8 de setiembre ha sido un día muy grato para un buen grupo de
personas que tuvimos la idea de visitar finalmente el cerro Campana. En
realidad, nuestra visita no era para escalar este gran accidente geográfico que
identifica el paisaje de la ciudad de Trujillo, sino conocer los vestigios
dejados durante siglos por antiguos moradores o visitantes de esta zona y su
trato con el cerro considerado como un padre tutelar, gran Apu o zona de
recursos naturales; además, conocer una interesante flora y fauna que corresponde
a una zona de nieblas y de lomas. Zonas como estas se encuentran en Lima
(Lachay) y Arequipa (Atiquipa). Sobre el cerro Campana o Sipón se han escrito
diversas investigaciones científicas en el área de la Biología, Botánica,
Zoología, geografía y arqueología. Todas investigaciones apuntan a que esta
zona se convierta en una gran reserva o parque, un área intangible, acciones
promovidas por diversas personas e instituciones. Estas acciones han tenido
avances, pero así también como retrocesos de índole político, empañado por
intereses económicos que ven a este cerro más como un “estorbo” que una gran
oportunidad, como la que muchas personas ligadas a la actividad turística
plantean. La visita era para conocer una pequeña porción del potencial que encierra
este espacio, rico en geografía, historia y naturaleza. Conviene leer este
pequeño texto para ir con una idea de lo que uno va a encontrar en el lugar (file:///C:/Users/Gerardo/Downloads/Rodriguez.etalCerroCampana.pdf).
Gracias a la iniciativa de Juany Solís, una buena amiga, a
cargo de la ONG Otra Cosa, se armó un grupo de personas (mayormente mujeres)
para hacer el periplo con la guía de Percy Valladares, hombre dedicado
fehacientemente a proteger este patrimonio. Percy ha recorrido este espacio
desde su niñez y ha sido testigo de los cambios que ha sufrido este espacio.
También es testigo de la indolencia política de pequeños y grandes, de
huanchaqueros y foráneos, de no tomar en cuenta este lugar, incluso apoyando
veladamente acciones ilícitas como invasiones de tierras, tanto a esta área
como a la zona aledaña que conforma una integridad: los totorales de Huanchaco.
Nuestra actividad empezó temprano. María y yo recogimos a
Wendy y Mirian, profesoras del Fleming, quienes también se unieron a esta
expedición. Nos dirigimos a Huanchaco a buscar a Sophia y Juany. Pensaba dejar
mi auto en casa de Juany, pero se complicaron las cosas. Al final, dejamos el
auto en el local de Otra Cosa. Íbamos ya retrasados por este impase, habida
cuenta de que Huanchaco tiene muchas calles cerradas por los cambios de desagüe
que se hacen desordenadamente generando el caos vehicular. La idea era salir a
las 7 am. Todo el trajín nos tomó una hora. Salimos, pues, con una hora de
retraso y eso nos iba a generar ciertas incomodidades a final de cuentas. Nos
dirigimos hacia una zona por una ruta no pavimentada que lleva cerca de
terrenos que han sido cercados. Percy nos explicaba que eran acciones ilícitas
y que muchos dueños emplean sucias estrategias como la de ir agrandando sus
propiedades con desplazamiento sigiloso de los cercos. Vimos una que ahora
encierra una antena de telefonía inactiva. La zona ocupa territorio arqueológico
e, incluso, corta tramos del Camino Inca. Esta zona es disputada con
Chavimochic, larga historia que generó un enfrentamiento contra un congresista
que quiso actuar de buena fe y halló voces de protestas y desacuerdos entre
varios empresarios. Comenzamos la caminata en forma paralela a una valla. Nos
fuimos adentrando por el arenal, cuando nos encontramos con algo de vegetación
y algunas zonas rocosas, con mucho liquen. Bastante humedad. Felizmente tuvimos
un día no soleado, lo que nos permitió hacer la marcha no tan fatigante en un
inicio; pero sí teníamos un fuerte viento. Llevar un cortaviento o una casaca
es lo recomendable por estas épocas del año. Nuestro encuentro con toda esta
vegetación me permitió ver la capacidad de adaptación de la vida en zonas
extremas. Para conocer más y con fotos de la flora, es bueno leer este
artículo: http://www.sacha.org/Campana_Arnaldoa2014.pdf. Nos encontramos con unos cactus llamados
Espostoa Melanostele. Su fruto es interesante.
