Varios de los anhelos de la
humanidad se transforman en utopías, esos lugares remotos inalcanzables, pero
que sirven como un derrotero para muchas personas que necesitan soñar un mundo
mejor para ellas y para los demás. Son los momentos por los que uno lucha y
aspira como una sociedad digna para vivir. Son espacios ideales que la sociedad
crea para sus hijos y jóvenes con el fin de crecer en la certeza de que un
mejor futuro vendrá. Esa es la aspiración de muchos hombres y mujeres que
trabajan para que las cosas cambien para bien. Sin embargo, la realidad es otra para muchos. Aunque la frase “el infierno está empedrado de
buenas intenciones” encaja para todos y cada uno de nosotros que derrumbamos,
de manera personal, buenos proyectos para dignificar nuestras vidas y la de los
demás; también un sistema cada vez más injusto y una corrupción galopante se
encargan de cortar las aspiraciones de dignidad, justicia y calidad de vida de
cuanta persona luche por estas. Los encargados de cortar las alas a gran parte
de una población, nuevamente en esta ocasión, son las personas que fueron
elegidas, es un decir, para velar por los derechos de aquellos que se verán
afectados por estas polémicas gestiones. Esta reforma es una prolongación del
fracasado intento de “facilitar” el acceso a la juventud a un mercado laboral
en el cual las empresas y empleadores iban a recibir muchas facilidades y
beneficios tributarios y, por el lado del joven empleado, una serie de recortes
de sus derechos laborales adquiridos (Ley 30288). Esta polémica Ley (Ley Pulpín) tuvo la breve
duración de un poco más de un mes ante la reacción de miles de jóvenes que
veían sus derechos vulnerados. Incluso fue un poco mal vista por el sistema
educativo universitario privado; pues, desde el punto de vista de la inversión
personal en estudios universitarios y la posterior remuneración, se creaba un
abismo de escaso retorno de inversión al esfuerzo económico hecho por cinco o más
años.
Se vuelven a vulnerar derechos;
ahora al segmento de institutos. “Esto no es una ley esclavizante; pues, con
esta, los chicos adquirirán competitividad y se adecuarán a lo que el mercado
necesita cuando egresen”; estas son las palabras inauditas dichas por Rosa
Bartra, responsable de elaborar este proyecto de ley (1215) para modificar Ley
de Modalidades Formativas Laborales (28518). Un mensaje preocupante que se
envía a los jóvenes, pues describe la realidad del mercado laboral: no vale la
pena que estudies, pues tu esfuerzo no tendrá recompensa por un buen tiempo. De
ser aprobada esta reforma, se generará una discriminación laboral en una sociedad
bastante escindida por ello y generará más frustración en el segmento juvenil,
caldo de cultivo de violencia social de la cual nos quejamos permanentemente.
Sería bueno dejar de lado la palabra “terrorista” para calificar a los que
disienten de estas propuestas, pues con esta tendrá a miles coreando por las
calles.
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