Escapar a lugares cercanos de vez en cuando no es una mala
idea, tanto para cambiar de aires, así como para descubrir tesoros que uno
nunca deja de hallar en nuestra Región. Con María decidimos hacer una breve
pausa desde el viernes 02 de febrero. Alquilamos una camioneta para
desplazarnos con mayor comodidad y poder ingresar a zonas a las cuales no
accederías tan fácilmente con tu auto. Fuimos temprano ese día para recoger el
vehículo en el aeropuerto. De ahí tomamos la frustrante carretera Panamericana,
tan cargada de tráfico y que cruza dos zonas que urge enmendar: Chocope y
Paiján. Para nadie es desconocido, creo, que la carretera está aún a retazos. Además,
las zonas dañadas por el último Niño costero permanecen en un estado
lamentable, por lo que un tramo tan corto de 108 kilómetros puede tomar mínimo
una hora y media. Pasar por Chocope o Paiján es una experiencia que te pone a
prueba los nervios, ya que vas con microbuses que no respetan el tránsito ni
qué decir de los mototaxis arriesgados que se cruzan en tu camino sin tener el
más mínimo cuidado poniendo en riesgo la vida de los conductores, la de sus
pasajeros y las nuestras. Espero que la autopista haga un desvío notable con el
fin de no cruzarse con esas pesadillas de tres llantas. No sé por qué, al igual
que México, no levantan muros en las zonas de tránsito rápido para evitar esos
accidentes causados por la invasión de imprevistos peatones o vehículos menores
que aparecen de manera intempestiva.
Pese a esos momentos, decidimos ir con la calma y paciencia
necesarias. Antes de llegar a San Pedro de Lloc, decidí ingresar a Poémape para
enseñar esta playa que ha tenido una interesante evolución. Hacía una buena
cantidad de tiempo que no visitaba este balneario preferido por sampedranos y
pacasmayinos. La visite hace muchos años en los 80, con un ingreso lleno de
arena, dunas y basura. Ahora ya hay una pista relativamente bien asfaltada; lo
que sí ha incrementado es la basura, que está por todas partes en el cruce con
la Panamericana; pareciera que ese es el vertedero oficial o el relleno (¿?)
sanitario. Ahora se ve más vegetación y se puede distinguir el parque eólico Cupisnique
que se ha instalado en la meseta que da hacia este balneario y desde el cual se
distinguen las torres con hélices claramente. No sé si este balneario recibe
electricidad del complejo estando tan a la mano. La ruta atraviesa dunas, pero
también campos de cultivo y granjas avícolas. La última vez que estuve en el
2003 no recuerdo haber visto todas estas instalaciones. Hay un tramo dañado de
la pista, pero es salvable; además íbamos en una gran camioneta que nos
permitía desplazarnos sin tantos problemas. Ahora el pueblo tiene algunas zonas
asfaltadas y se ve con más orden. Nos fuimos hacia la playa en sí para deja el
vehículo y poder tomar algunas fotos. Poémape tiene un gran sector rocosos,
sobre el cual se ubica la parte “central” (por así decir) del balneario; se ve
gente caminando por las peñas en las que se forman algunas pozas de agua que se
van calentando poco a poco. Sin embargo, se ve un poco de suciedad e, incluso,
hallé un trozo de vidrio (una botella rota), el cual recogí y eché en el tacho
de basura. Un poco alarmante la situación, pues muchas personas caminan
descalzas por el lugar. En nuestra caminata vimos a un pescador limpiando las
escamas de una chita; el problema es que dejaba la basura en el mismo mar; no
alcanzamos a ver si evisceraba al animal y botaba los restos en la misma playa.
Imagino que sí. Pese a todo, la vista del lugar es bonita, tiene una
pronunciación que forma una amplia ensenada. Antes de dirigirnos a su pequeña
capilla y luego de ahí, hacia Pacasmayo. Antes de hacerlo, husmeamos por los
restaurantes de la zona y fuimos a otra pequeña playa del mismo balneario. Nos
dirigimos a su pequeña capilla, sencilla, con algunos elementos festivos aún
colgados. Fue una visita relámpago, pues teníamos que ir a Pacasmayo para dejar
nuestras cosas y seguir con nuestro periplo.
Tomamos nuevamente nuestra ruta para dirigirnos a Pacasmayo.
Habíamos separado habitación en el Hotel La Estación que da sobre el malecón.
Al llegar, bajamos nuestras cosas para instalarnos momentáneamente en la
habitación, pues queríamos salir a almorzar. El hambre apretaba. Así pues,
luego de algunas cosas pendientes, volvimos a la carretera Panamericana con
destino a Ciudad de Dios a buscar los famosos camarones. Cuando íbamos la gente
de la UPN a Cajamarca, ese lugar era el espacio que tomábamos para hacer un
alto y almorzar o picar unos camaroncitos del lugar (río Jequetepeque, nombre
que le parece muy gracioso a María). Fuimos al mismo restaurante de siempre
(ahora un poco descuidado) y pedimos un sudado de chita (fabuloso) y camarones.
Una verdadera orgía gastronómica.
