Esta última semana ha sido muy
reveladora. Dos grandes verdades que han retratado a una sociedad enferma,
doliente, casi esquizofrénica; la nuestra. La violación y posterior asesinato
de la niña Jimena Villaneda por parte de César Alva Mendoza han desatado
reacciones extremas en la sociedad peruana, la cual está pidiendo a gritos la
pena máxima para deshacerse de ciertas lacras sociales. También apareció en los
diarios los resultados de la muestra de la carne que fue hallada en enero
último en el auto de un ciudadano chino, Liu Xiunhuan, dueño del chifa Asia en
Independencia, Lima. Ambos hechos han mostrado una sociedad bastante machista,
xenofóbica, manipulable; ergo, muy desinformada.
El caso del chifa de
Independencia rayó con la insania ante la reacción violenta de un grupo de
ciudadanos identificados con movimientos en pro de los animales. La agresión
física contra el ciudadano chino y los posteriores comentarios xenofóbicos en
las redes son la cúspide de este movimiento generado inicialmente en contra de
los ciudadanos venezolanos a quienes culpan de haber robado el trabajo a muchos
ciudadanos peruanos, los cuales lamentablemente no están calificados para
cualquier puesto laboral al cual hubieran postulado. El comercio ambulatorio
halló en estos ciudadanos personas más amables y aseadas que “nuestros”
ambulantes, muchos de ellos culpables del deterioro del ornato y limpieza de
nuestras ciudades. La gente habla de la sana competencia; ahí la tienen. La
“formalización” de la xenofobia vino de boca del congresista Justiniano Apaza,
tipo oportunista alojado en la izquierda peruana, quien con su actuar trasgrede
la integridad de la persona, bandera de lucha que promociona su partido.
El segundo caso desnuda muchas
fallas de nuestra sociedad. Es la suma de muchos nuestros errores en cuanto al
trato con nuestra niñez. Abordemos un punto: nuestro país ostenta un alto índice
de niñas embarazadas; muchas niñas tuvieron que enfrentar una o varias violaciones;
pero también tenemos una juventud irresponsable frente a la sexualidad. Los
programas de educación sexual más sinceros duermen el sueño de los justos por
decisiones de toda índole, menos educativa. Niños desde 05 años en adelante
están expuestos a programas mediáticos nada edificantes en las que las mujeres
son denigradas impunemente; están rodeadas de una cultura en la que la
sexualidad es una forma de poder promocionada por muchos cantantes de música
popular; imágenes en la que la mujer voluptuosa tiene más popularidad y
aceptación. Los jóvenes carecen de herramientas que les permitan asumir su
corporeidad personal con respeto y respeto por los demás. Creamos seres
incompletos, campo de cultivo de ideas enfermizas entre las personas que
establecen relaciones insanas con los demás. Lo económico no es determinante. Los
violadores se van construyendo en espacios sociales que permiten su
“desarrollo”. ¿A quiénes entonces ejecutamos?
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