Otra planta muy frecuente en la
zona es la llamada Tillandsia Latifolia, crece de manera abundante y retiene
humedad. A medida que íbamos “adentrándonos” en la zona, íbamos hallando cada
vez más restos de cerámica, tanto fina como rudimentaria de uso doméstico.
Algunas de ellas de la cultura Cupisnique, pero no son los únicos vestigios que
hay. Seguimos en nuestro camino y nos topábamos con más e interesantes restos
arqueológicos. Zonas trazadas, cual caminos, que se hallaban en zonas altas (¿altares?).
Lamentablemente, algunas de estas zonas han sido alteradas o dañadas, pues
fueron ocupadas por el ejército e, incluso, fueron utilizados como campo de
tiro; hay gran presencia de casquillos de balas usadas, así como rastros de
campamentos. Pero el plato fuerte iba a estar en una zona como anfiteatro
natural en el que se hallan varias figuras humanas claramente trazadas por las
plantas que crecieron donde hubo piedras que se han ido desintegrando con el
tiempo (https://andina.pe/agencia/noticia-encuentran-geoglifo-forma-candelabro-cerro-campana-trujillo-253915.aspx). Wendy, como profesora de Biología,
propuso una explicación interesante: los líquenes se instalan en las ranuras y
grietas de las piedras, estos líquenes son el nutriente natural de las plantas
que llegan en pequeñas semillas y se “instalan” en la piedra hasta que la
terminan por fracturar la roca quedando la planta y manteniendo la forma ya que
se queda en el lugar donde se hallaba la piedra en la obra hecha por los
antiguos peruanos. Es una hipótesis. Percy nos comentaba que en su niñez toda
esta zona estaba cubierta por grandes y pequeñas dunas; en la actualidad, estas
tienden a desaparecer y se van hallando restos de todo tipo.
Nuestra caminata siguió hasta llegar a una marca geodésica.
En nuestra trayectoria fuimos viendo más vegetación y vestigios de cerámica.
Pero también vimos los caracoles de arena, pequeños caminantes que van dejando
su trazo por la baba que emiten. Eran parte de la alimentación de los antiguos;
pero también se ve que llevó a esos lugares caracoles marinos, que tienen otra
forma de caparazón. Vimos algunas zonas que aún mantienen dunas de regular
tamaño. Comenzamos a encontrarnos con otras plantas de flores pequeñas,
blancas: Alternanthera halimifolia. Cada vez más era frecuente encontrar
espacios en los que se habían realizado ritos y pagos, con diversos restos
(cerámica o comida) y muchas más plantas diversas. Vi un cactus interesante:
melocactus peruvianis. Llegamos a estribación por la cual descendimos, no sin
antes haber visto una hermosa lechuza que trataba de alejarnos de su nido.
Percy nos indicó que íbamos a una zona en la que se hacían sacrificios humanos
en periodo moche. Esta zona está identificada con una gran cruz que parece ser
artificial y no de origen cristiano. Antes de descender, nos percatamos que a
espaldas de nosotros se veía una hermosa vista del mar, el mar de Huanchaco, solo
que más cercanos al cerro Campana. Descendimos; un grupo decidió descasar un
poco y almorzar las provisiones que habíamos llevado. Otro grupo decidió
visitar un pequeño bosque de rocas con caprichosas formas. Una de ellas
simulaba el perfil del dragón del film La historia sin fin; me hice la obligada
foto.
Lo que se pensaba hacer una pequeña incursión de 15 minutos,
se convirtió en una marcha de casi media hora. El tiempo nos estaba ganando.
Habíamos quedado a cierta hora para ser recogidos en un punto de la carretera,
y se calculó que íbamos a llegar más tarde de lo previsto. Así que comenzamos
nuestro retorno. Este fue por un camino menos escarpado y tuvimos acceso a una
cueva en la que había arte rupestre. No pudimos disfrutarlo mucho, pues la luz
se iba extinguiendo rápidamente. Además, el frío iba arreciando, por lo que
decidimos apretar el paso. Felizmente la arena no se convirtió en nuestro
enemigo, pero sí el viento helado que suele correr más fuerza a la caída del
sol (aunque felizmente no hizo su aparición durante nuestro recorrido).
Llegamos a nuestro punto de recojo a las 6 pm, una hora más
tarde de lo pactado. Fatigados, pero felices de haber estado con el Apu tutelar
de Trujillo. A cuidarlo.
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