Hacíamos fuerza, pues nos faltaba ir a
Chérrepe y Guadalupe. Una vez concluida el opíparo almuerzo, nos pusimos en
marcha nuevamente. Chérrepe está en el límite regional entre La Libertad y
Lambayeque, es una pugna antigua. Pagamos un segundo peaje y pocos metros
después estaba el desvío para este balneario. Pedimos ayuda a un señor, quien
nos dijo que había otras entradas para la zona (por ejemplo, una más segura y
más rápida por Guadalupe); en fin. Entramos y nos hallamos con un camino
arenoso; felizmente la camioneta era de doble tracción por lo que el camino,
pese a ser pesado, no era peligroso; pero un auto por estos lares, hubiera
terminado atascado más de una vez. Lo malo que la señalización es pobre; un
solo cartel indica el camino para nuestro destino. Pero es un albur. Gracias a
la información que nos proporcionaron dos chiquillos campesinos logramos hallar
la ruta. Les dimos un empujón y al momento de bajar nos indicaron el resto del
camino. Pasamos por arrozales y luego una zona de pequeñas colinas con tierra y
piedra de diferentes colores y, de pronto, el mar y el balneario. Hay dos
pequeños carteles que no te dan mucha información. Quizá por esta disputa
departamental, la zona no ha tenido trabajos notables para poder “incorporar”
el lugar a la civilización. No existen calles, ni señalética alguna; hay casas
de todo tipo, lujosas y grandes, pequeñas y en estado calamitoso. Se ve gente
reparando las instalaciones, pero no hay orden alguno, las rutas están trazadas
por el espacio creado entre casas o algo así de bloques o manzanas. La playa de
piedras muestra suciedad; estuve hablando con una persona, un pescador que ha
vivido toda su vida ahí, el Sr. Ysla, quien nos contó los desencuentros que
tiene Chérrepe con la autoridad. Un dato sorprendente es que la zona tiene solo
10 personas residentes. Hay alcaldes que se turnan el poder (uno liberteño,
otro lambayecano si entendí su explicación) que han sido un poco irregulares en
conseguir logros para este lugar. Puede ser un bonito lugar de descanso, pero
amerita tener la playa limpia mejorar las rutas de acceso y darle un orden en
ese desorden; el Sr. Ysla explicaba que habían llegado invasores a instalarse
en las playas para venta de comida y licor con los consiguientes problemas:
violencia y basura. En realidad, se da esta situación al no existir un plan urbano
del mismo; cada uno hace lo que mejor le parece. De seguir así, y como es la
costumbre en nuestra idiosincrasia, va a tugurizarse pronto. Ya debe de haber
algún lío de terrenos por ahí. Imaginar que Chérrepe fue un puerto muy
importante en el periodo prehispánico y en la colonia. Fue zona moche y fue
sometida por los Inca. Túpac Yupanqui la visitó. En la colonia era la
comunicación marítima natural de la suntuosa ciudad de Saña. Era su punto comercial,
incluido el de los esclavos. Sacando datos del libro El Perú a toda Costa de
Ricardo Espinosa Reyes (1997), dice lo siguiente: “En 1564, al fundarse la
villa de Santiago de Miraflores de Saña se le asignó Chérrepe como puerto. Esta
villa, que se encuentra hacia el interior, fue fundada en 1563 por el virrey
Diego López de Zúñiga, conde de Nieva. Saqueada el 4 de marzo de 1686 por el
pirata Edward Davies, en 1720 fue arrasada por las aguas del río Saña,
motivando su abandono definitivo”. Parece que la maldición de Saña (o Zaña) también
lo fue para Chérrepe. Aquí tienen más datos del blog de Iván La Riva (http://ivanlariva.blogspot.pe/2009/05/cherrepe-historica-playa-nortena.html)
Así, terminada nuestra breve visita al lugar y gracias a las
amables indicaciones del Sr. Ysla, nos fuimos a través de un camino más breve y
en mejor estado a Guadalupe para ver la iglesia y claustro de los agustinos. Chepén
y Guadalupe son las capitales del arroz en el Perú. Guadalupe debe ese nombre a
uno de los milagros que hizo esta virgen (no la de México, sino la de España)
quien salvó a Francisco Pérez de Lezcano, su casual fundador, de una muerte por
haber difundido libelos contra las autoridades de la conquista. Trajo una
réplica de la virgen española y la instaló en una venta. Posteriormente Pérez
de Lezcano donará la imagen y parte de sus propiedades y riquezas a los
agustinos. Ellos primero edificaron un primer santuario en una zona llamada
Anlape; luego se mudarían al actual Guadalupe tras un fuerte terremoto. La
iglesia ha sido restaurada en parte, no así su claustro que se deteriora cada
vez más. La iglesia estaba abierta y pudimos visitarla con comodidad a pesar de
que había una breve ceremonia. Según leí, la construcción estuvo muy
influenciada por sus pares de Saña, ciudad más boyante y rica. Los exteriores están retocados. Lo interesante es su torre, la que es de madera. No creo que eso se haya contemplado en la reconstrucción. Los altares están bien preservados (en la medida de lo posible en una zona que sufrió hurtos como la bella pinacoteca que tenían). Se ven partes de lo que fueron los muros pintados y bellos azulejos a modo de zócalos de la iglesia. Una vez
concluida nuestra visita a la iglesia intentamos el claustro, logramos ver algo
desde la Secretaría. La Municipalidad tiene un pequeño museo, pero ya estaba
cerrado. El guardián nos indicó que había otro museo no muy lejos de ahí, la de
3 artesanos que murieron heroicamente durante la guerra con Chile: los hermanos
Albújar y Manuel Guarniz. (https://www.deperu.com/cultural/museos/casa-museo-albujar-y-guarniz-4326)
Fuimos al museo, pero ya estaba por cerrar. Así que nos fuimos a tomar una
gaseosa, pues estábamos con mucha sed, pero no hambre. La zona es conocida por
sus famosos sánguches de pavo. Terminada nuestra visita a Guadalupe, nos
dirigimos a Pacasmayo. Allí nos fuimos de compras (fruta y atún) para nuestro
paseo del día siguiente. Por la noche fuimos a cenar a una pizzería, la
Piettra, en Pacasmayo. Una última caminata y luego a la cama: un largo y
agotador, pero buen día.
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