros monstruos que deterioran la ciudad: la
violencia, comercio informal, el tráfico y la manipulación de la basura son verdaderas
pesadillas. De la violencia y la informalidad se ha vertido mucha tinta y están
estrechamente vinculados con los otros dos.
El incremento exponencial del
tráfico privado y público se da por la significativa presencia de vehículos
nuevos, pero también por el nulo control para retirar vehículos en estado
lamentable y de alto riesgo para la población. La crisis se acentuó con el
populismo del fujimorismo que permitió el ingreso de autos usados o no aptos
para circulación urbana, menos para uso público. Así aparecen los ticos, los
colectivos y los mototaxis. Lo que en un momento fue una rápida solución para los
miles de desempleados públicos, se convirtió ahora en una franca pesadilla
compleja de solucionar. Un solo gran bus acoplado sustituiría a varios micros
y combis, gran parte del gran problema. Pero generaría el desempleo de muchas
personas (varios informales) que viven de esto. El retiro masivo de estos
vehículos menores significaría una solución con dos rostros.
El problema de la basura tiene
un amplio espectro: desde el económico (negocio redondo y mafias) hasta la
escasa educación cívica. Se habla de un nuevo relleno sanitario, pero no hay
plan global para la solución integral, incluido lo educativo, que pueda generar
muchas oportunidades como energía, por ejemplo. El cobro de bolsas plásticas es
algo. El sueño de una planta de residuos sólidos se aleja más de una ciudad que
bota 330 toneladas diarias y es benevolente con sus agentes que ensucian más,
tipo La Hermelinda o las compañías constructoras.
¿Quién le pone el cascabel al
gato?
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