Para dos ciudades norteñas, el
2018 empezó con la grata noticia que abre un sinfín de oportunidades para su
población, su economía y su desarrollo sostenible: Cajamarca ha sido
seleccionada entre los 18 mejores lugares del mundo para visitar por la cadena
de televisión CNN en español; y Trujillo lo ha sido por la revista Forbes. Esta
grata nueva ha caído como un regalo de posibilidades para ambas ciudades que
tienen ante sí un reto que deben de asumir sus autoridades, su mundo
empresarial, sus habitantes. De hacer una buena gestión que involucre el mayor
número de actividades complementarias al turismo, los réditos serán abundantes
y, sobre todo, permanentes y en expansión; de lo contrario, si actuamos ante “una
gallina de huevos de oro”, el resultado puede ser desastroso para comunidades
que aún no identifican al turismo como el gancho que les permitirá mejorar su
calidad de vida, la de su familia y la de su comunidad.
Ciudadanos de Trujillo han
tratado por años de convertir su ciudad y región en polos de desarrollo
turístico; pero, se han topado con angurrias personales, sobrexplotación de
recursos, indiferencia de autoridades y escepticismo de los pobladores. Ejemplos:
he visto taxistas engañando impunemente a turistas desorientados; otro, estamos
inmersos en el problema de la basura, mucha de esta provocada inconscientemente
por los pobladores: ver los mercados y sus entornos o cómo quedaron Huanchaco o
la Plaza de Armas tras la visita papal es una muestra de la inmadurez de la
población sobre el manejo de residuos sólidos. No hay una estrategia
socioeconómica y educativa para una población que genera tanto desecho visto
hasta en las rutas de entrada de la ciudad. Otro: el servicio turístico
establece diferencias de tarifas que paga un extranjero cuando visita un lugar
arqueológico o de interés histórico o cultural: muchos turistas se preguntan el
porqué de esos privilegios al ver la diferencia numérica y se sienten estafados
o discriminados (lo es en el fondo) frente a un servicio. No debemos de olvidar
que lo que se ofrece en un sitio arqueológico o un viaje de aventuras es un
servicio a un usuario, un turista que llega a tomarlo.
Las comparaciones son
odiosas, pero útiles si se quiere lograr objetivos: Arequipa logró una
extraordinaria movilización de su población en los años 70 con el fin de
mejorar su ciudad y convertirla en un polo turístico. Pero esa acción estuvo
liderada por sus autoridades y principales, y toda la población ponía su grano.
Se quería poner a la ciudad en el mapa turístico. Desde el ambulante frutero
hasta los empresarios dueños de negocios céntricos, la población se movilizó
hasta lograrlo. Trujillo debe de trabajar por su orgullo de pertenencia, respeto
a su patrimonio, por su identidad histórica cultural; que sus habitantes,
oriundos y foráneos, se sientan orgullosos de sus logros y comprometidos en sus
cambios. Ya no mendigos sentados en un
banco de oro.
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