Sábado 12 de enero. Sur de
Portugal. Días atrás me había comunicado con mi ahijada Vanessa Weber, quien ya
vivía hace varios años en Portugal. Con el tiempo, mis compadres, Sophie y René, también
levantaron su casa en Lima y se mudaron hacia el sur portugués, en Tavira. Estando
en Portugal, era una buena oportunidad de reencontrarnos. En Porto vive otro
amigo de los tiempos de la PUC, Diego Martínez Lora, quien por lo visto tiene
un restaurante. Luego me iría a enterar que una exalumna mía del colegio
Fleming, Gisela La Cruz, vivía en Cascais. En un segundo viaje, me “nivelo”.
Maria coordinó todo para que salgamos temprano ese día hacia el sur. Esta vez
nos íbamos cruzando el puente 25 de abril y tomar algunas de las buenas
autopistas que tiene Portugal que comunican casi todas las ciudades y pueblos
de norte a sur, de este a oeste. Tomamos la A2 y conectamos con la A6 con
destino a Évora. Los peajes son caros, pero necesarios para mantener este sistema
activo y, de paso, poder sostener el sistema nacional de carreteras que se usa
en paralelo. Lo que sí se ve cada vez más es la supresión de puestos de
trabajo, puesto que los peajes son cada vez más automáticos. Hay zonas en donde
ya no hay persona alguna, salvo el sistema de vigilancia o ni eso. Aquí dejo
algunos datos (https://www.guiadeviaje.net/portugal/carreteras-peajes.html).
Otro más detallados que indican dónde hay peajes manuales y dónde los
electrónicos (https://mochilerosdospuntocero.com/tips-viaje/transporte/guia-autopistas-peaje-electronico/).
Ahora nos íbamos al Alentejo
(Más allá del Tajo) y a Algarve. El camino a Évora y hacia el Sur en general,
es bastante diferente al del Norte. En la ruta norteña hay más población, más
pequeños pueblos que surgen en el camino. Hay más tráfico, por ende. Hicimos un
alto en el camino para tomar café y cambiar la conducción. Al llegar a Évora,
nos dirigimos al casco urbano antiguo para hacer las respectivas visitas. Como
Évora es una ciudad que se halla en una zona alta, serrana, el frío es más
fuerte que en Lisboa. Una vez parqueado el auto nos dirigimos a nuestro primer
objetivo: las ruinas del templo de Diana (también conocido como el Templo
romano de Évora), cerca del corazón de la ciudad. En el trayecto cruzamos
algunas iglesias, calles y plazas muy bien conservadas por lo que esta ciudad,
la “ciudad museo”, es considerada Patrimonio de la Humanidad, y con justa
razón. Las ruinas romanas demuestran que esta ciudad tiene una historia vasta
de ocupación. Este monumento, posiblemente construido en homenaje de César
Augusto, fue ocupado de manera prosaica para las bases de un castillo medieval
y posteriormente para una carnicería. Vaya uso de la historia. Felizmente ahora
está rescatada esta interesante obra en la que se ven columnas corintias y que
tiene por capiteles otros instalados posteriormente. Las ruinas son pequeñas y
de fácil exhibición, pues están para la visión pública. Más datos aquí (http://www.visitevora.net/es/templo-romano-evora-diana/).
Lo que hay frente a ellas es también muy
interesante. Hay un hotel que se llama Pousada (posada) dos Loios, el cual era
un convento con una pequeña iglesia, cargada de historia, azulejos y pan de
oro: Igreja de San João Evangelista. Ingresamos a esta pequeña iglesia de
estilo manuelino para admirar tan bello espacio. El complejo conventual ahora
es un hotel de lujo desde 1965. Évora fue una residencia de los reyes
portugueses y fue muy importante en el siglo XVI, de ahí el boato de palacios,
casas, iglesias y conventos. En el camino nos íbamos a encontrar con otra gran
belleza por el gran patrimonio que encierra: Museo de Évora. Este contiene más
de 20 mil piezas de corte arqueológico, artístico, religioso, tradicional y
político. Un museo que vale la pena visitar, tiene guías de audición y uno
puede escoger el camino que desee. Había una exposición temporal, la del
escultor João Cutileiro, de quien vimos muchos de sus trabajos en piedra y que
se hallan no solo en Portugal, sino en otros países europeos. Aquí más información
de este artista (https://observador.pt/2018/12/17/escultor-joao-cutileiro-recebe-distincao-e-formaliza-doacao-de-espolio/)
(https://www.msn.com/pt-pt/video/sicnoticias/%C3%A9vora-homenageia-escultor-da-terra-jo%C3%A3o-cutileiro/vi-BBMgtub).
Una vez concluida la visita,
dejamos nuestras audioguías y nos fuimos a la catedral vieja de Évora: la Sé (http://www.visitevora.net/es/catedral-evora/).
Esta es una construcción que empezó como estilo románico y en el andar del
tiempo concluyó como gótica. Un sólido monumento en el corazón de la vieja
ciudad, mantiene un riquísimo patrimonio. Es la historia misma de esta ciudad.
Contiene un claustro y un museo en el que exponen su patrimonio que no es nada
pobre. Hay que ir al piso superior, se asciende por la torre de la mano derecha
desde la entrada. No es apto para cardiacos o fumadores. No es tan alto como la
torre de la iglesia de Colonia o la Giralda de Sevilla, pero esta es estrecha y
un claustrofóbico puede tener sensación de pánico. Aquí más datos de este
interesante lugar (https://myportugalholiday.com/es-evora/catedral-se-evora-es.html).
El tiempo corría rápido por lo que nos dirigimos a ver la Iglesia de San
Francisco (São Francisco) y su interesante osario (como el Convento de San
Francisco de Lima); no solo la iglesia y el convento son interesantes, sino que
la máxima atracción aquí es la Capilla de los Huesos (Capela dos Ossos) (https://myportugalholiday.com/es-evora/capela-dos-ossos-evora-capilla-de-huesos-es.html).
Es interesante anotar que casi todos los monumentos religiosos fueron
secularizados en 1834, algunos de los cuales nunca volvieron a sus
congregaciones de origen. En el caso de esta iglesia, sí retornó a la orden
franciscana. La construcción de este convento data del siglo XIII. Cuenta con
un bello claustro y la iglesia es de apariencia sencilla, pero sus altares
laterales están llenos de pan de oro e importantes estatuas religiosas. Esta
fue la última visita, pues aún nos quedaba un buen tramo a nuestro objetivo
final de ese día: Tavira. Aquí tienen más información de Évora en general (https://www.publico.es/actualidad/evora-historia-del-alentejo.html)
(http://www.visitevora.net/es/evora-unesco-patrimonio-mundial/)
(https://www.youtube.com/watch?v=aEzJ1Fm0fXU)
Tomamos la ruta hacia Beja
donde hicimos un alto, no sin antes habernos perdido un tramo, pues se quiso ir por una ruta alterna para dirigirnos al sur. Llegamos a Tavira bastante tarde.
Fuimos a casa de mis compadres con quienes no nos veíamos por años. Simpático
ambiente familiar, cenamos recordando los buenos momentos en Lima y los planes
de cada uno. Maria estaba encantada con ellos. Luego de la larga sobremesa, nos
fuimos a dormir para que al día siguiente podamos disfrutar la ciudad y regresar
cómodamente a Lisboa.
Domingo 13, desayuno
contundente luego de una buena ducha. El plan era ir a Cacela Velha, camino
hacia Huelva, España. La frontera está muy cerca y es una natural: el río
Guadiana. El lugar tiene todo un pasado musulmán, algunas calles mantienen
tanto nombres en portugués como en árabe, tiene una fortaleza (estaba cerrada)
una pequeña iglesia medieval reconstruida tras el fuerte terremoto de 1755 que
desoló Lisboa. Desde ahí veíamos las albuferas, las cuales surgieron por los
desplazamientos y hundimientos a causa de ese famoso terremoto del 1 de noviembre.
Fuimos a su simpático cementerio. El día estaba brillante, esplendoroso; el mar
se veía tras la albufera. Aquí más datos del lugar (https://www.naturalezayviajes.com/2016/06/cacela-velha-algarve.html).
Luego nos fuimos a caminar a
Tavira, pues no la conocía. Es un pueblo lleno de extranjeros, varios retirados
ingleses, que han encontrado un refugio tranquilo para descansar. Es
interesante, en la iglesia más grande, la Santa Maria do Castelo, ofrecen
servicios religiosos en inglés, imagino para los feligreses católicos de esa
nacionalidad. En todo el tiempo que estuve en Portugal, las noticias se
centraban mucho en el famoso Brexit, el cual ya está por cumplirse y que está
trayendo todo un gran quebradero de cabeza para los europeos. El gobierno
portugués, que se vería muy afectado, ha propuesto varias condiciones
especiales a los ciudadanos ingleses, pues estarían en una suerte de limbo; y
esas retribuciones también esperan los portugueses y demás europeos que están
estudiando o trabajando en territorio británico. En España se hacen la pregunta
con los habitantes de Gibraltar, por ejemplo. Portugal es un refugio para
muchos europeos retirados que buscan un país cálido (no es zona muy fría, pese
a ser invierno) y que tengan una buena calidad de vida. Alguna vez se pensó en territorios
en Perú, pero la violencia, falta de infraestructura y el deterioro de calidad
de vida por el excesivo centralismo limeño no ofrecen buenas garantías que
podrían darse en zonas como Tarapoto, Tumbes o la costa de Piura; incluso zonas
como Arequipa o Trujillo serían ideales por no tener climas extremos. La
caminata por Tavira fue amena, es una pequeña ciudad cargada de cultura, ideal
para la familia Weber que ha decidido quedarse ahí. La ciudad tiene el corte
antiguo medieval y musulmán. Calles estrechas, tortuosas, que ascienden y
bajan. Una vez terminada la visita a algunas iglesias, nos fuimos a ver el
Castillo de Tavira. Paseamos en sus muros defendidos por paredes gruesas y
almenaras para los arcabuces. Aquí más detalles (https://miscastillos.blog/2017/09/14/castelo-de-tavira/).
Las casas de la ciudad son simpáticas, hechas para el fuerte calor veraniego y
el tenue frío amainado por el Atlántico. La ciudad está atravesada por un río
pequeño, pero con caudal permanente: el Gilão. Este río tiene un puente de
origen romano y otro más moderno, ubicados en el casco histórico. Hay un puente
ferroviario muy antiguo que permite el acceso de un tren antiguo simpático que
viene desde Fuseta. Hay una gran torre de agua que ya está en desuso y, lejos
de haber sido demolida, se ha convertido en un centro cultural. Algo ingenioso.
Sería ideal que muchos promotores turísticos y culturales se den algunas vueltas
para poder ver algunos proyectos concretos interesantes y que puedan ser
adaptados a nuestro país.
De ahí nos fuimos a almorzar,
este iba a ser la sorpresa de mis compadres: nos fuimos a Santa Luzia, una
suerte de balneario lleno de restaurantes cuya especialidad es el pulpo (polvo,
en portugués). Y sí que fue toda una orgía de sabores. Mesa colorida, bien
rociada. Buena conversación. Pero ya el tiempo se nos estaba haciendo corto,
nos quedaba poco tiempo. Llegamos a su casa para recoger nuestras cosas y el
auto para regresar a Lisboa: un fuerte abrazo, gestos para preservar la amistad
de años y que las distancias no cortan. Tengo que volver.
Así retornamos a Lisboa, en el
camino nos turnábamos la ruta. Una sola cosa nos molestó: tanto a la ida como
al retorno, el brillante sol nos daba de lleno cuando nos dirigíamos por la A22
hasta llegar a la 62, que indicaba el “ascenso” hacia Lisboa. Llegamos a Lisboa
cerca de las 9 de la noche. Un buen y sentido viaje.
Desde el lunes 14 hasta el
jueves 17 íbamos a visitar lo pendiente en Lisboa. El 18 me iba para Francia.
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